¿Por qué un blog que se autodenomina budista secular, que tiene voluntad de adaptar las enseñanzas, que muestra una actitud más bien reformista, se empeña en seguir volviendo a los orígenes del budismo? ¿Hace falta fundamentar las cosas en los textos de la antiguedad? Eso suena a apego. ¿Por qué no soltar completamente la etiqueta?
Me hago estas reflexiones a menudo—sí, a menudo, así de enfermo estoy. Y este artículo es sólo una respuesta de las muchas posibles. Son cuestiones complejas porque tienen que ver con historias personales, como la mía. Mi actitud iconoclasta convive con un amor y curiosidad por la historia del dharma en sus múltiples facetas. Parte de mi educación budista ha sucedido en entornos tradicionales en Asia y eso me ha moldeado tanto como mi cercanía con Stephen Batchelor y otras influencias. Y a pesar de la tendencia secular, valoro lo que muchos prefieren llamar espiritualidad en lugar de religiosidad, pero que viene a ser lo mismo; y es que doctorarse en un departamento de ‘Religious Studies’ pone en perspectiva estas etiquetas y nuestros prejuicios.
Quiero girar la cabeza hacia el futuro teniendo ojos en la nuca, porque no aprender del pasado sería estúpido (y no aceptar que lo hago sería arrogante). Muchos movimientos de cambio se dejan condicionar demasiado por la aversión, rechazan de forma reactiva, como una rebeldía adolescente. Aunque no podemos evitar esto por completo, sí podemos ser más maduros.

Me gusta describir mi relación con la tradición budista como bidireccional. Quiero promover una actitud que permita crítica respetuosa en ambos sentidos. Esto importa para adaptar el dharma al mundo contemporáneo, ya que si sólo somos críticos con la tradición sin dejar que la tradición desafíe nuestras formas de pensar y vivir, limitaremos su poder de transformarnos. ¿Qué nos mostrará lo que hay en nuestro ángulo muerto?
Asimismo, si no soy crítico con la tradición tampoco le hago ningún favor: ni contribuyo a su relevancia y supervivencia, ni estoy respetando su propio compromiso con la verdad y la liberación. Ni sólo una cosa ni sólo la otra. La bidireccionalidad es más fructífera y estimulante.
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