Buda y la virtud del habla (II)

¿Qué sucede si tomamos la atención plena (mindfulness), la alejamos de la respiración y la llevamos a lo que decimos? ¿Podemos aplicar lo que hacemos cuando meditamos a nuestro proceso de hablar? Mantenernos presentes, no dejarnos cautivar por trenes de pensamiento conflictivos, observar el nacimiento de intenciones… ¿Cuánto valor tiene la meditación si se limita a experiencias mentales privadas y no se traduce en palabras? ¿Se puede meditar hablando? ¿Qué significaría?


En la primera parte de esta serie escribí: «A finales del año pasado, exploramos este tema con nuestro grupo de meditación y me gustaría compartir algo de eso en dos artículos. El segundo introducirá unas guías prácticas para cultivar la palabra apropiada; pero de momento introduzcamos la idea.» ¡Esto fue el 18 de abril de 2016…! Como fecha de caducidad para una promesa, un año es bastante, así que ahí voy. Pero empezaré resumiendo en un párrafo el contenido del primer artículo (aunque, evidentemente, es mejor que os lo leáis, qué voy a decir yo…).

Cuando el Buda hablaba de la «palabra inapropiada» se refería a cuando el contenido es falso (a sabiendas), mal intencionado, con ánimo de difamar, dividir y enemistar a gente, el tono es áspero, antipático, o se trata de cháchara infructífera. El problema con lo último es cuando desemboca en contar verdades ‘photoshopeadas’, exageraciones y cosas negativas de otros con el fin de ensalzarse a uno mismo, o simplemente divertirse, sin tener en cuenta el posible daño a terceros ni si los rumores en que uno participa son realmente ciertos. El reto es mantener las conversaciones sociales y ligeras ceñidas a lo cierto y a lo que es fructífero compartir. Sin embargo, el mismo Buda afirmaba que a veces hay que decir cosas desagradables en el momento oportuno: no se trata de callarse todo lo que pueda no gustar ni de aspirar a un estado en el que, mágicamente, nadie se ofenda jamás a lo que hemos dicho. Es imbuir nuestra comunicación de valores como la honestidad, el cuidado y la amistad.

Pero ¿cómo practicar todo esto? Para empezar, reflexionando sobre el tema y aportando atención plena a todo lo que hacemos: estos dos ingredientes hacen posible el volvernos más sensibles para captar la intención de hablar en el momento y discernir la motivación que yace debajo, comunicándonos con los demás de forma menos reactiva. Proponerse ser especialmente consciente del habla durante un día entero es un ejercicio revelador. También pueden probarse ejercicios más concretos durante un tiempo determinado: no decir nada que no sea verdad (hasta donde puedas saber); no hablar de quien no está presente; hablar conscientemente de lo positivo de algo o alguien, etc.

Con nuestro grupo de meditación probamos algunos de este estilo durante una semana y, para mí, lo interesante de estos ejercicios fue el proceso, lo que se descubre en el camino. Al mantenerme fiel a lo que nos habíamos propuesto (es más fácil en grupo) y abstenerme de decir ciertas cosas, me vuelvo mucho más consciente de mis patrones y me veo obligado a indagarme. ¿Por qué siento ganas de engrandecer esta anécdota? ¿Qué me mueve a ocultar algo de mi vida? ¿Tengo miedo a lo que puedan pensar, o quizás no estoy realmente de acuerdo con lo que hago? ¿Por qué insisto en sacar a relucir los puntos débiles de Juan? No creo que se trate de considerar que cualquier comentario negativo no es ético; esto sería ingenuidad y evasión, una ‘espiritualidad reblandecida’. En la parte 1 se dio una respuesta a cuál es entonces la diferencia si aún se dicen cosas desagradable. Aquí, veamos algo que comentó Sariputta, uno de los principales discípulos del Buda:

Amigos, un monje que quiere reprobar a otro, primero debe establecer en sí mismo cinco cosas. Y, ¿cuáles son esas cinco? [Debe considerar:] ‘Voy a hablar en el momento oportuno, no en el momento inoportuno; voy a hablar con la verdad, no falsamente; voy a hablar gentilmente, no ásperamente; voy a hablar de manera beneficiosa, no perjudicial; voy a hablar con la mente con amor benevolente, no mientras albergue odio’.          — AN 5.167

Una vez más, los criterios tienen que ver con la veracidad, la intención, las formas y el momento adecuado. De forma que estén más a mano en cualquier momento, uno puede resumir estas reflexiones en tres preguntas a hacerse antes de decir algo: ¿Es cierto? ¿Es beneficioso? ¿Es amable? También he oído «¿Es necesario?» como segunda pregunta, sugiriendo que si no lo es, necesitaremos buenos motivos para decirlo. En el caso de algo realmente delicado, se puede añadir una cuarta pregunta: ¿Es un buen momento?

En inglés existe un acróstico genial: Antes de hablar, piensa (THINK) si lo que vas a decir es
True (cierto)
Helpful (útil)
Inspiring (inspirador)
Necessary (necesario)
Kind (amable)

Quizás en español podemos aplicar «el criterio del CUBO«:
¿Es Cierto?
¿Es Útil?
¿Es Bien intencionado?
¿Es Oportuno?

La broma del acróstico funciona mejor para catalanoparlantes, ya que la expresión equivalente a «meter la pata» en catalán es «ficar els peus a la galleda» (meter los pies en el cubo), que básicamente se refiere a decir algo y cagarla. ¿Se os ocurre alguna otra combinación que pueda ser fácil de recordar?

Estos ejercicios deben contextualizarse con el énfasis del dharma en la condicionalidad. Al emprenderlos es útil no obsesionarse con los mensajes y mirar siempre a las condiciones. Es decir, ver qué cosas favorecen que hablemos de tal o cual modo, hasta qué punto nos influye el ambiente, los patrones habituales que hemos creado con un cierto grupo de gente, las emociones acumuladas y las opiniones fijas que mantenemos acerca de cosas y personas.

Quizás a alguien todo esto le puede resultar un tanto básico o mundano (¡como si fuera fácil…!), o le suene moralista como cuando de pequeños nos dicen «sé bueno», un tipo de discurso que no sé si atraería a mucha gente hoy día. Sin embargo, por muy espirituales, experimentados o cultos que nos consideremos, vivimos y andamos en un mundo real, frágil y fascinante que compartimos con otros cuyas interacciones con nosotros cuentan; y ante el hecho de que el tiempo que pasaremos en él es limitado, no podemos realmente evitar la pregunta de qué carácter queremos cultivar en el mundo, a menos que queramos vivir durmiendo. Este carácter se expresa, entre otras cosas, con palabras. Así que ¿por qué no debería entrenarse este área? No tiene mucha lógica. Si la meditación, el mindfulness o caminos similares no filtran sus beneficios hacia la lengua y las cuerdas vocales, quizás aún llevemos puesto un impermeable entre el cerebro y el resto de nuestro cuerpo.

Dibujo de Kernel Peralta.


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9 comentarios en “Buda y la virtud del habla (II)

  1. Bernat, excelente artículo. Gracias. Tiene el jugo de sentido de la sabiduría/enseñanza búdica en tanto que intemporal y todo el jugo de su sentido en la filosofía práctica existencial actual. Señala al fondo, precisa y conduce, prácticamente.
    » […] no podemos realmente evitar la pregunta de qué carácter queremos cultivar en el mundo, a menos que queramos vivir durmiendo. Este carácter se expresa, entre otras cosas, con palabras. Y ¿por qué no debería entrenarse este área?»

  2. Muchas gracias Bernat! _/\_

    Os dejo un cuento relacionado con el tema de los 2 posts, que a mi personalmente me gusta mucho.

    «Las Tres Rejas »
    Antiguo cuento chino anonimo

    El joven discípulo de un sabio filósofo llegá a casa de éste y le dice:

    -Oye, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…

    – ¡Espera! lo interrumpe el filósofo-. ¿Ya has hecho pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

    -¿Las tres rejas?

    -Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

    -No. Lo oí comentar a unos vecinos.

    -Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

    -No, en realidad no. Al contrario…

    -¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

    -A decir verdad, no.

    -Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdadero, ni bueno ni necesario, enterrémoslo en el olvido.

    Extraído de facebook «Guerreros espirituales»

    1. Gracias Juan! Una persona del grupo contó también esta historia, lo llamaba los tres filtros. Mi maestro U Tejaniya siempre aconseja preguntarse, antes de cualquier cosa, siempre que se nota un impulso: ¿bueno o no? ¿Necesario o no?

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