Esto está escalando: satipaṭṭhāna y el ‘procés’

Integrar el dharma significa vivirlo en y a través de los momentos históricos que te tocan. Por muy idónea que parezca para la práctica, esa plataforma flotante y aislada donde Goku luchaba no existe. Sólo tenemos nuestro mundo de hoy para meditar y debemos digerir las lecciones que nos emplata. Es nuestro maestro.

Cuando vives desde el extranjero momentos significativos de tu tierra, te sientes interpelado y distante al mismo tiempo. Hace un par de días, una chica suiza me preguntó por la situación en Cataluña. Y dado que ella no sabía nada del tema y a mí no me hacía mucha ilusión tratarlo, le presenté un resumen.

¿Cuánto hace que dura esto? preguntó ella. Hice un zoom out, vi la evolución de los últimos diez años, y me pregunté con temor a qué podría desembocar todo esto. Sentir que estamos por encima de barbaridades del pasado no garantiza nada, ya que todas las épocas se han sentido así y la historia se repite de todas formas. ¿Qué guerra mundial tenía que acabar con todas las guerras? La primera.

No presagio nada. Soy un estudioso de la religión, y tengo tanto de analista político como de nadador olímpico. Pero la historia y la espiritualidad son ejes distintos que, contrapuestos, tienen conversaciones reveladoras. La historia se ocupa de lo horizontal, aquello que se extiende en el tiempo. La espiritualidad se ocupa de lo vertical, los temas atemporales de la humanidad.

Desde esta segunda perspectiva, las circunstancias históricas de un fenómeno nunca son verdaderamente nuevas, aunque sean técnicamente irrepetibles: como tantas películas, son variaciones del mismo puñado de tramas básicas.

Tu antojo de donuts de chocolate no es intrínsicamente tuyo: es fruto de cómo han evolucionado los organismos vivos. Tú no eres tus pensamientos ni tus emociones. El budismo llama a esto ‘no-yo’ (anattā), y por tanto instruye a sus meditadores a percibir ‘hay enfado’ en lugar de ‘estoy enfadado’. Porque, particularidades aparte, en lo esencial la ira es ira.

Te sitúes donde te sitúes con respecto al conflicto catalán, es una práctica de mindfulness, de satipaṭṭhāna. Y para incluir ésta u otras situaciones de inestabilidad política en nuestra práctica no hace falta hacer acrobacias doctrinales: los recursos están ahí y son los mismos que para cualquier otra cosa. Explorémoslos.

La tercera forma de establecer el mindfulness es contemplar los estados mentales (cittanupassanā). Una forma de practicarla es incluir la mente pensante como objeto de meditación, pero centrándonos no en el contenido discursivo de los pensamientos sino en el afectivo.

Abstráete de si la historia que suena en tu radio interna va de Jorge o de la reforma de tu cocina, de si ha sucedido o aún ha de suceder, y céntrate en la emoción subyacente. ¿Qué combustible afectivo empuja la historia? ¿Rabia, deseo, tristeza…? Si los pensamientos son nubes en el cielo, esta práctica no se fija en sus formas sino en de dónde sopla el viento.

Lo que me interesa aquí es el cambio de lente; encontrar esa trama tipo más allá del quién, el dónde y el cuándo; pasar del modo horizontal —lo histórico— al vertical —lo profundo y atemporal. De forma parecida, el mindfulness secular habla de pasar del yo narrativo al yo vivencial.

Ahora miremos a la situación en Cataluña de la misma forma. Deja a un lado tus opiniones sobre votar y encarcelar, sobre si la conducta justificada es la de la policía o la de los manifestantes o ambas o ninguna, y contempla pese a la dificultad, sin flaquear (ātāpī), con plena consciencia (sati) y discernimiento (sampajañña), sin dejarte afectar por tus pasiones sobre este asunto (vineyya loke abhijjādomanassaṃ).

¿Qué emociones componen esta historia? ¿Las oyes? Nota tu tendencia a resaltar esto y no aquello, a justificar tal y condenar cual —sólo toma nota. Presencia las emociones que surjan en tí, sin reprimir nada, pero no alimentes ningún discurso: una y otra vez contacta la capa afectiva que hay tras las palabras.

Cambiemos marcha y vayamos a la cuarta forma de establecer el mindfulness (dhammānupassanā). Contemplando cualquier fenómeno como proceso, nos fijamos en su naturaleza condicionada y su dinamismo. ¿Cómo surge? ¿Qué lo sostiene? Si es algo positivo, que conduce a la liberación y disuelve el sufrimiento y el apego, ¿cómo lo desarrollo aún más? De lo contrario, ¿cómo se abandona?

En el ejemplo que nos ocupa, esto significa apartarse una vez más de las razones o discursos y observar que el fenómeno se gestó de circunstancias concretas sumadas a una tendencia latente (anusaya) en la historia de Cataluña, que ha ido evolucionando hasta la página actual, y que continuará en alguna dirección.

Un elemento destaca: esto está escalando. No es por ser agorero, pero no sé si quiero saber qué clase de futuro es el que mira atrás y dice ‘aquí fue donde se precipitó todo’. Ignoro cuál es el archiduque de Austria, si aún está por venir, si hay varios, o ninguno.

Todo esto es importante porque la radio de nuestras mentes es muy seductora y cautiva nuestra atención. Y dado que se centra en lo horizontal, lo discursivo, fácilmente obviamos las cualidades mentales y los patrones que están en juego —y que alimentamos sin darnos cuenta.

Quizá estamos participando activamente en la creación de un futuro que no queremos, independientemente de cuál sea nuestra postura política. Es del todo posible querer una España unida y estar haciendo cosas que la rompen. Es del todo posible querer una Cataluña libre y estar reforzando su esclavitud. Es del todo posible querer un desarrollo pacífico y estar avivando la tensión. Como escribió Shantideva:

Aunque desean librarse de la miseria,
los seres corren hacia ella.
Aunque desean la felicidad,
la destruyen, ignorantes, como a un enemigo.

Bodhicaryavatara, capítulo 1 verso 28

Una cosa me alarma especialmente: que se señalen los puntos de vista matizados como el peor de los males, cosa que de forma indirecta establece las visiones absolutas, extremas y simplistas como las únicas respetables. Tal desdeño del gris, la conversión del moderado en enemigo, el ‘o conmigo o contra mí’, es uno de esos rasgos universales cuya aparición en el discurso normalizado nunca es buena señal.

Tengo amigos y familiares a quienes les oigo estas cosas, incrédulo. Y no son sólo buena gente, sino gente educada e inteligente. Es fácil pensar que somos ‘buenos’ y que ‘el mal’ no nos alcanzará, como advierte el Dhammapada, pero «gota a gota se llena el cántaro» (estrofa 121). Es un proceso gradual que pasa desapercibido precisamente porque no presenciamos (sati) ciertos procesos mentales y anímicos.

La radio interna siempre suena razonable: ése es su poder de persuasión. Nunca cesará de ofrecer motivos para sentirse así o actuar asá. Pero somos pensadores emotivos, no racionales, y necesitamos entrenar la capacidad de cambiar de canal. Esta es una de las tareas primordiales de la práctica de establecer mindfulness (satipaṭṭhāna). De otro modo, vivimos una existencia plana que nos desliza de un lado para otro, terminamos en cunetas desoladas y no sabemos ni cómo hemos llegado ahí.

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4 comentarios en “Esto está escalando: satipaṭṭhāna y el ‘procés’

  1. Muchas gracias, Bernat, muy claro, útil y esclarecedor. Aquí en Argentina, y en parte de Latinoamérica, salvando las diferencias espaciales, políticas y sociales de los conflictos, tus propuestas son aplicables al trasfondo de este binarismo y extremismo que nos supera. Un abrazo

  2. Interesante el tema Bernat. Me duele lo que ocurre en Cataluña porque siempre he pensado que el Nacionalismo es una de las peores plagas de la Humanidad, sin duda alguna.. devastadora, generadora de odios y diferencias, muchas de ellas artificiales. Y me duele doblemente porque siempre, como andaluz y español, admiré a Cataluña.
    Mi postura sobre este tema es clara, como el agua:
    Por un lado tenemos el odioso (y nunca mejor dicho) nacionalismo, y en este caso de los peores ya que es agresivo, virulento, como pocos se han visto recientemente en el mundo, que por propia naturaleza está basado en crear odios y diferencias, y solo generará más de eso: mas odios y diferencias.
    Y por otro lado tenemos un país de los más democráticos del mundo, con un sistema de libertades y derechos envidiado, y que ha creado una estructura regional ejemplar y que ha llegado a dotar a sus regiones de poderes que ya quisieran muchos estados federales del mundo (Alemania por ejemplo cercano) y prácticamente inédito en Europa. Y sé de lo que hablo, estudié a fondo nuestra Constitución y nuestro regimen parlamentario; tenemos una Constitución que (claro, no es perfecta, no hay nada perfecto en el mundo, pero es reformable por los cauces previstos y democráticos) es la envidia de medio mundo (el democrático y que respeta los derechos humanos, no el otro medio…).
    Los regímenes democráticos se basan en la aplicación de sus constituciones democráticas y de la ley, esto es un principio básico y que sabe todo el mundo (y de nuevo, el mundo democrático , no el otro). Es así, y seguirá siendo por muchas vueltas que se le dé. Es penoso lo que ocurre en Cataluña, muy penoso. Pero el Nacionalismo crea eso: pena, odios, diferencias, enemigos artificiales. Todo lo contrario de lo que predica el Budismo.
    Claro, solo es mi humilde opinión, no es la verdad.
    No sé cómo va a acabar ese conflicto, pero no tiene buena pinta.
    Un abrazo a todos. José María

    1. Hola José María,
      Gracias por tu comentario.

      Como lo terminas admitiendo que tu opinión no es la verdad, cosa que interpreto como señal de estar abierto a reconsiderar, me tomo la libertad de responderte señalando que el artículo proponía un cambio de chip que no veo en tus palabras. Son, de hecho, un ejemplo de lo que enfatizo que hay que dejar a un lado: ideologías y opiniones de cada cual respecto al tema, las pasiones que éste nos levanta (sean positivas o negativas); así como traspasar la capa discursiva para contactar la afectiva. Abordar la situación actual sin esto que comento genera más rechazo, más fricción, más apego a máximas/dogmas, más polarización; y menos escucha, menos empatía, menos fluir.

      En tu comentario se respira mucha aversión a aquellos que profesan el nacionalismo —movimiento que criticas por crear odio. Asimismo, cualquier entidad territorial no puede defenderse sino apelando a argumentos nacionalistas: afirmar las fronteras de España (o de Camboya) donde están, querer perpetuarlas tal como están (incluyendo todas las regiones que incluyen y excluyendo todas las regiones que excluyen) es una postura que tiene una ideología nacional de algún tipo detrás. Sin ella no podría justificarse. No digo que eso sea malo, no estoy entrando a valorar, simplemente subrayo algunas contradicciones inevitables en las posturas dogmáticas.

      El budismo critica con dureza lo que llama ‘diṭṭhi’, que puede traducirse por dogma, teoría, ideología, máxima, opinión rígida… Aquí va un ejemplo. Al observar que la situación está escalando no afirmo que el movimiento catalán sea violento, sólo observo que la cantidad de violencia es mayor que antes. Hay quien señalando a ese sector proclama que el movimiento en sí es violento: esto es diṭṭhi. Hay quien apuntando que ese sector es una minoría (que los medios muestran más, por supuesto) proclama que el movimiento en sí no es violento: esto también es diṭṭhi. Yo evité deliberadamente ambas proclamaciones. Escribí sobre abordar la cuestión desde una perspectiva que NO consista en diṭṭhi, en hacer máximas: sencillamente no hacer esa ‘actividad’. En este artículo no me centré tanto en este aspecto, pero sí lo traté más en este otro.

      El contacto (phassa) con un estímulo agradable o desagradable (vedanā) dispara reactividad (taṇhā). Si ese estímulo ha sido desagradable (dukkhavedanā) la reactividad es de la familia de la aversión (dosa). El siguiente paso es el apego (upādāna), una forma intensificada de reactividad. Su característica es perder de vista las tres características de la experiencia (tilakkhaṇa): impermanente/inestable (anicca), imperfecta (dukkha) y no-yo (anattā). Las características opuestas son lo que delata la presencia del apego: España como entidad inmutable, una Constitución perfecta, y una situación que tendría que ser como queremos y que si no lo es deberíamos controlar. El lado independentista tiene sus propias versiones de esto, como la ilusión de que una Cataluña independiente sería perfecta y la solución a todos nuestros males.

      Por profunda que sea nuestra tendencia a querer estabilidad, saciedad/perfección y control, la vida no hace más que asolarnos con lo contrario —¡por eso Buda señaló esas tres características! Tales situaciones contrariantes son las que suelen desencadenar mucha reactividad, resistencia, etc. pero para un practicante de dharma son las que señalan vías de liberación.

      Un abrazo fuerte

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