Líderes budistas y el cambio climático

«Todo está ardiendo,» declaró el Buda en su conocido Discurso del Fuego, «ardiendo con el fuego de la codicia, con el fuego de la aversión, con el fuego de la confusión; ardiendo con el nacimiento, la vejez y la muerte; con las penas, lamentaciones y dolores, con angustia y desesperación.» Hoy, este símil cobra una nueva dimensión: el mundo está literalmente calentándose, y en gran parte debido a nuestra conducta vinculada a los tres fuegos del budismo.

El budismo se enfrenta a una nueva situación y los practicantes laicos tienen, más que nunca, un papel crucial. Un enfoque contemporáneo del dharma no puede pasar por alto aquellos aspectos de nuestro comportamiento que tienen un impacto en la sociedad y en el medio ambiente. Un budismo verdaderamente de nuestro tiempo debe incluir en su definición de ‘práctica’ nuestro compromiso con la sociedad, nuestro papel en el planeta y nuestra involucración política.

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Mi budismo, hoy, en seis palabras.

Hay dos enseñanzas del budismo que son para mí fundamentales en mi comprensión y vivencia del dharma a día de hoy. Veo el camino espiritual como una continuación de mi crecimiento como persona, como esa educación emocional que paró (demasiado) pronto para dar lugar a la intelectual, como lo que en entornos universitarios se llama ‘formación continuada’. Es un trabajo de mejora constante, con elementos de consuelo ante el terror existencial y también elementos de autocrítica constructiva y reto constante. El modelo que expondré en este artículo me nutre, me hace reflexionar, me ayuda a aplicarme cada día y me inspira a seguir intentándolo cada vez que, como buen bípedo, fracaso.

Debo el contenido de este post especialmente al estilo de enseñanzas de Sayadaw U Tejaniya (1), que ve la meditación como el cultivo de las buenas cualidades mentales, cuyo objetivo es la comprensión más que la tranquilidad. Dado este objetivo, pone énfasis en observar la mente e investigar, con interés, el proceso de nuestra experiencia. Las dos enseñanzas siguientes me resultan muy útiles y son las que me unen el marco conceptual con la práctica de la meditación y con la ética, o comportamiento en la vida cotidiana. Son: las tres características de la existencia y los tres fuegos (que en el mahayana pasaron a llamarse los tres venenos). Seis elementos en total, que me permiten recordar el dharma con sólo seis palabras.

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