Sobre la obsesión con los orígenes

He estado y estoy enamorado del budismo temprano o primigenio, el de los orígenes. (Este blog lo atestigua de sobras.) Como todos los amores verdaderos, es un amor que reconoce la imperfección, cosas que desagradan y puntos de fricción, pero que sigue atendiendo con afecto, interés y cuidado. Podría decirse que este amor o afecto, este «movimiento hacia», se asemeja al deseo. Y así es. Es pegajoso, pero de un modo hábil en lugar de basado en el apego y el egocentrismo. Esta semejanza es un punto fascinante que hace un texto pali al discutir mettā (amor, bondad, afecto). Pero no es uno de los discursos más antiguos. Ni siquiera es el «Camino de la purificación» (Visuddhimagga) del filósofo theravada Buddhaghosa, el de la imagen. Es el comentario a ese texto. ¡El comentario! Blasfemo…

El estrato más antiguo de la literatura budista (los pimeros discursos o «suttas») presenta una enseñanza menos sistematizada. Esta es una de las razones por las que muchos budistas seculares prefieren los suttas: se prestan especialmente a una interpretación fresca. En cambio, obras posteriores como los libros del Abhidharma, manuales como el Visuddhimagga, o los comentarios a los suttas, se consideran estancadas y a menudo escolásticas. Se las ve como pertenecientes al theravada institucional, menos aptas para una lectura existencial y flexible del dharma. Sin embargo, en esas obras se condensan horas de reflexión y práctica, y manteniéndolas al margen de forma estricta nos perdemos contenido muy valioso.

A pesar de las apariencias, este artículo no va sobre la tradición de los comentarios. Va sobre identificar prejuicios, sobre cómo seguimos teniendo ortodoxias y listas informales de libros prohibidos en base a criterios cuestionables. La práctica del dharma, para mí, también es reconocer prejuicios, reconsiderarlos, y matizar mis posturas.

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Curso: Cuando Grecia encontró al Buda

El Instituto de Estudios Buddhistas Hispano ha organizado un curso online para este julio y agosto. Durante 8 sesiones semanales, se leerá el texto conocido como «Las preguntas del Rey Milinda» (o Menandro), el Milindapañha, un diálogo entre un rey grecoindio y el monje budista Nāgasena. La obra data de aproximadamente doscientos años tras la muerte del Buda.

Esta obra es interesante porque, siendo un diálogo intercultural, y además con una cultura bañada en filosofía y lógica, presenta las doctrinas del budismo temprano de forma clara y sistemática. Es un buen ejemplo de cómo el budismo de los orígenes empezó a conformarse como sistema coherente y estructurado.

Podéis leer sobre el rey Menandro en la wikipedia (aunque hay más información en la versión inglesa) o sobre el Milindapañha, en español o en inglés. Y si os pica la curiosidad, este parece un curso interesante y ameno. Lo da Aleix Ruiz-Falqués, profesor de la Shan State Buddhist University de Myanmar y que está traduciendo esta obra del pali al español.

Hecha mi recomendación para éstas vuestras curiosidades intelectuales veraniegas, sólo me queda dirigiros a la página del IEBH donde se anuncia este curso y se da la información para inscribirse:

Observa tu mente, no la de otros — 10 respuestas de Ajahn Chah

Directo, profundo, sin adornos, cálido, sabio, firme. Así aparece en sus charlas Ajahn Chah, la figura que puso la meditación vipassana y la tradición tailandesa del bosque en el mapa occidental. El ‘efecto mariposa’ de sus enseñanzas estableció monasterios theravada por todo occidente, pero también centros laicos de donde, al final, acaba saliendo el mindfulness secular. Siempre me ayuda y me inspira leerle un poco, especialmente de retiro: me devuelve a la esencia de la práctica, a la inmediatez palpable de la meditación, a la sencillez y profundidad del mensaje del Buda.

Aquí tenéis una selección de una sesión de preguntas con sus monjes occidentales, si no me equivoco, en los 70. Podréis notar que el contexto es monástico, así como masculino, pero aplicable a nosotras y nosotros. ¡Espero que os sirva y os anime a seguir meditando!

Estoy intentándolo mucho con mi práctica, pero parece que no llego a ninguna parte.

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12 consejos para observar la mente

A continuación tenéis 12 consejos basados en enseñanzas orales de Sayadaw U Tejaniya en retiros en Gaia House (UK) y Spirit Rock (USA) en 2015 y en China en 2014, recopilados por Sheng Bin Chiu y editados.

En estos consejos, los términos ‘observar’, ‘contemplar’, ‘ser consciente’ y ‘estar atento’ se utilizan de forma sinónima, y no hay que dar importancia al uso concreto de uno u otro ya que todos se refieren a la misma actividad o actitud mental. El término ‘objeto’ se refiere a cualquier cosa que estemos conociendo o percibiendo al meditar, al ser conscientes: es lo que observamos.

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De U Tejaniya ya publicamos 23 puntos sobre la actitud correcta para meditar y, dado el éxito de ese post, aquí van 12 consejos más.

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¿Me he calmado ya? Un consejo en 3’45»

Discípulo del gran monje theravada Ajahn Chah, el responsable de la expansión en occidente de la tradición tailandesa del bosque, el británico Ajahn Brahm es famoso por varias razones. Una de ellas es el carisma y el sentido del humor que despliega en sus charlas desde su monasterio en Australia. Son charlas magníficas y distendidas, donde tan pronto expone con mucha sencillez y claridad enseñanzas del canon pali como habla del matrimonio gay. Youtube rebasa en esas charlas. Otro motivo por su popularidad, más reciente, fue que dio ordenación completa a mujeres, razón por la cual fue formalmente expulsado de su tradición.

Hoy os presento a Ajahn Brahm en este breve vídeo donde cuenta el símil del vaso de zumo (aunque creo que originalmente la comparación era con un bol de agua) pero añade algo básico y aún así recurrente: ir levantando el vaso para ver si el agua ya se ha calmado. En 3 minutos y 45 segundos, nos ofrece un importante recordatorio para todos aquellos que practicamos la meditación, seamos novatos o veteranos. ¡Espero que os sea útil!

Si quieres leer algo más de meditación, dale un vistazo a este artículo de Thanissaro Bhikkhu: pensamientos dispersos.

Mi budismo, hoy, en seis palabras.

Hay dos enseñanzas del budismo que son para mí fundamentales en mi comprensión y vivencia del dharma a día de hoy. Veo el camino espiritual como una continuación de mi crecimiento como persona, como esa educación emocional que paró (demasiado) pronto para dar lugar a la intelectual, como lo que en entornos universitarios se llama ‘formación continuada’. Es un trabajo de mejora constante, con elementos de consuelo ante el terror existencial y también elementos de autocrítica constructiva y reto constante. El modelo que expondré en este artículo me nutre, me hace reflexionar, me ayuda a aplicarme cada día y me inspira a seguir intentándolo cada vez que, como buen bípedo, fracaso.

Debo el contenido de este post especialmente al estilo de enseñanzas de Sayadaw U Tejaniya (1), que ve la meditación como el cultivo de las buenas cualidades mentales, cuyo objetivo es la comprensión más que la tranquilidad. Dado este objetivo, pone énfasis en observar la mente e investigar, con interés, el proceso de nuestra experiencia. Las dos enseñanzas siguientes me resultan muy útiles y son las que me unen el marco conceptual con la práctica de la meditación y con la ética, o comportamiento en la vida cotidiana. Son: las tres características de la existencia y los tres fuegos (que en el mahayana pasaron a llamarse los tres venenos). Seis elementos en total, que me permiten recordar el dharma con sólo seis palabras.

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Colgar los hábitos: el reto de soltar, el coraje de volver a casa.

sophie croppedMientras trabajaba como enfermera con pacientes terminales, Sophie Boyer descubrió la meditación. Tras varios retiros largos, se ordenó monja budista, pero colgó los hábitos dos años después. Nacida en Francia en 1972, es alumna de Martine Batchelor.

Bernat Font: Tu primera memoria del budismo es una foto del Dalai Lama en una revista. ¿Cuántos años tenías?
Sophie Boyer: Unos 12 años. Pero mi segundo y principal encuentro con el dharma fue con veintipocos, cuando trabajaba con gente mayor y moribundos. Me resultaba difícil afrontar el sufrimiento de la enfermedad y la muerte sin sentirme abrumada y empecé a buscar formas para superarlo. No encontraba respuestas en la tradición católica en la que me había criado, y fui a un retiro con Sogyal Rinpoché. Ahí es donde me interesé mucho por lo que la meditación tenía que ofrecer. Quería comprender por qué sufrimos tanto y encontrar una salida.

BF: Pero no te quedaste con el budismo tibetano, ¿cierto?
SB: Era difícil identificarse con todos los rituales, estatuas y visualizaciones. No me estaba funcionando. Un día vi a Martine Batchelor en televisión hablando de soltar, desaferrarse, y pensé: “¡Quiero conocer a esta persona!” Ella y Stephen ofrecían un retiro de cuatro días en las afueras de París. Fue mi primer retiro residencial, con muchas horas de meditación sentada y caminando, y me sentí totalmente como en casa. Seguir leyendo «Colgar los hábitos: el reto de soltar, el coraje de volver a casa.»

¿¿Que no existe el yo??

Cada vez son más los maestros y estudiosos que, con el privilegio actual de poder acceder a todas las fuentes conservadas de las tradiciones budistas, y de hacerlo desde una perspectiva histórica y lingüística más informada que nunca antes, señalan la problemática de la doctrina del no-yo, que aseguran es la enseñanza más incomprendida, distorsionada y mal representada del Buda. Resulta interesante ver que, en las fuentes más antiguas (el canon pali), el Buda no utiliza la expresión “no tener yo” sino “no ser yo” o “ser no-yo”, en esos textos uno no lee que no exista el yo, sino que las formas, las percepciones… no son yo. Tengo la sensación, personalmente, que se trata más bien de una enseñanza pragmática sobre una actitud psicológica, y no una descripción ontológica o metafísica de la realidad. De hecho, en el Dhammapada (verso 80), el Buda parece animar a construir con esmero un yo:  “Así como un campesino riega su campo, así como un arquero endereza su flecha, así como un carpintero talla un pedazo de madera, así el sabio disciplina el yo.” (Dependiendo de la traducción, dicen “se disciplina a sí mismo” y otras variantes).

Creo que una visión pragmática y bien comprendida de la enseñanza del no-yo puede ser muy útil hoy en día. Me ha gustado mucho un breve y sencillo artículo de Thanissaro Bhikkhu, experto en el canon pali, publicado en la sección “Lo que el Buda nunca dijo” de la revista Tricycle. El contenido no es en sí un enfoque secular, sino theravada; pero creo que el mensaje puede ser útil, y quizás sigamos investigando el tema. Lo traduzco a continuación [mis notas entre corchetes. La negrita es mía]. Espero que lo disfrutéis:

El Buda iba con cuidado al clasificar preguntas según cómo debían ser contestadas, basándose en cuán útiles resultaban para alcanzar el despertar. Algunas preguntas merecían una respuesta categórica, es decir, una que es cierta de forma universal. Algunas las contestó analíticamente, redefiniendo o refinando los términos antes de responder. Otras requerían contestar con una pregunta, para clarificar el tema en la mente de quien preguntaba. Pero si la pregunta era un obstáculo en el camino, el Buda la ponía a un lado.

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El sexto sentido (budista)

Una idea budista que me interesó desde el principio es la de los seis sentidos. ¿Cuál es el sexto? La mente. Los textos hablan de seis posibles objetos: imágenes, sonidos, olores, sensaciones táctiles, sabores y pensamientos. Sea lo mismo que el cerebro o no, la mente se define como aquello que puede “conocer” y “pensar”, o que tiene la capacidad de captar pensamientos, así como los ojos o la visión captan imágenes. El concepto me puso del revés; pero tras el breve desconcierto inicial enseguida le vi la lógica.

Si bien es cierto que solemos entender el pensar como una actividad que realizamos, más equiparable a mover los dedos que a percibir un aroma, ¿cuántas veces los pensamientos parecen (por lo menos subjetivamente)  aterrar simplemente en nostros? Esto es especialmente cierto de la inspiración, que los griegos confiaban a las musas y tantos autores euroopeos han atribuído a Dios durante siglos. Cualquier lector que, como yo, se dedique a la creación artística, reconocerá fácilmente ese fenómeno de una idea “apareciendo” o “llegando”, habitualmente seguido de una maratón hacia el papel, el ordenador, la tela o el instrumento musical.


También los pensamientos incesantes y automáticos, el famoso y muchas veces atormentante “bla bla interno”, no se percibe como algo que hacemos, sino algo que nos sucede. Parece como si hubiera dos tipos de pensar: el voluntario y el involuntario. (Hablo a nivel subjetivo, no he estudiado ese capítulo del Abhidhamma, pero quiero tratar percepciones.)

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La reverencia de las monjas

[2,5 páginas]

El autor y un compañero dirigiéndose a la ceremonia de ordenaciónEste año, estando de retiro de meditación en Myanmar (antes conocido como Birmania), tomé votos monásticos durante el mes de enero. La ordenación temporal es un fenómeno muy extendido en países del sudeste asiático como Myanmar y Tailandia, en los que casi todo varón de familia budista pasa por la experiencia del monacato por lo menos una vez en la vida.

Se considera que alguien que haya sido monje budista, aunque sea por un periodo de tiempo bastante breve, está más maduro y preparado para el matrimonio; de hecho, durante mi experimento de un mes en ese monasterio vi a más de un adolescente o veinteañero aparecer y desaparecer de domingo a domingo. A un amigo mío tailandés, sus padres le mandaban al monasterio durante las vacaciones, como quien en occidente va a un campus de verano a practicar deportes de exterior o aprender inglés. Y no son sólo jóvenes los que se ordenan durante un tiempo corto: también hay hombres adultos que deciden aparcar por unas semanas o meses sus obligaciones mundanas, e incluso jubilados que se toman una época de reflexión y meditación más intensa. (Escribo en masculino porque, aunque también existe el monacato temporal para mujeres, la “obligación” social se refiere principalmente a hombres.)

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