Sanghas para minorías: ¿sí o no?

A mediados de este mes tuve una experiencia profundamente significativa: junto a dos maestras más, guié el primer retiro para practicantes LGTB+ organizado por Gaia House. Este tipo de retiros basados en un ‘grupo de afinidad’ (affinity group) llevan normalizándose en norteamérica desde hace años, y poco a poco se empiezan a hacer a este lado del charco. Sin embargo, su existencia levanta a veces mucha polémica —por motivos que para mí, como voy a argumentar, son formas de reactividad.

Evidentemente, mi respuesta al título de este artículo es un SÍ. No creo que los grupos de afinidad sean algo perfecto, pero tampoco que lo sean los grupos «normales». Y en resumen, creo que es mejor que esos grupos de afinidad existan que no que falten.

Padmasambhava

Que la idea sorprenda, que confunda, que genere dudas, es normal. Yo mismo he tenido y tengo mis preguntas sobre por qué es necesario un retiro de este tipo, o en qué sentido es diferente, o si mi condición sexual afecta en nada a mi práctica y visión del dharma. He oído mil veces los argumentos de que las identidades son condicionadas, de que se trata de trascenderlas en lugar de aferrarnos a ellas, etc. y aplicadas a este tema no me convencen para nada, me suenan al comodín de la vacuidad —en su sentido literal: es muy comodín (de cómodo) invocar a la vacuidad cuando interesa. Pero entrar en esto ya sería otro artículo.

Dejadme que cuente un poco mi historia con este tema. Yo nunca acudí a un grupo de afinidad como participante, nunca sentí necesidad. Entonces, hace dos veranos tuve la suerte de ir de profesor en prácticas, por decirlo de algún modo, al centro de retiros Insight Meditation Society en los EUA, acompañando a Christina Feldman. Allí, cada día por la tarde, había una sesión de meditación sentada en la que, paralelamente a la sala principal, había dos espacios más: uno para LGTB+ y otro para POC (People of color, una categoría norteamericana para la que nosotros no tenemos equivalente). Se trataba una meditación en silencio, así que las dudas respecto al por qué de ese espacio aparecen con mucha facilidad.

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Meditación, identidad y trascendencia

Este artículo está basado en una reflexión que ofrecí en Sheffield el pasado 16 de noviembre, en el primer día de meditación para LGBT+ y aliadxs del Reino Unido, que dirigí junto a mi amiga River Wolton.

La cuestión de la identidad es crucial. Podemos notar que cualquier identidad puede conllevar dolor: la identidad es algo intrínsecamente imperfecto. Y por eso muchas tradiciones de sabiduría hablan de trascender el Yo. Esto se puede entender en términos de trascender la identidad, pero la trascendencia no significa rodear o evitar algo: siempre es ‘a través’.

No trascenderé mis compulsiones pretendiendo que no las tengo ni juzgando que no debería tenerlas, sino reconociendo su presencia, estando en contacto con ellas, incluso sondeándolas. Entonces veré si aguantan el examen o se desintegran (si están vacías, como suele decir el budismo). Trascender las compulsiones nunca se logra rodeándolas o pasándolas por alto. Lo mismo vale para la identidad.

No las demonicemos. Las identidades nos ayudan a navegar. Somos seres socializados y las etiquetas surgen al estar en relación. Si un ser humano nunca se socializara, dudo que tuviera mucha necesidad de identidades y etiquetas: ¿para qué iba a creárselas? Pero vivimos con otros, vivimos en contraste con lo que es diferente y lo que es similar, por lo que surgen identidades y etiquetas. La cuestión es cómo nos relacionamos con ellas. Porque podemos tener una relación más apegada y rígida con la identidad, o una relación más suave y fluida.

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Dharma en un mundo queer

(Texto de mi amiga River Wolton)

Imagina… un mundo donde la heterosexualidad y el binarismo de género no son la norma. Imagina… que llegas a tu primer retiro budista de una semana. Un curso de introducción a la meditación que tomaste, y que te dio algo de paz, te ha inspirado a venir aquí y explorar más. El taxi para enfrente de la puerta principal, sales, recoges tu equipaje, pagas el taxi, respiras profundamente.

Te han asaltado muchas preguntas por el camino. Vives en un mundo donde la forma como te encarnas, la simple manera como vives y amas no se considera normal o corriente. Eres parte de una minoría, calculada en un diez por ciento de la población, una minoría conocida como heterosexuales, straights, o heteros. También eres parte de una minoría aún más pequeña que se identifica o bien como hombre o bien como mujer, y que permanece en el género que se le asignó al nacer: cisgéneros, cissis, binarios o binos.

Fotografía de Michael Prewett

Eres consciente de la suerte que tienes. Creciste con dos padres afectuosos. Cuando saliste del armario en la adolescencia, dijeron: «No importa quién eres o a quién ames, siempre te apoyaremos.» Habían intuido que eras binario desde una edad temprana, y aunque les chocó que también fueras heterosexual, lo llevaron bien.

Ahora, más de una década más tarde, les has presentado a tu nueva pareja, que también es heterosexual y binaria. Lo ves como tu primera relación seria: tienes amor, buenos amigos, y empiezas a sentirte parte de una comunidad fuerte y orgullosa. Aunque aún sois reacios a ir de la mano o mostrar afecto en público, algunas actitudes sociales están cambiando. En el país donde naciste se te permite casarte, adoptar, y la ley te protege de la discriminación.

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Dinámicas de poder en la sala de meditación

El #MeToo ha llegado definitivamente a las comunidades budistas de occidente y un nuevo escándalo ha salido a la luz. Esta vez concierne al jefe del budismo Shambhala, Sakyong Mipham Rinpoché, que durante años ha exhibido patrones de abuso de alcohol y discípulas —a menudo en ese orden.

Este caso parece estarse gestionando mejor que otros; pero también me ha sorprendido más, ya que el Sakyong no se crió y formó tanto en Asia sino que está mucho más aculturado a occidente. Los problemas de los abusos, obviamente, no son regionales, van más allá de choques culturales y religiosos, y el mundo budista justo está despertando —uso este término a conciencia— a las dinámicas de poder.

Sakyong_Sangha_Retreat_2009

En un artículo de septiembre del año pasado escribí sobre algunos de los factores que contribuyen a estos comportamientos. Quisiera apuntar que en cierto sentido la religión es una cultura y que, dentro del variopinto budismo, el vajrayana merece un apartado propio. Pretender llegar a una ética panbudista y aplicarla al vajrayana sería como imponer los valores de una cultura a otra. Y no obstante, también hay que evitar el extremo relativismo cultural.

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La homosexualidad conduce al despertar …o eso parece.

Acabo de leer un párrafo de un sutra budista y no he podido evitar aplicar un poco de lógica y morirme de la risa. Se trata del «Discurso sobre los preceptos de los Upasaka» (Upāsakaśīla-sūtra), un texto mahayana no muy tardío que expone el código moral a seguir por los practicantes laicos (upasaka), aquellos que se han embarcado en el camino del bodhisattva. Fue traducido del sánscrito al chino en el siglo V EC y se hizo muy popular en China y, como muchos sutras mahayana, es un texto muy extenso. Y en los primeros párrafos del capítulo XI, parece inadvertidamente promover la homosexualidad.

El Buda respondió: «Buen hijo, el bodhisattva mahāsattva tiene compasión y durante innumerables vidas no mata; por esta razón obtiene una larga vida. Durante innumerables vidas ofrece constantemente su ropa y lámparas y por esta razón consigue un aspecto superior. Durante innumerables vidas destruye la arrogancia y por esta razón nace en una buena familia.»

La lista sigue y, como veis, consiste en enumerar cosas que de algún modo son supuestamente deseables en la vida y, en especial, en el camino hacia el despertar (larga vida, buena familia), y en especificar qué comportamientos de vidas pasadas causan estas cosas. Así, el texto determina qué tiene uno que practicar para conseguirlas en el futuro. Y atención a uno de los elementos de la enumeración:

«Durante innumerables vidas repudia el cuerpo femenino y por esta razón nace como hombre.»

Espectacular. Obviamente primero hay que contextualizar un poco: el texto se enmarca en el monasticismo, caracterizado por la renuncia y el celibato, y concretamente el monasticismo masculino. Culturalmente, se consideraba que era más fácil llegar al despertar siendo hombre y, por lo tanto, era preferible. Esto no era sólo cuestión de la naturaleza o esencia de un género u otro, sino también una consideración práctica, ya que es probable que las mujeres recibieran menos enseñanzas, o una formación inferior. Esto lo apoya el texto más adelante cuando especifica que el motivo por el que el bodhisattva busca renacer como hombre es «para ser un recipiente del Dharma.»

Una segunda consideración: el texto en inglés que estoy leyendo dice «loath.» Este verbo puede traducirse como repudiar, detestar, aborrecer o (una versión algo más suave) ser reacio al cuerpo femenino. Pues bien, si tenemos en cuenta que no dice nada de repudiar o ser reacio al cuerpo masculino, y aplicamos un poquito de lógica… la sorpresa es hilarante. ¡Vamos allá!

Si ser hombre es bueno o preferible, y para renacer como hombre hay que repudiar el cuerpo femenino, entonces repudiar el cuerpo femenino es bueno o preferible, ya que conduce a un fin deseable. Sigamos. Si los hombres homosexuales repudian, aborrecen o son reacios al cuerpo femenino (la palabra concreta no importa, ya pilláis la idea), entonces renacerán como hombres y podrán ser recipientes del Dharma. Es decir: ser homosexual es bueno puesto que conduce al fin deseable de ser hombre, y por lo tanto recipiente del Dharma. Y así llegamos a la conclusión de que, según este texto mahayana (y sin duda inintencionadamente), la homosexualidad es preferible, es algo que practicar, pues conduce en última instancia al despertar.

Referencia:
Heng-ching Shih (1994) The Sutra on Upasaka Precepts (BDK English Tripitaka). Berkeley: Numata Center for Buddhist Translation and Research, Bukkyo Dendo Kyukai. pp.57-58