No se trata de qué ‘sientes’ sobre la guerra

Los últimos dos años nos han enseñado lo importante que es nuestra relación con las noticias. El consumismo ha ido mutando de consumir ‘objetos materiales’ a ‘contenido’; y en esta economía de la atención, la prensa tiene un papel central.

Como forma de cultivo y de resistencia, nuestra espiritualidad tiene que mirar a nuestro consumo de noticias si queremos que esté integrada en nuestras vidas. Dos dias atrás, Vince Fakhoury Horn de Buddhist Geeks tuiteó lo siguiente:

«La mayoría de nosotras tenemos cero influencia sobre los acontecimientos nacionales e internacionales. Aun así, ¿cuánto tiempo y energía gastamos preocupándonos por ellos? Si tu cuidado no se traduce o no puede traducirse en cambio real, ¿por qué gastar tanta energía para tan poco rendimiento?»

No está diciendo que no deberíamos hacer nada, o que la guerra ruso-ucraniana no tendría que conmocionarnos. Es normal que nos afecte. ¿Pero hasta qué punto hay aquí una adicción al consumo de noticias que vende nuestros sentimientos y nuestros recursos empáticos a cambio de nada? O como dijo Ángel Martín en su informativo el viernes:

Las teles y los medios digitales ya han empezado el campeonato por ver quién consigue la imagen donde pueda verse más tragedia y removerte más por dentro para poner al lado un anuncio animándote a cambiar de móvil o de banco.

Cinismos extremos a parte, la cuestión es que tocarnos la fibra capta nuestra atención de forma muy eficaz, lo cual no es malo en sí, pero ¿como se utiliza nuestra atención entonces? Si bien no vamos a quedarnos impermeables a la horrorosa guerra que empezó hace unos días, estar emocionalmente abrumados mengua nuestra capacidad de respuesta y de cuidado. Vince lo resumió bien en un tuit posterior:

«Si crees que estar ‘comprometido’ significa sentirte constantemente enfurecido, cansado y cínico, entonces necesitas aprender a ser más eficaz en tu compromiso.»

Queremos implicarnos, sí, pero aún más queremos sentirnos implicadas, no queremos sentir que nuestra práctica está desconectada de lo que sucede en nuestra sociedad. El deseo de implicación es sincero, pero vivimos en una cultura —incluyendo nuestra cultura espiritual— que venera la ‘experiencia individual’ por encima de todo. ¿No es eso, al final, lo de ser consciente? (En unas semanas voy a argumentar que «No«.)

Es la divinidad del ‘cómo me siento’. Hay que bajarla del pedestal. No digo olvidarse de ello, sino dejar de divinizarlo. Evan Thompson consideró, casi como un añadido al final de su libro, que lo más valioso que tiene el budismo para ofrecernos es criticar nuestra obsesión narcisista. Sin embargo, cuánta espiritualidad hace lo contrario y nos hunde aún más en nuestro ombligo…

En el ‘Discurso breve en Gosiṅga’ (Cūḷagosiṅga Sutta, MN 31), el Buda pregunta a tres mendicantes que viven y practican juntos cómo lo hacen para vivir en armonía. Ellos responden que tienen actos de mettā de cuerpo, palabra y mente los unos hacia los otros, y ponen como ejemplo algo tan simple como sus dinámicas de poner la mesa y barrer la zona donde meditan. Cultivar mettā no es sólo cuestión de sentir amabilidad o sentirme bondadoso, sino de palabras y de acciones.

Nuestra práctica, como lo fue con el coronavirus, es encontrar un equilibrio que nos permita estar informadas sin someter nuestras capacidades empáticas al juego de quién consigue más clicks. Es aprender qué conmociones nos conectan y motivan y cuáles nos paralizan. Y es hacer algo en lugar de seguir adorando al dios del ‘cómo me siento’.

La adicción al update constante es una forma de reactividad compulsiva (upādānataṇhā). Soltarla (pahāna) nos libera (vimuccati) para cultivar (bhāvanā) una forma de vida (magga) que incluye nuestra implicación social (sammā ājīva). Quizás lo más dhármico y espiritual que podemos hacer ahora es usar lo que hemos aprendido sobre cómo trabajar con la mente para salir del estrecho foco del yo y entonces investigar qué podemos hacer para ayudar.


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¡Conecta con otros!

¿Te gustaría encontrar un grupo de meditación en tu localidad, con gente que compartiera un enfoque secular de la práctica budista? Pues, seguramente, no lo hay. Pero esto no significa que tengas que conformarte con conexiones virtuales. Las sanghas de otras formas de budismo, tradicionales, son muy buen recurso incluso si no sientes que encajes al cien por cien en ellas, y a falta de pan…

¡… sal a comprarlo! Muchos me escriben buscando un grupo en su zona, así que he decidido abrir una página donde los grupos que existan puedan publicitarse y la gente interesada en iniciar uno, o por lo menos conectar con otros que vivan cerca, pueda poner su contacto ahí. Todo empieza con un encuentro en un bar; luego se busca un lugar y un día para quedar a meditar regularmente y, a partir de ahí, a ver qué pasa…

Esto no es ninguna institución establecida (los grupos comparten el enfoque secular pero son autónomos) y no hay manuales a seguir, pero sí mucho por hacer. Ve al menú, visita la página de grupos y si tu ciudad no aparece en la lista y te gustaría que apareciera… ¡ya sabes!

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Soltar las creencias

Puede que os suene el nombre de Stephen Schettini porque ya he traducido un par de sus artículos. Se formó como monje budista en la tradición gelug tibetana, en Suiza y en India (en la universidad monástica de Sera); pero colgó los hábitos tras ocho años. Hoy día es autor, maestro y ‘coach’. En el artículo ‘Suspending belief‘ de su blog repasa la esencia de la historia interior de su proceso vital y aprovecha para subrayar ideas básicas que su camino le ha proporcionado. El artículo empieza así:

En la superfície, el budismo es una religión simpática que promueve compasión para todos los seres vivos, incluso cucarachas e inversores de Wall Street. Sin embargo, bajo esa cubierta es una filosofía sediciosa que socava los fundamentos mismos de la razón. Sugiere que todo lo que experimentas es ilusorio, budismo incluído.

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Mi budismo, hoy, en seis palabras.

Hay dos enseñanzas del budismo que son para mí fundamentales en mi comprensión y vivencia del dharma a día de hoy. Veo el camino espiritual como una continuación de mi crecimiento como persona, como esa educación emocional que paró (demasiado) pronto para dar lugar a la intelectual, como lo que en entornos universitarios se llama ‘formación continuada’. Es un trabajo de mejora constante, con elementos de consuelo ante el terror existencial y también elementos de autocrítica constructiva y reto constante. El modelo que expondré en este artículo me nutre, me hace reflexionar, me ayuda a aplicarme cada día y me inspira a seguir intentándolo cada vez que, como buen bípedo, fracaso.

Debo el contenido de este post especialmente al estilo de enseñanzas de Sayadaw U Tejaniya (1), que ve la meditación como el cultivo de las buenas cualidades mentales, cuyo objetivo es la comprensión más que la tranquilidad. Dado este objetivo, pone énfasis en observar la mente e investigar, con interés, el proceso de nuestra experiencia. Las dos enseñanzas siguientes me resultan muy útiles y son las que me unen el marco conceptual con la práctica de la meditación y con la ética, o comportamiento en la vida cotidiana. Son: las tres características de la existencia y los tres fuegos (que en el mahayana pasaron a llamarse los tres venenos). Seis elementos en total, que me permiten recordar el dharma con sólo seis palabras.

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¡Stephen Batchelor en Barcelona!

Hace ya un mes de la última entrada del blog. Pero llego con buenas noticias para la gente de Barcelona y cercanías: el viernes 22 de mayo, Stephen Batchelor dará una conferencia. Titulada «Las Cuatro Grandes Tareas: una introducción al budismo secular«, la charla tendrá lugar en la Fundació Casa del Tibet a las 20h. Es una oportunidad única, y los beneficios se destinarán al fondo que está recogiendo la fundación para ayudar al Nepal, que tanto lo necesita.

Conocido por su enfoque agnóstico del budismo, el autor Stephen Batchelor explorará qué significaría practicar el dharma desde una perspectiva secular, y no religiosa. Como punto de partida, sugerirá que esto implica repensar el budismo como una práctica ética, más que como un sistema metafísico basado en creencias. Para ejemplificar este enfoque secular, ofrecerá una interpretación de la doctrina tradicional de las Cuatro Nobles Verdades entendidas como una práctica de Cuatro Grandes Tareas.

Stephen Batchelor es un autor y maestro budista contemporáneo que ve el budismo como una cultura del despertar en constante evolución. Recibió una educación monástica durante diez años, primero en la escuela Gelugpa del budismo tibetano y más tarde en la tradición Sôn coreana (Zen). Actualmente presenta una visión laica y secular del dharma basada principalmente en las enseñanzas más antiguas del Buda, preservadas en el canon pali, y viaja por todo el mundo ofreciendo conferencias y retiros. Sus publicaciones incluyen «Budismo sin creencias» y «Confesión de un ateo budista«.

Podéis compartir esta entrada del blog o también el evento de facebook. Para leer algo breve sobre la visión de Stephen para el budismo actual, echadle un ojo a la primera entrada del 2015.

Día y hora: Viernes 22 de mayo a las 20h
Lugar: Fundació Casa del Tibet
Inglés con traducción consecutiva.
Aportación: 5 euros (gratuito para socios de la Fundació Casa del Tibet)
Contacto: +34 932075966 admin@casadeltibetbcn.org

El poder de la plena conciencia (també en català) – Martine Batchelor

[1,5 págs.]

Una práctica regular de la meditación es un buen método para desarrollar la aptitud de estar consciente, una fuerza que podría convertirse en más potente que la inclinación a los malos hábitos. El poder de la plena conciencia te da la fuerza de hacer las cosas de manera diferente, y de encontrar el coraje de ir más allá de aquello que te limita habitualmente.

Durante bastantes años, he sufrido un fuerte sentimiento de rechazo cada vez que una persona me ha hecho daño. No era capaz de dirigirle la palabra durante largo tiempo. Un día, noté este hábito cuando estaba apareciendo. Vi claramente que estaba a punto de cerrarme a la otra persona. En aquel momento, el poder de la plena conciencia era suficientemente potente para pararme y ofrecerme la ocasión de responder a la situación de manera diferente. Me quedé aterrorizada por este terreno desconocido en el cual me disponía a penetrar. Pero escogí ir más allá del miedo, sonreír e ir hacia la otra persona en lugar de alejarme. Me sorprendió un sentimiento de bienestar en el fondo de mi corazón. Me sentí muy calmada. De golpe, me di cuenta de cuán doloroso debía ser para los demás sentirse rechazados. Fue un choque.

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Conciencia sin discriminación

Si te sientas en la orilla de un río después de una tormenta, ves el arroyo fluir, llevando gran cantidad de desechos. De forma similar, tienes que observar el movimiento de ti mismo —siguiendo cada pensamiento, cada sensación, cada intención, cada motivo— sólo obsérvalo. Esta contemplación también es escucha; es ser conciente con tus ojos, con tus oídos, con tu perspicacia, de todos los valores que los humanos han creado, y por los cuales estás condicionado; y es sólo este estado de atención total lo que pondrá fin a toda búsqueda.

Por favor, escuchad bien esto. La mayoría de nosotros piensa que ser conciente es una cosa misteriosa que hay que practicar y que deberíamos juntarnos cada día para hablar de ser concientes. Bien, no llegas a esa conciencia de este modo en absoluto. Pero si estás atento o conciente de cosas externas, la curva de una carretera, la forma de un árbol, el color del vestido de otro, la silueta de las montañas en el cielo azul, la delicadeza de una flor, el sufrimiento en el rostro de un transeúnte, la ignorancia, la envidia, los celos de otros, la belleza de la tierra, entonces, viendo todas esas cosas externas sin condenar, sin elegir, puedes navegar en la corriente de conciencia o atención interna.

Entonces te volverás conciente de tus propias reacciones, de tu estrechez de miras, de tus envidias. De la conciencia externa vas a la interna. Cuando hay conciencia interna de cada actividad de tu mente y tu cuerpo, cuando te percatas de tus pensamientos, tus sentimientos, tanto secretos como abiertos, concientes o inconcientes, entonces de esa percatación viene una claridad que no es provocada, no es construída por la mente. Y sin esa claridad puedes hacer lo que quieras, puedes buscar los cielos y la tierra y las profundidades, pero nunca hallarás lo que es verdadero.

– Jiddu Krishnamurti, Collected Works, Vol. XV, 242, Choiceless Awareness

Gotama, el Buda: no un místico religioso

[1 página] Artículo de Stephen Schettini. Fuente original: http://www.schettini.com/siddhattha.html

Hace 2600 años, Siddhattha, heredero del clan Gotama que reinaba en Sakya en el norte de la India, se traumatizó por la realidad de la enfermedad, la vejez y la muerte. A la edad de 29, abandonó su vida privilegiada y las supersticiones devotas de la institución religiosa bramánica para afrontar esta angustia, inicialmente tomando la vía de escape de las absorciones meditativas. Practicó durante seis años con diversos maestros, dominando todo lo que le enseñaban; pero con el tiempo se dio cuenta de que sólo ofrecían una evasión temporal. Rechazando esos métodos, buscó una manera de ocuparse de la ansiedad pero continuando viviendo entre la gente.

Siddhattha afirmó haber encontrar un camino o término medio entre las verdades espirituales y materiales sólo después de explorar su propio camino. A la edad de 35, se declaró, sin vergüenza alguna, despierto, y empezó a impartir las cuatro verdades y el camino óctuple: pasos prácticos hacia el despertar. Lo que se conoce hoy día como budismo preserva sus enseñanzas (dhamma) a pesar de que la mayoría de las tradiciones son devotas, religiosas y/o místicas en formas que Siddhattha claramente menospreciaba.

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Las rebajas budistas

Termina la navidad, los reyes magos se han ido, y ¿qué llega? Las rebajas. El sistema actual es muy inteligente, pues por escandalosamente obvio y visible que resulte su estratagema (empezar las rebajas justo cuando termina una época tradicional de compras ‘obligatorias’, para que sigamos gastando…), muchos picamos. Picamos a sabiendas del truco. Los medios y la publicidad, como apuntó David Loy en su curso en Barcelona hace unas semanas, sirven para normalizar cosas que podrían ser diferentes, que quizás incluso deberían ser cuestionadas.

Claro, queremos aprovechar que a partir de hoy y durante una época todo es más barato, aunque acabemos de gastarnos la tarjeta de crédito en las últimas semanas porque, claro, tampoco vamos a retrasar los regalos navideños… Bueno, y todo es más barato hasta que se junte con otra época de rebajas. Y por supuesto, más barato respecto un precio habitual que seguramente está hinchadísimo, con lo cual la rebaja es falsa. Al final nos encontramos en una situación de rebajas casi constante: la cuestión es que siempre sea un momento oportuno para comprar, da igual si la excusa es el día del padre o que ha empezado el otoño. Y como los de marketing conocen bien la tendencia humana a fijarnos en lo que tenemos delante en lugar de pensar con vista de pájaro, nos la cuelan.

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Ética sin reencarnación

[1,5 páginas]

El budismo ha descartado ya ciertas teorías cosmológicas antiguas de su propia tradición: el Dalai Lama ha afirmado públicamente que la idea del Monte Meru es poco científica y puede descartarse. Entonces ¿por qué no se pone igualmente a un lado la doctrina de la reencarnación, que pelea con la ciencia de forma similar? A parte de ocupar un lugar central en toda la teoría soteriológica (o salvífica) del budismo, la enorme resistencia -comprensible- a desembarazarse de la teoría de la reencanración puede deberse a la función ética que ésta desempeña.

IMG_4101Pero ahí va una pequeña reflexión que seguro que muchas personas de hoy nos hacemos. ¿Necesitamos, para llevar una vida moral, la motivación de ganarnos una próxima vida mejor o evitar una siguiente existencia llena de sufirmiento? ¿No nos recuerda esto al cielo y el infierno, que tantos hemos puesto a un lado ya? Es la vieja historia del premio y el castigo. Sí, funciona, es cierto. Pero no hay que temer: si descartamos la reencarnación y las consecuencias post-mortem de nuestros actos de ahora, podemos seguir siendo éticos comprendiendo dos cosas.

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