Cualquier idiota puede ayunar; pero sólo una persona sabia sabe romper el ayuno.
— George Bernard Shaw
Ir de retiro es un elemento fundamental en el camino del dharma y la meditación. No es un añadido opcional, a mi modo de ver; no si uno aspira a integrar verdaderamente sus lecciones y beneficios. La sesión de práctica diaria y el cultivo de la actitud meditativa momento a momento —lo que se suele llamar la ‘práctica informal’— son como el agua y la luz necesarias para que una planta crezca. Pero la planta también necesita abono de vez en cuando: y eso es el retiro.
En un retiro se crean condiciones propicias para el cultivo sistemático de la atención plena y otras cualidades: las necesidades básicas están cubiertas; hemos dejado fuera las obligaciones mundanas, como un perrito en la puerta del supermercado; tenemos todo el día para practicar y, literalmente, nada más que hacer. La profundización de un retiro y la práctica en la vida cotidiana se nutren mutuamente.
Un retiro es un entorno donde es explícito que todo es material para la práctica. Por eso es tan poderoso. Todo está incluído: desde las largas horas atornilladas al cojín a la apreciación de la naturaleza, pasando por un café tirando a malo y por la frustrante comunicación reducida —sincerémonos: ¿cuánta gente mira el whatsapp durante un retiro? Por eso creo que un retiro no tiene que ser demasiado cómodo o lujoso. No es que haya que ir a sufrir tampoco, pero practicar el ‘contento’ es un elemento que sería nefasto perder.
Pero es tanto una práctica estar de retiro como salir de él y volver al ‘mundo real’. Ser mindful de retiro es diferente que en la oficina porque las condiciones son diferentes. Vuelve a cambiar las condiciones y… no esperes la misma experiencia. Los patrones habituales de que buscamos liberarnos son conductas aprendidas en un contexto; tú te habrás olvidado de ellos durante unos días, pero ellos han estado todo el rato pendientes de cuándo volvías —de ahí la metáfora de antes del perrito. Hay que hacer el esfuerzo de aplicar lo practicado en el contexto de siempre. Hay que seguir cultivando.
El modelo de práctica de la recompensa, de que hago una cosa y obtengo otra, como si sucediera así por si solo, como si me llegase, es muy problemático. Aun más cuando estamos hablando de que el paisaje entero de la práctica cambia. Es muy fácil guardar ciertas actitudes que hemos cultivado en la caja del retiro, cerrarla y abrir la caja de nuestra vida de siempre como esperando que, por arte de magia, nada de lo que antes nos molestaba nos moleste ahora. Si el retiro es como coger carrerilla, ¡no frenemos cuando nos acercamos a la pista!
Este contraste entre el retiro y el día a día es uno de los temas cruciales, y quizás sea inevitable irlo navegando por uno mismo. En los últimos años me ha interesado mucho este contraste, como fuente de aprendizaje y también, por supuesto, de unos cuantos ‘wtf?!?’ Me veo deslizándome a un patrón habitual insano, como si me lo hubiese dejado junto a los zapatos de casa, y me hago un buen facepalm interno —a veces la mejor forma de no dar coba a la reactividad es tomársela con humor.
Antes dije que el retiro y la meditación del día a día se nutren mutuamente. La última palabra es clave. Tenemos muy claro cómo el retiro nutre la práctica cotidiana pero, ¿y al revés? Como dice Sayadaw U Tejaniya, no practicar entre retiros es como gastarse los ahorros o incluso pedir crédito: en el siguiente retiro tendremos que devolver el préstamo antes de poder volver a ganar.
Un muy buen ejercicio es observar qué sucede al volver de un retiro. Tanto cambia ya en el trayecto a casa… ¿En qué momento desconecto? ¿Cuándo deja de sonarme la alarma de la disonancia cognitiva entre mi reactividad y la práctica del dharma? ¿Puedo notar cómo freno esa carrerilla que he tomado? ¿Cómo dejo de poner mi parte? Me interesaría mucho oír experiencias de este tipo en la sección de comentarios, así que si quieres no te cortes.
Hay que tomarse como una práctica en sí misma el volver de un retiro, reincorporarse a la piel de siempre sin que nos fuerce a la forma que tenía antes. Intenta alargar la idea de retiro hasta la oficina, o por lo menos durante el día de transición. Tómate tu casa como otro centro de retiros. Escribe, en la puerta hacia la calle, «sala de meditación».
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El día 8 de julio hay un día de práctica (8h) en el Centro de Mindfulness de Barcelona. Información aquí.
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