El absurdo de esconder los orígenes budistas del mindfulness

No voy a argumentar que el mindfulness sea budista; pero sí que hasta la consideración menos buddhist-friendly debería reconocer que proviene del budismo. Tampoco estoy diciendo que los cursos de MBSR/MBCT tengan que presentarse de esta forma. Creo que silenciar las resonancias budistas del mindfulness es absurdo porque no se necesita rascar mucho la corteza del cibermundo hasta encontrar las conexiones.

Es cierto que amortiguar esas resonancias es parte natural del proceso de emancipación del mindfulness. No obstante, tras ese ‘absurdo natural’ a veces se esconde una ideología inconsciente que, llevada a ciertos límites, cae en un absurdo bastante más ridículo. Por suerte, creo que lo que voy a describir sólo es aplicable a unas pocas ofertas de cursos o formaciones en mindfulness.

Aunque el mindfulness ya ande solo, no pienso que tenga suficiente historia propia como para no necesitar hacer referencia al budismo. Además, más allá de sus cursos habituales, no sé cuánto tiene que ofrecer por sí solito sin recurrir de facto al budismo o acoplarse a una terapia ya existente. Comparativamente, el mindfulness aún no tiene pelos en los sobacos, y está bien tocar de pies en el suelo y no olvidarlo.

Pero a parte del problema de la profundización, mi alarma son todas las formaciones que están surgiendo con el boom de esta moda y de su profesionalización, incluyendo, con especial énfasis, las formaciones universitarias en mindfulness. Las personas acreditadas por estos programas cada vez más numerosos tienen que poder ser capaces, sin pretender que todo el mundo sea aquí una experta, de responder las preguntas del alumno más curioso: ¿En qué se diferencia esto del vipassana? ¿De dónde sale la palabra ‘mindfulness’? ¿Cómo surgió este movimiento?

Hagamos un experimento mental. Imaginad a un grupo de gente que empieza a rezar el padre nuestro como práctica aislada, sin mucha atención al resto del catolicismo. Unos estudios científicos demuestran que aumenta el bienestar de las personas. Con los años, se pone de moda en un país que conoce poco nuestra religión autóctona y que no la adopta. Sólo rezan el padre nuestro. Peculiar, pero vale. Quizás sea un poco raro que digan ciertas frases como si no formaran parte de todo un sistema con su doctrina y sus creencias… (así deben de sentirse algunos budistas asiáticos) …pero ok. Al fin y al cabo, Europa no es la guardiana del mensaje de Cristo.

Pero ¿imagináis que hacen másteres universitarios donde no se cuenta la procedencia del padre nuestro? ¿O cómo se hizo el paso de la versión católica a la secular? ¿O que hay instructores acreditados de padre nuestro que no saben responder si alguien les pregunta qué significa santificar, o qué es la culpa?

Eso es lo que ocurre con algunos de los programas de formación. Mientras muchos (quiero pensar que la mayoría) abordan estas cuestiones, hay otros de los que los alumnos pueden salir sin que les hayan hablado nunca de Ledi Sayadaw, o sin haber siquiera leído el Satipaṭṭhāna Sutta. Y en el caso de los másteres universitarios, esto no es una simple cuestión de educación neutral ni laica, sino deficiente.

Mi argumento no es que la práctica del mindfulness tenga que incorporar más budismo, sino que la profesionalización del sector y los estudios universitarios que nazcan al respecto no estaría de más que lo hicieran con rigor y con estándares académicos altos, de la misma forma que en las carreras científicas se trata la historia del campo, ¡aunque sea por encima!

Lo que quizás me da miedo —espero que injusitificado— y que seguramente sea mi obsesión académica particular, es que haya cierta tirria al vínculo causal entre el budismo y el mindfulness, y que detrás de esa tirria haya una actitud ya no atea, sino antirreligiosa, que nada tiene de neutral ni racional. Me explico:

Me crié en un entorno laico y ateo. Bueno, tanto como se puede dentro de nuestra cultura remojada de zumo católico —aunque en proporciones cada vez más homeopáticas. Al adentrarme más y más en el budismo, me fui dando cuenta de que gran parte del rechazo social a la religión no se corresponde para nada con la actitud racional y madura de que se presume: es superficial, es emocional y reactivo.

A decir verdad, esto tiene toda la lógica del mundo. Toda época se define en oposición a un pasado al que reacciona. Pero al atar las opiniones que tiene de ese pasado a su nueva identidad, dichas opiniones adquieren un carácter poco-negociable: son parte de una especie de ‘yo’ histórico-colectivo, lo que dificulta que sean revisadas y se descubran los sesgos que hay en ellas.

El ateísmo se enorgullece de haber dejado atrás la religión, a la que trata como la infancia de la humanidad. Pues siguiendo el símil, quizás ese rechazo automático que caracterizó a las últimas décadas es una adolescencia, con su correspondiente rebeldía de rigor. El problema es que las generaciones jóvenes ya no hemos tenido que batallar con el catolicismo de la misma forma que las generaciones previas, las que instauraron la secularidad. Y sin embargo, hemos heredado de ellas un conjunto de opiniones, a mi modo de ver simplistas y generalizadas, que acaban funcionando como prejuicios, porque en realidad no conocemos de primera mano.

No estaría mal dejar atrás también esa adolescencia y ver con más imparcialidad el fenómeno religioso en toda su complejidad, su no-uniformidad… Porque tiene distintas áreas y no todas están igual de obsoletas. En muchos sentidos, la moda del mindfulness es una vuelta, consciente o no, al componente religioso o espiritual de la vida. Y visto así, parece un tanto ridículo hacer como que estas prácticas no provienen de una religión.

Para mí la gracia es que la experiencia de sentarse a meditar te lleve a abordar la pregunta de cómo vivir en este mundo, incluya la angustia existencial, la reflexión ética, la motivación, etc. Me parece una lástima perder todo eso y limitarse a una técnica de caricia vital por culpa de una reticencia absurda a adoptar elementos de una tradición religiosa —o hacerlo pero ey, sin que se enteren eh…

Quizás es inseguridad: la inseguridad de una época que ya no puede seguir negando sus necesidades existenciales (espirituales) pero a la que aún le cuesta enfrentarse a ciertos prejuicios y nociones calcificadas. Con confianza suficiente, no hay miedo a adoptar nada, a ser riguroso, a desafiar las propias percepciones, o incluso a convertirse y renovar aquello que necesite renovarse.

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5 comentarios en “El absurdo de esconder los orígenes budistas del mindfulness

  1. Sabes que Ted Meissner este ensenando una clase de MBSR oficial por la internet. No recuerdo si menciono explicitamente las raices budhistas del mindfulness durante la clase (estaba en su primera sesion como estudiante), pero al mismo tiempo, ya las sabia y no prestaria mi atencion en este detalle. Pues, pienso que le interesa a Ted tus opiniones aqui (pero ahorita no tengo la energia a probar una tranduccion por el, lol). Tal vez le interesa hablar con el directamente si les interesa hablar entre si sobre el subjecto? ~Jen

    1. Hola Jennifer. Sí, estoy al tanto del curso online de Ted. ¿Quizás puede leer el artículo con google translate? No es ideal, pero es algo. A nivel de curso de 8 semanas no creo que sea *necesario* mencionar las raíces budistas, aunque la reticencia a hacerlo nos dice algo sobre nosotros y la sociedad. Pero los ‘problemas’ los veo más en la profundización y la profesionalización del sector.

  2. Me parece una entrada oportuna, tanto más cuanto se trata de un sitio en el que no se pone el foco en el aspecto religioso del budismo.
    Las religiones se han ganado a pulso muchos de los prejuicios que despiertan, precisamente por concentrarse en las limitaciones que pretenden imponer.
    Otra cosa es la espiritualidad. Y por ahí quizá sea por dónde pretenda ir el movimiento mindfulness.
    Por otra parte, prácticas contemplativas y meditativas se encuentran en otras religiones, además de en el budismo, no pertenecen al budismo en exclusividad. Pero parece de necios negar la importancia de esta práctica en el budismo.

  3. Me parece muy bueno el artículo, Bernat.
    Lo de los pelos en los sobacos, un puntazo. Me he reido mucho. Y lo de los profesores de padrenuestros también.
    Pero es que la situación también es un pelin absurda, vamos.

    Es un artículo genial. Gracias.

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