Transformar intención en motivación

[3,5 páginas] En este artículo, el principal traductor e intérprete del Dalai Lama al inglés, el ex-monje y estudioso budista Thubten Jinpa, presenta dos ejercicios casi omnipresentes en la tradición tibetana: la «declaración» de intenciones y la dedicación. Pero un ejercicio tan simple como empezar el día recordando activamente nuestras aspiraciones más profundas y articulando nuestras intenciones de forma consciente, y terminar el día revisando nuestro comportamiento, puede tener un poder transformador inmenso. Una de sus virtudes yace en su capacidad de ser la base para muchos otros ejercicios espirituales, que requieren motivación y propósito. Espero que os sea útil. ¡Probadlo una semana y compartid vuestras experiencias!

Enmarcar nuestros días entre el establecimiento de una intención y la dedicación con gozo, incluso una vez por semana, puede cambiar cómo vivimos. Es un enfoque lleno de propósito, de auto-consciencia, intención consciente y esfuerzo dirigido (tres regalos preciosos de la vida contemplativa) por el cual nos hacemos responsables de nuestros pensamientos y acciones y tomamos el mando de nuestras vidas y de nosotros mismos. Como dijo el Buda, “Eres tu propio enemigo / y eres tu propio salvador.”

El Buda vio que nuestros pensamientos, emociones y actos son las fuentes principales de nuestro sufrimiento. De la misma forma, nuestros pensamientos, emociones y actos pueden ser la fuente de nuestra alegría y libertad. Vivir, tanto como se pueda, con intención consciente es el primer paso de esta transformación. Así, los siguientes dos ejercicios de intención y dedicación son el primer paso hacia más claridad y coherencia en nuestra vida, nuestro trabajo y nuestra relación con otros. No sólo eso: cuando nuestras aspiraciones incluyen el bienestar y la felicidad de otros, nuestros actos y nuestra vida en su totalidad adquieren un propósito que va más allá de nuestra existencia individual.

En lenguaje del día a día, a menudo usamos las palabras intención y motivación de manera intercambiable, como si quisieran decir la misma cosa, pero hay una diferencia importante: el aspecto deliberado. Nuestra motivación para hacer algo es la razón o razones tras ese comportamiento, la fuente de nuestro deseo e ímpetu para hacerlo. Podemos ser más o menos concientes de nuestras motivaciones. Los psicólogos definen la motivación como el proceso que “despierta, sostiene y regula el comportamiento humano y animal.” Para decirlo de manera simple: la motivación es lo que nos pone en marcha. Para algunos quizás sea la fama; para otros, quizás el dinero, la excitación, el sexo, el reconocimiento, la lealtad, el servicio, la sensación de pertenencia, la seguridad, la justicia, etc. La potencia de la motivación se desarrolla en un ciclo de reafirmación mutua del deseo y la gatificación: cuando algo que hacemos es gratificante, queremos hacerlo de nuevo; si lo hacemos otra vez, se nos gratifica nuevamente, y queremos hacerlo más…

La intención, por otro lado, es siempre deliberada, la articulación de una meta consciente. La intención es necesariamente consciente: la motivación, como observó Freud, no tiene por qué ser consciente incluso para la persona misma. Necesitamos intenciones para la visión a largo plazo. Establecemos y reafirmamos nuestras mejores intenciones para mantenernos orientados hacia las direcciones en que realmente queremos caminar. Pero necesitamos motivaciones para mantenernos caminando durante el largo trayecto. Si nuestra intención es correr una maratón, habrá momentos en que sonará la alarma para ir a correr diez millas antes del trabajo, o mientras estemos corriendo, en los que nos preguntaremos, razonablemente, “¿por qué estoy haciendo esto?” Necesitamos respuestas buenas e inspiradas para superar esos baches. Consciente o inconsciente, la motivación es el por qué, la chispa, tras la intención.

Puedes hacer el ejercicio de establecer una intención en casa, lo primero por la mañana si es conveniente. También puedes hacerlo en el autobús o en el metro yendo al trabajo. Si trabajas en una oficina, puedes hacerlo sentado en tu escritorio antes de ponerte manos a la obra. Sólo necesitas de dos a cinco minutos ininterrumpidos. La tradición tibetana recomiendo establecer nuestra intención y revisar nuestras motivaciones de esta manera al inicio del día, al empezar una sesión de meditación y antes de cualquier actividad importante. Nuestra intención marca la pauta de lo que sea que vayamos a hacer. Como la música, la intención puede influir en nuestro estado de ánimo, pensamientos y sentimientos: estableciendo una intención por la mañana marcamos la pauta para el día.

Ejercicio: Establecer una intención

Primero, encuentra una postura cómoda. Si puedes, siéntate en un cojín en el suelo o en una silla con las plantas de los pies tocando el suelo, dándote una sensación de estar anclado. Si lo prefieres, también puedes tumbarte boca arriba, idealmente en una superficie que no sea demasiado blanda como un colchón que se hunda. Una vez encuentres tu postura, relaja tu cuerpo tanto como puedas, si es necesario haciendo algunos estiramientos, especialmente tus hombros y tu espalda. Entonces, con los ojos cerrados si esto te ayuda a centrarte, respira profundamente con el diafragma o abdomen de tres a cinco veces, llevando la inhalación abajo hasta la barriga y llenando el torso de abajo a arriba, como llenando una jarra con agua. Luego, con una exhalación lenta y larga, echa todo el aire del torso. Si te ayuda, puedes exhalar por la boca. Inhala… y exhala.

Una vez te sientas estable, contempla las siguientes preguntas: “¿Qué es lo que valoro profundamente? ¿Qué, en el fondo de mi corazón, deseo para mí, para mis seres queridos, y para el mundo?”

Quédate con estas preguntas un rato y mira si aparecen algunas respuestas. Si no salen a la superficie respuestas concretas, no te preocupes, sólo permanece con las preguntas abiertas. Esto puede requerir acostumbrarse, ya que cuando hacemos preguntas solemos esperar contestarlas. Confía en que las preguntas mismas están funcionando incluso —o especialmente— cuando no tenemos respuestas preparadas. Si y cuando aparezcan respuestas, reconócelas tal como surgen y quédate con cualesquiera pensamientos y sensaciones que conlleven.

Finalmente, elabora un conjunto específico de pensamientos como intención consciente para el día, por ejemplo. Podrías pensar: “Hoy, que pueda estar más atenta a mi cuerpo, mente y habla en mi interacción con los demás. Que pueda, tanto como sea posible, evitar herir a otros deliberadamente. Que pueda relacionarme conmigo misma, con otros, y con los eventos de mi alrededor con amabilidad, comprensión, y menos juicio. Que pueda usar mi día de una forma que esté en armonía con mis profundos valores.”

De esta manera, marcamos la pauta para el día.

Complejo monástico cerca de Lhasa, Tíbet.
Complejo monástico cerca de Lhasa, Tíbet.

Una vez nos hemos familiarizado con este establecimiento de intenciones, podemos hacer esta práctica en un minuto o menos. Esto significa que podemos encontrar oportunidades durante el día para reconectar con nuestras intenciones. Los médicos que han hecho un entrenamiento de compasión, por ejemplo, han usado el tiempo que toma lavarse las manos entre pacientes para volver a sus intenciones, y comentan que les hace sentir más centrados y presentes para el próximo paciente.  (…)

La práctica de establecer intenciones se acompaña, en la tradición tibetana, con otro ejercicio contemplativo llamado dedicación. El papel de este ejercicio es completar el círculo, por decirlo de algún modo. Al final del día, o de una meditación o cualquier otro esfuerzo que hayamos realizado, reconectamos con las intenciones que nos hemos propuesto al inicio, reflexionando en nuestra experiencia a la luz de nuestras intenciones y alegrándonos de lo que hemos conseguido. Esto es como hacer inventario al final del día. Nos brinda otra oportunidad de conectar con nuestras aspiraciones más profundas.

Ejercicio: Hacer una dedicación

Al final del día, por ejemplo, antes de ir a la cama o ya tumbado antes de dormir, reflexiona en tu día. Revisa brevemente los eventos del día (incluyendo conversaciones relevantes, estados de ánimo y otras actividades mentales) y recupera el espíritu de las intenciones de la mañana. Ve cuán alineadas están ambas cosas. Es importante no perderse en los detalles de lo que has y no has hecho. La idea no es llevar unas cuentas exhaustivas, sino evaluar en términos generales la sinergía entre tus intenciones y tu vida ese día.

Si esta revisión genera pensamientos y sensaciones, sólo quédate con ellos. No hay necesidad de echarlos si tienen una cualidad negativa, ni de aferrarnos a ellos si parecen positivos. Sencillamente quédate con eso durante un rato, en silencio.

Finalmente, piensa en algo de ese día con lo que te sientas bien: una mano que le echaste a un vecino, una oreja empática que le ofreciste a un colega angustiado, no haber perdido la calma en la droguería cuando alguien se coló. Entonces complácete en pensar en este acto. Como mínimo, complácete en el hecho de que empezaste el día estableciendo una intención consciente.

Mantén este ejercicio corto; de tres a cinco minutos está bien. (…) Complacerse en el día, al final del día, incluso en el simple hecho del esfuerzo que hemos realizado, es importante. Nos da algo positivo que transportar al día siguiente y nos ayuda a poner la motivación al servicio de nuestras intenciones.

No obstante, algunas veces es útil hacer una revisión más focalizada. Establecemos la intención de ser más buenas con nosotras mismas, y al final del día, nuestra dedicación pondría especial atención a bondades que nos hayamos mostrado ese día.

Ahora, cuando emprendemos esta tarea más concreta, la mayoría encontraremos que nos quedamos cortos. Veremos la separación entre nuestras intenciones y nuestro comportamiento, entre nuestras aspiraciones y nuestra vida actual. Cuando esto ocurre, es importante no castigarnos con juicios negativos y autocrítica. Sólo reconocemos la diferencia y resolvemos intentarlo otra vez al día siguiente. Esta consciencia misma nos ayudará a ser más atentos el próximo día, brindando oportunidades de poner nuestros pensamientos y acciones cotidianas más en concordancia con nuestros objetivos.
(…)

Los yaks en el camino no pudieron con nuestra intención y motivación de llegar a Gyantse.
Los yaks en el camino no pudieron con nuestra intención y motivación de llegar a Gyantse.

La pregunta de cómo nos motivamos para perseguir nuestras aspiraciones profundas ha sido de gran interés en la larga historia de la psicología budista. En el pensamiento budista, la motivación es una cuestión de deseo, concretamente del deseo de actuar acompañado de una sensación de propósito. Por ejemplo, en el caso de ser más compasivo, es al hacer una conexión emocional con la compasión y sus objetivos que generamos en nosotros el deseo de actuar. Y es viendo los beneficios que adquirimos una sensación de propósito en ser más compasivos.

La psicología contemporánea hace poco que ha empezado a apreciar el papel de las emociones en motivar nuestro comportamiento. Durante mucho tiempo, la teoría de acción occidental estaba dominada por una teoría de elección racional, y las emociones eran acusadas de enturbiar el proceso en lugar de ser una parte integral del sistema.
(…)

Es el placer que tomamos en nuestros esfuerzos —el coraje de intentarlo, la dedicación de seguir con ello— y en sus resultados lo que ayuda a sostener nuestras motivaciones a la larga. O, en otras palabras, nos hace querer seguir intentándolo y seguir haciéndolo. Los padres a los que les ha costado que su hijo tomara un nuevo instrumento reconocerán cómo todo cambió en el momento en que el niño empezó a disfrutarlo. Esto se llama motivación intrínseca, en oposición a la motivación extrínsica de, por ejemplo, el padre recompensando a la niña con más tiempo de pantallas por practicar su instrumento. Tras décadas de investigación en las motivaciones, sabemos que la motivación intrínseca es mucho más estable y duradera. El proceso de establecer intenciones y reflexionar en ellas con gozo en la dedicación es cómo, con el tiempo, transformamos motivaciones extrínsicas en intrínsecas, y así sostenemos la energía y el propósito de vivir coherentemente con nuestras mejores aspiraciones.

Fuente: http://www.tricycle.com/blog/turning-intention-motivation

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