En defensa del estudio académico del budismo

Si has leído nunca este blog, o mi bio, sabrás que parte de mi labor es el estudio (académico) del budismo temprano. Soy un estudioso, y soy un practicante. En este blog escribo cosas prácticas, y también cuestiones que tienen que ver con la historia del budismo y sus ideas. Dirijo una pequeña sangha, imparto talleres esporádicamente y retiros como profesor asistente. Y también tengo un lado escolástico: pronto empezaré un doctorado en el Centre for Buddhist Studies de la Universidad de Bristol.

Todo esto no lo cuento para fardar, sino porque esta combinación de elementos es poco frecuente y me ha valido comentarios bastante curiosos, tanto en mi actividad bloguera como en entornos meditativos. Para poner un ejemplo: a inicios de este año estaba en un monasterio en Asia y conté a alguien que me había decidido a hacer el doctorado: la conversación fue derivando del “qué interesante” al “esto no es lo que toca.” Mi interlocutora era veterinaria y yo no sentí la necesidad de decirle que curar a hámsters “no es lo que toca,” por muy noble que sea la labor.

(Aquí cuando practicaba para leer manuscritos pali birmanos. Nunca lo usé y apenas lo recuerdo. ¿Fue una pérdida de tiempo? Bueno, no es peor que pasar horas en youtube.)

Otra respuesta que recibo aquí o en facebook, muy elaborada y nada gratuita, es del tipo “tanta palabra para qué, eso no ilumina.” Y siempre me quedo pensando: ¿Irá a blogs de windsurf a comentar lo mismo? Hacer windsurf tampoco ilumina… Y si sí, ¿por qué estudiar pali no?

El sesgo anti-intelectual es profundo, no razonado (lo cual por lo menos es coherente) y reactivo. Es como si estudiar la filosofía o historia del budismo fuera lo peor de lo peor de todo. Peor, no sé por qué motivo, que estudiar química orgánica. Eso no entorpece tu camino al nirvana, por lo visto, pero estudiar textos budistas sí. ¡¿WTF?! ¿Hay una policía dhármica que se asegura que con el dharma sólo se hace lo debido?

Es una postura muy peculiar, e incoherente. Por un lado sostenemos que la práctica puede realizarse en una vida cotidiana, hagas lo que hagas, por ejemplo doctorarte en filología. Pero por el otro, es como si fuera un crimen doctorarse en budismo, porque eso no es «lo que hay que hacer con el dharma.«

Es decir, que si lo que estudias es la evolución fonética de las lenguas eslavas o la obra de Tolstói no pasa nada: medita y aplica el dharma con tus compañeros de departamento, cuando das clases o mientras escribes un artículo para una revista académica. Todo puede ser material para tu crecimiento espiritual. Pero si estudias la evolución del pensamiento budista en el medievo tailandés, entonces esto no sólo no puede ayudarte en tu práctica sino que directamente te hace retroceder casillas: es un impedimento de una manera que no lo es ser pizzaiolo o enseñar literatura rusa. No tiene ni pies ni cabeza.

Abordar el dharma únicamente desde el intelecto y la teoría y luego no practicar es una pérdida de tiempo y recursos —en el caso de que aspires al despertar, claro. Es el famoso símil de estudiar un libro de recetas sin ponerse nunca a cocinar. Pero sostener que el mero hecho de usar el intelecto y estudiar teoría es un problema por sí solo es falaz. Asume, erróneamente, que la práctica queda excluída de forma automática. El peligro de quedarse en lo teórico existe, no hay duda, pero en sí mismo el estudio de ninguna manera impide la práctica. Ambas cosas pueden combinarse. Es posible leer el libro de recetas, cocinar y comerse los deliciosos platos. (Y tampoco es que evitar el estudio te garantice que practicarás más y/o mejor.)

A menudo este tipo de críticas se traicionan a si mismas porque no reconocen que sus posturas prácticas dependen inevitablemente de teorías y conceptos. ¿Por qué serían distintos el dzogchen y el budismo nichiren si sus bases ideológicas fueran las mismas? Que se sea ciego a ellas no las hace desaparecer. Cocinar sin haber ido a ningún curso ni leído nunca un libro de gastronomía no significa que tus platos no obedezcan a ciertos principios. Sólo que quien te enseñara no los hizo explícitos, o quizás has aprendido de intuición. Pero ¿por qué rechazar la información, si la destinas a su uso propio de nutrirte?

Ignorar los conceptos que yacen implícitos debajo de un sistema de práctica es sencillamente eso, ignorancia. Y la sabiduría difícilmente se construye sobre la base de la negación. No afirmo, así de forma generalizada, que sea imprescindible conocer esos conceptos. Al fin y al cabo, yo me frío un huevo con mucho éxito sin tener ni papa de la química involucrada en el proceso. Pero, por un lado, si mis ambiciones son más elevadas probablemente tenga que aprender algo. Y, por el otro, sería bastante ridículo que debido a mi negativa me paseara por el mundo criticando a cualquiera que hable de química.

El problema es quedarse con el intelecto, la teoría, el estudio, etc. a expensas de la práctica, no en combinación con ella. El miedo obcecado de que estudiar te imposibilitará practicar es absurdo, no está basado en la experiencia —por lo menos no en la mía. Paradójicamente, es una teoría, y una suposición. Si has tenido dificultades con esa combinación, se puede reajustar y aprender a evitar esos desequilibrios; pero hay que responsabilizarse de ello en lugar de echar las culpas fuera.

Algunos motivos de esa reticencia, incluso diría ese dogma anti-intelectual, son históricos. Acarreamos mucho bagaje del movimiento romántico que surgió como respuesta a la ilustración europea. Y como el estudio académico del budismo parece (y en parte es) herencia de esa ilustración, ese bagaje no reconocido se descarga ahí.

Pero en las sociedades asiáticas se ha estudiado siempre —principalmente los monjes, se entiende. Y proyectar a esa realidad nuestros arquetipos confrontados del estudioso y el místico, la razón y el sentimiento, es como poner ketchup a un bol de ramen. Esto no es decir que el budismo no haya albergado tensiones entre estudio y práctica (véase la tradición kammaṭṭhāna de Tailandia); pero un poco de contextualización visibiliza los filtros con que nos relacionamos con el dharma. Luego somos libres de comer ramen con ketchup si queremos, faltaría más, pero sabremos lo que estamos haciendo.

Éste ha sido un argumento académico, y lo he usado porque ilustra que la supuesta teoría y la razón pueden usarse para relativizar actitudes rígidas, dogmáticas y arrogantes. Es decir, para propósitos prácticos. Tienen su lugar. El budismo antiguo nunca recomendó tirar por la borda pensar, así al por mayor. La cuestión es aprender a pensar bien, a no ser pensadores reactivos, y a trascender el pensamiento y sus límites en sus debidos contextos.

También hay que saber dónde se está. Claro que podemos lanzar argumentos de que la Verdad con V mayúscula es inefable y tal y pascual, pero yo no floto en esa Verdad. Y si alguien sí, ¿qué necesidad podría tener de iniciar un debate no solicitado que usa palabras? Encima, me da que en ocasiones esos argumentos son un recurso fácil y enmascaran inseguridades personales.

Los autores madhyamaka se esforzaron en esclarecer que la realidad última no existe separada de la convencional, para que no hiciéramos lo que hoy se llama un bypass espiritual y nos mudáramos a las nubes no-duales como estrategia de evasión. Si el estudio te confunde, te supera o te incomoda, repito: responsabilízate de esas emociones, no respondas atacando. Hay vías que no enfatizan el estudio y son igual de válidas.

El anti-intelectualismo es una forma de aversión y, como tal, dispara patrones reactivos y altera la percepción. Uno publica algo de teoría y otro responde habiendo interpretado un “sólo” que no se encuentra en el primer texto, como si hablar de una parte del dharma rechazara directamente el resto. Son falsas dicotomías. Esto es como si yo leo un artículo sobre cómo aplicar la palabra correcta en las relaciones personales y dejo un comentario objetando que el zazen en silencio también es importante: nadie dijo que no. O que es lo único realmente esencial: bienvenidos al dogmatismo —y a cómo no tener una conversación fructífera. Es un ejemplo de apego a opiniones e ideologías (diṭṭhupādāna). El intelectualismo, por supuesto, es el otro extremo, es otra ideología, una que no estoy promoviendo en este post.

A parte de darme acceso a textos en su lengua original y de permitirme profundizar en mis intereses, cosa que ha irrigado mi práctica, de mis estudios académicos he sacado un mayor aprecio por la variedad de doctrinas y prácticas en que se ha cristalizado el dharma. Por mucho que mi interés principal sean el primer par de siglos, he aprendido una actitud de respeto e interés hacia otras expresiones. Y eso erosiona el sectarismo. (Tengo a medio hacer un artículo sobre el término “hinayana” que ilustra este punto.)

Al final, la historia es una gran lección de impermanencia y vacuidad. Al comprender mejor el tapete de circunstancias históricas —algunas veces doctrinales pero otras culturales o económicas— que han dado forma a las distintas tradiciones budistas, gano perspectiva y libertad. Además, hacer crítica histórica-textual, que es uno de los nombres rimbombantes que tiene lo que hago, desafía constantemente mis suposiciones y favoritismos sobre el dharma, dándome mil oportunidades de practicar con mi ego, apegos y reactividad. Así que, de hecho, el estudio académico puede ser una rica área para la práctica. Como todo, si uno se lo propone.

No creo que haga falta estudiar muchas de las cosas que yo estudio. Pero si quieres, puedes. No hay nada que temer. Hasta hoy, mi librería nunca ha confabulado contra mí y ha bloqueado la puerta atrincherándome en casa contra mi voluntad para impedir que me vaya de retiro. Si sucede ya os lo contaré.


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14 comentarios en “En defensa del estudio académico del budismo

  1. Bernat, muy buena, tu reflexión sobre la aversión al estudio entre muchos aficionados al budismo. Yo, que estoy en el mundo del zen, ni te cuento los prejuicios con que me encuentro, por la banalización del zen que ha ocurrido en los últimos años, entendido como antipensamiento, un método para decorar, para aplicar a la cosmética, etcétera, pero no para estudiar los principios en que se fundamenta.

  2. Gloria (aquí otra Gloria 🙂 ), suscribo totalmente lo que dices, también he vivido y vivo los prejuicios de gente en el zen que se centra en el ¨zen es zazen¨ y ¨todo es vacío¨ y no se bajan de ahí. Y a mí, que me fascina todo el mundo del budismo, leer sobre su historia, arte, filosofía, desde una perspectiva académica, me quedo como…bueno… pues hij@, a mi dejarme en paz con mis cosas.
    ¡Un saludo! ¡Buena defensa, Bernat!

  3. Pues a mi me parece maravilloso lo que haces. Puedes estudiar budismo sin ser practicante, solo por interés. Pero si encima eres budista practicante y estudias en la profundidad que tú lo haces, me parece el summun. Los grandes maestros lo hacen
    Thich Nhat Hahn ha sido un estudioso del budismo toda su vida. Enseñar el Dharma es la meta, en teoria. Cuanto más conozcas lo que enseñas, mejor puedes enseñarlo. Eso es lo que lo mantiene vivo.
    Miy buenos tus artículos, gracias.

  4. Un placer leerte, comparto tu punto de vista, personalmente es algo que he vivido en primera persona pero curiosamente en otro campo del conocimiento; soy profesor y estudiante de música, algunas de las falacias que enumeras en tu texto son las mismas que se ven en esta área, algunos creen y defienden la idea de que al estudiar de manera formal, teórica y académica, la música pierde su valor expresivo, llegando incluso, en ocasiones, a burlarse de quienes deciden tomar caminos mas formales, pero como expresaste de manera tan clara esta misma afirmación no es mas que la combinación de la ignorancia histórica de la propia teoría que respalda este punto de visto (el romanticismo), inseguridades personales( ya que la idea de que puede requerirse mas que lo que estoy haciendo para dominar un área en la que tengo interés atenta contra el narcisismo de creerse uno con el objeto de estudio, pone de manifiesto la distancia entre lo que soy y lo que deseo ser), y sospecho que también cierta pereza.
    Lo que me sorprende es que esta misma lógica se repita en un área que justamente busca «atacar» estos funcionamientos mentales propios del ego y la ignorancia. En fin el ser humano es muy creativo a la hora de justificar sus incoherencias. Saludos desde Uruguay y a seguir estudiando !

  5. Soy defensor acérrimo del estudio intelectual. Sin el no sabríamos de donde venimos, ni a donde ir.
    No creo que sea un problema únicamente del estudio del budismo. Yo creo que es un problema cultural y social. No se valora lo mental, lo inmaterial… A los niños se les cuarta la imaginación, la ética y la filosofía se están dejando de enseñar…
    Las personas como tu son necesarias para explicarnos las cosas que nosotros somos incapaces de apender porque es lo que nos dara algo más de ‘libertad’ en el futuro. Saber de donde venimos es importante para saber si hay que volver o no. Porque las cosas son como son por su pasado… todo esta conectado.

    Mientras disfrutes de lo que haces sin hacer sufrir a nadie (incluido tu mismo) no creo que nadie pueda juzgar tus actos.

    Fuerzas mil
    _/\_

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