Aquí tenéis una divertidísima pieza satírica del monje budista australiano Bhikkhu Sujato, muy conocido por su activismo en favor del rol de las mujeres. (El escrito es en realidad una versión budista de otro texto bastante conocido de un sacerdote cristiano.) Aunque quizás a algunos les pueda parecer un tanto exagerado, quien haya conocido el budismo en sus países de origen sabrá que realmente queda mucho por hacer en términos de igualdad de géneros, que en las sociedades asiáticas y, por lo tanto, en las instituciones monásticas, existe aún mucho machismo, y que algunas de las cosas que dice este texto, en tono humorístico, son reflejos exactos (aunque con los géneros invertidos) de actitudes existentes, en ocasiones de manera muy explícita, hacia las mujeres.
10. El lugar de un hombre es la mano de obra, donde puede ganar dinero para donarlo a las monjas.
9. Las maneras primitivas y evasivas de comunicarse y manejar las emociones de los hombres les hace inadecuados para la vida en comunidad.
8. El físico de los hombres indica que son más aptos para tareas tales como cortar árboles y luchar contra leones salvajes. Sería “antinatural” para ellos perseguir una vocación religiosa. Es más, los hombros anchos y el “torso pesado” de los “hombres de verdad” puede ocasionar que se caigan en meditación. Esto crea un sonido, un golpe, que distrae a las mujeres, cuyos cuerpos en “forma de pera” han evolucionado claramente para poder sentarse sin moverse durante largos periodos de tiempo.
7. Estudios han demostrado que los hombres son más violentos y más promiscuos que las mujeres. Además, los hombres beben más. Por lo tanto, tienen raíces impuras más fuertes de codicia, odio e ignorancia, debido a su mal karma en vidas pasadas. Esto hace que les resulte imposible mantener incluso los cinco preceptos y menos aún vivir como monásticos. Estas raíces pueden debilitarse si los hombres hacen méritos haciendo obsequios a los seres más evolucionados: las mujeres.
6. Los hombres son demasiado emotivos para ser monjes. Su comportamiento en partidos de fútbol y torneos de boxeo así lo demuestra.
5. Cuando los monjes llevan su hábito sobre un hombro, exponen su torso musculado e imponente. Esto distrae a las devotas mujeres y es, por lo tanto, inapropiado en un monasterio.
4. Los monásticos deben educar a sus fieles. Pero éste no es un rol tradicionalmente masculino. A lo largo de la historia, a las mujeres se las ha reconocido no sólo más hábiles que los hombres para educar, sino también más fervientemente atraídas a ello. Esto es porque de natural son más compasivas y sabias. Esto las hace la elección obvia para la ordenación.
3. Los hombres son propensos a la violencia. Ningún hombre realmente masculino quiere sellar una disputa excepto peleando. De esta forma, serían pésimos modelos de conducta así como peligrosamente inestables en posiciones de liderazgo.
2. Los suttas [discursos] nos cuentan que Buda fue traicionado y asaltado por Devadatta, un hombre. Además, fueron monásticos hombres los que estuvieron detrás del cisma en Kosambi. Otro hombre, Udayin, tenía tan mala conducta como monje que tuvieron que hacerse muchas normas para mantener sus impulsos masculinos de violencia y sexualidad a raya. Es más, fueron los deseos sexuales desenfrenados de un hombre, Sudinna, los que forzaron a Buda a cambiar de idea y a sentar las reglas para los monjes y monjas. Gracias, tíos.
1. Los hombres todavía pueden involucrarse en actividades religiosas, incluso sin ser ordenados monjes. Pueden cocinar, fregar platos, hacer la colada y preparar cosas bonitas para ofrecer a las mujeres. De esta manera pueden hacer méritos y aspirar a renacer como mujer.
[ Texto original ]