La reverencia de las monjas

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El autor y un compañero dirigiéndose a la ceremonia de ordenaciónEste año, estando de retiro de meditación en Myanmar (antes conocido como Birmania), tomé votos monásticos durante el mes de enero. La ordenación temporal es un fenómeno muy extendido en países del sudeste asiático como Myanmar y Tailandia, en los que casi todo varón de familia budista pasa por la experiencia del monacato por lo menos una vez en la vida.

Se considera que alguien que haya sido monje budista, aunque sea por un periodo de tiempo bastante breve, está más maduro y preparado para el matrimonio; de hecho, durante mi experimento de un mes en ese monasterio vi a más de un adolescente o veinteañero aparecer y desaparecer de domingo a domingo. A un amigo mío tailandés, sus padres le mandaban al monasterio durante las vacaciones, como quien en occidente va a un campus de verano a practicar deportes de exterior o aprender inglés. Y no son sólo jóvenes los que se ordenan durante un tiempo corto: también hay hombres adultos que deciden aparcar por unas semanas o meses sus obligaciones mundanas, e incluso jubilados que se toman una época de reflexión y meditación más intensa. (Escribo en masculino porque, aunque también existe el monacato temporal para mujeres, la “obligación” social se refiere principalmente a hombres.)

A algunos, sobre todo a aquellos pertenecientes a tradiciones o sociedades budistas que no practican el monasticismo temporal, les parecerá que es poco serio, que esta “trampa” carece de mucho valor y que diluye el significado del monasticismo. Es cierto que en muchas ocasiones esta práctica social degenera en un puro trámite del que muchos jóvenes salen sin haber aprendido nada, habiendo pasado una semana pintoresca. Pero otros, como todos aquellos con los que hablé, agradecían mucho la vivencia y la guardaban en alta estima. Incluso yo, que por varios motivos no acabé de sentirme del todo cómodo en mi rol de cabeza rasurada y hábito granate, sentí el valor de esa experiencia.

También reconocí que eso depende mucho de la persona y que seguramente un mes de retiro sin túnica es lo más recomendable para occidentales, sobre todo para aquellos que no se sientan demasiado identificados con los valores de la institución budista tradicional. Además, treinta días laicos de meditación ya tienen de por sí mucho poder. Por otro lado, para los que se estén planteando una existencia monástica, tomar votos temporales es una oportunidad perfecta para hacerse una idea de qué puede ser vivir de esa manera.

Quizás resulte un poco evidente que yo, que gestiono un blog sobre budismo secular y obviamente no comparto ciertas ideologías del ‘establishment’ budista asiático, no iba a encontrarme precisamente como pez en el agua. Y quiero hablar de uno de esos aspectos que más incómodo me hizo sentir.

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En cuanto pasé a formar parte de la sangha monástica, muchos (especialmente los birmanos) cambiaron su forma de relacionarse conmigo, y se dirigían a mí con el respetuoso epíteto de “bhante.” Yo intentaba recibir humildemente ese respeto (la misma admiración que yo sentía antes por los valientes que tomaban hábito) y trataba de tomármelo como un ánimo para aprovechar esa oportunidad. En pocos días me acostumbré a mi nueva imagen y posición pública: a comer en el comedor de los monjes, a salir descalzo por las mañanas a mendigar la comida con mi brillante bol negro, a pasarme la mano por el cascarón y que estuviera liso, a sentarme siempre delante de los laicos, a dejar de utilizar el nombre que mis padres me pusieron… Podían gustarme más o menos ciertas normas y costumbres, pero intentaba cumplir con mi papel y contentar a los locales. (Ser monje en Myanmar tiene un componente externo, social, muy importante: representas las enseñanzas del Buda y la institución que las ha transmitido hasta hoy, así que aprendes a tomarte la veneración de la gente no como algo personal, sino por lo que representas.)

Pero hubo algo a lo que nunca pude acostumbrarme: la extrema reverencia con que las monjas empezaron a tratarme. Me miraban con la cabeza baja; al cruzarnos, se detenían poniendo las manos en súplica hasta que yo hubiera pasado, y entonces seguían andando. Mujeres laicas (y algunos hombres) se comportaban de manera similar conmigo, cosa que podía comprender; pero ¿por qué las monjas? ¡Ningún monje me trataba así! El grupito de monjes occidentales nos relacionábamos con mucha deferencia los unos por los otros: pero era una deferencia entre iguales. Los únicos intercambios con otros monásticos en los que sentía desigualdad eran con los veteranos, cuya antigüedad me merecía respeto. Pero si la orden se rige por cuestiones de veteranía, pensé, ¿por qué actúan así conmigo casi todas las monjas, si llevo en estas ropas apenas unos días?

Una vez esta reflexión hubo empezado en mí, me fue imposible no registrar con cierta indignación otros “detalles”: ¿Por qué las monjas no comen con nosotros, sino en el comedor de los laicos? ¿Por qué andan siempre detrás nuestro? O lo que más me perturbaba: ¿Por qué se alinean en la ronda de limosnas para ofrecernos comida? Fui incapaz de recibir arroz en mi bol por parte de una monja sin sentirme mal, sin murmurar muy bajito un “lo siento.”

IMG_3127Me reconfortó encontrar a otros que compartían mi incomodidad. “Yes, that part sucks,” me dijo un joven monje coreano educado en norteamérica. Pero otros intentos de hablar del tema con monjes occidentales fracasaron, con gran sorpresa e incredulidad por mi parte. Sí, no existe tradición de bhikkhunis en Myanmar, por lo que todas las monjas son sólo novicias, y esto explica ciertas cosas como por qué pueden manipular dinero y no son totalmente equiparables a los monjes; pero la excusa no me sirvió para todo. Los novicios no comían con los laicos, comían en el piso de arriba con nosotros. Tampoco ofrecían comida a los monjes, sino que iban cada madrugada al pueblo con nosotros a pedir comida, si bien eran los últimos de la fila. Y no recibía esa veneración de su parte.

Todo me llevaba a la triste conclusión de que las monjas estaban situadas casi (o sin casi) al mismo nivel que los laicos. Comer con los laicos, manipular dinero, tratar a los monjes con tal veneración, incluso ofrecerles comida: esos son atributos de los laicos. ¿Es que no son ellas también parte de la sangha ordenada? ¿Qué significa entonces que sean monjas? ¿Cuáles son las diferencias a efectos prácticos? ¿De dónde viene la reverencia de las monjas? ¿Quién las educa de esta forma?

Seguramente es un modelo que se perpetúa: uno imita lo que ve de los mayores, y “donde fueres haz lo que vieres.” Reconozco mi tendencia a simplemente juzgar, casi irreflexivamente, las diferencias culturales que me encuentro, e intento ser cauto puesto que sé que en ocasiones hay organizaciones sociales distintas de aquella en la que me crié y que, en sus propios entornos, hay que reconocer que funcionan. Pero también entiendo que me sintiera como me sentí y pensara como pensé, y no acabé de comprender a otros monjes occidentales que no parecían tener el mismo conflicto y se limitaban a justificar el orden de las cosas con los razonamientos más rocambulescos. Lo que sí creo sin reservas es que ese sistema desigual y, digámoslo con todas sus letras, machista, no puede proliferar en nuestras sociedades. Es absolutamente lógico, comprensible y legítimo que un budismo occidental no adopte estos aspectos del budismo asiático. De hecho, me parecería del todo incomprensible que los continuara.

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14 comentarios en “La reverencia de las monjas

  1. No consigo entender cómo un budista secular toma «votos» en una realidad como la que se describe. Y otra vez parece justificarse el machismo y otros «ismos» con la recurrente «diferencia cultural». En todo caso es un artículo interesante. Gracias.

  2. Gracias por tu comentario Pedro. Los motivos para la ordenación temporal son personales y sigo pensando que una buena parte de esa experiencia fue interesantísima. Otras cosas que fui descubriendo más tarde me generaron un rechazo e incomodidad que es lo que cuento en el artículo.
    La desigualdad entre hombres y mujeres no es ni justificable ni injustificable: es desigualdad. Juzgarla buena o mala es otra cuestión. Como bien indicas, a veces se abusa del relativismo cultural; pero también es cierto que hay que ir con cuidado con ir por el mundo imponiendo los valores propios. Las demás culturas deben hacer su camino, no quieren que los demás vayan ahí con lo que llaman el «privilegio blanco» y les dicten cómo hacer las cosas, ya evolucionan ellas mismas a su ritmo con los intercambios que tienen con gente de otros lugares y las sugerencias y opiniones que reciben.
    Quería dejar clara esta cautela al final del artículo porque mi papel no es tanto el de juzgar si en Myanmar hacen las cosas bien o mal (nadie me ha llamado a ese fregao) sino subrayar que lo que hacen ahí choca con nuestros valores y que, por lo tanto, es lógico que no nos guste y que en nuestro budismo no copiemos esta parte de su receta.

    1. Muchas gracias por el artículo, el cual es muy interesante. Creo que no todos los budismos asiáticos son así, existen Maestras budistas de gran autoridad.
      Gracias por todo en general, yo estoy buscando un budismo secular y agnóstico.

  3. Efectivamente Ismael, hay grandes y reconocidas maestras budistas y las ha habido a lo largo de toda la historia, en algunas tradiciones más que en otras. Los motivos son varios y son culturales: es decir, no creo que haya nada en las ideas budistas en sí que sea discriminatorio hacia ningún colectivo, pero como el budismo no puede existir independiente de las sociedades sino únicamente dentro de una, toma también algunos de sus valores y prácticas.
    Esto es importante, porque también un budismo secular y agnóstico está surgiendo por tomar estos valores de nuestra cultura: el secularismo, el agnosticismo…

    1. Gracias por tu respuesta y te felicito por el blog. Yo me acerqué en un principio al Zen justamente porque me atraía la idea de una meditación sin mantras y sin contenidos mentales. Siempre decía que no veía la conexión entre el núcleo de las enseñanzas y todo el bagaje de la cultura oriental que viene junto con el paquete. No entendía cómo una cosa podía llevar a la otra, y encontré en internet el libro de Batchelor: «Budismo sin creencias» y eso me definió.

      1. ¡Ese libro que nos ha definido a tantos….! Gracias por las felicitaciones, se agradecen 🙂 ¡Es más trabajo de lo que parecía cuando me metí en esto!

  4. Me ha encantado tu artículo porque has señalado un aspecto misógino dentro de una rama del budismo, que es mas bien un aspecto social misógino en una cultura particular, que encuentra reflejos y ampliaciones en todas las culturas, tanto orientales como occidentales. y ha sido muy prudente de tu parte el uso de las palabras y la construcción del artículo, has sido respetuoso de las diferencias culturales, pero también respetuoso de tus propias introspecciones. Creo que efectivamente ha sido una experiencia valiosa y lo celebro contigo.
    Como «budista secular» (por utilizar alguna etiqueta de referencia) creo que es valioso sumergirse en la tradición con una mente clara que sabe cuestionar, con los ojos abiertos y con el corazón dispuesto. No es fácil. pero creo que lo has logrado.
    Pienso que como aprendizaje es importante reconocer en donde somos prejuiciosos. es fácil ver la paja en el ojo ajeno… pero somos ciegos a nuestras propias fallas.
    Por ejemplo, como mujer, me parece poco digno (si no es que ofensivo) lo que relatas sobre esta reverencia de las monjas… y reconozco que en mi propio país y cultura las cosas no son tan diferentes. Veo el reflejo. Es triste, es indignante. Pero elijo no quedarme con estas emociones, sino llevarlas a la construcción. Y la única construcción a mi alcance es mi propia mente y mi propio corazón. Reconocer en mi, el prejuicio que hago hacia un indigente, o hacia una mujer analfabeta, o hacia un niño pobre. o hacia un anciano de otro país, es mas hacia algún «gringo» o » gachupín»
    Las diferencias existen y no son justas. Los abusos continúan y nadie los va a detener. lo difícil es reconocerlos, enfrentarlos, soltarlos y aprender dentro de la propia piel. Para mí eso es el Budismo tal tal tal… Gracias por compartirlo y gracias por la reflexión, el valor lo tendrá el resultado. ahí está el quid.

    1. Muchas gracias Nayeli por tu efusivo comentario y apoyo. Como dices, intenté ser igual de respetuoso con lo que me encontraba que con lo que pensaba, por eso señalo al final del artículo que más que querer imponer mis ideas a su cultura, lo que intento dejar claro es que no quiero algo así en mi propia casa – en mi propio budismo. Vi el choque de valores y esa fue mi respuesta.
      Tienes razón en una cosa: más que quedarnos con el «oh esos machistas de ahí» deberíamos usar la ocasión para reflexionar sobre el machismo que aún queda «aquí.» No creo que lo único que puedas hacer sea con tu mente y corazón; creo que esto es una parte, una interior, y hay otra que es luchar para mejorar también el exterior. Se ha hecho mucho trabajo y aún queda mucho por hacer, como con otras minorías.

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