El siguiente es un fragmento de The Mindfulness Solution, un artículo de Andrew Olendzki para la revista Tricycle, de la que he traducido ya muchos escritos. En él, menciona los recientes elogios y críticas de la atención plena [mindfulness] como cura-lo-todo. ¿Habéis tenido nunca la sensación de que la práctica de la meditación está haciendo aparecer más dificultades y aflicciones? En el fragmento que os traduzco se ofrece un modelo de cuatro tipos de mente para entender la trayectoria de la meditación. Andrew Olendzki, PhD, fue académico jefe del Barre Center for Buddhist Studies y es autor de «Unlimitting Mind.»
Por si sola, la meditación, entendida como el entrenamiento de la atención a centrarse en un objeto elegido y mantenerla ahí durante múltiples momentos-mentales, ya sea un objeto fijo como en las prácticas de concentración o un objeto móvil como en las prácticas de indagación [insight], puede crear condiciones para que ocurran estados mentales sanos o insanos.
La cuestión fundamental es la de los medios hábiles. ¿Cuáles son las mejores formas de usar el entrenamiento de la atención para abandonar estados insanos y cultivar estados sanos? Para algunos, un ambiente de retiro y silencio prolongado proporciona un marco maravilloso de apoyo. Para otros, éstas son exactamente las condiciones erróneas y un ambiente de ese tipo tiene el efecto contrario. Incluso hay algunos de nosotros para quienes al principio es una cosa, termina siendo otra, o fluctúa, entre ser el mejor y el peor de los mundos. Pero cuando las cosas van mal, no es por la atención plena [mindfulness]; más bien es por la falta de atención plena.
Aquí tenéis un modelo simple, en cuatro tipos, que puede ayudar a clarificar la trayectoria del aprendizaje de meditación, derivado del Abhidhamma:
Mente dispersa
En su estado natural, la mente no está controlada y es libre para deambular, desviarse. Sus desvíos nunca son aleatorios: siguen un camino incendiado por sensaciones corporales, señales sensoriales y hábitos internos que están por lo general fuera de nuestra atención consciente. También conocido como el ‘modo estándar’, describe nuestra mente mientras caminamos por la calle, percibimos cosas que se mueven o hacen sonidos, reflexiona dando vueltas a obstáculos, y generalmente sueña despierta sobre el pasado o el futuro.
Mente enfocada
Aquí decidimos meditar, así que nos sentamos en el cojín con la espalda recta, dirigimos deliberadamente la atención a un objeto específico e intentamos mantenerla ahí con constancia. Quizás repetimos internamente una palabra, nos fijamos en sensaciones corporales al respirar, o atamos la mente de otras formas y la dirigimos consciente e intencionadamente. Evidentemente, seguirá desviándose del punto elegido, pero cuando esto sucede lo reconocemos, dejamos estar el lugar hacia donde estuviéramos yendo, y suavemente devolvemos la atención al objeto principal, repitiéndolo cuanto sea necesario.
Mente afligida
Bastante a menudo, incluso cuando la mente está debidamente enfocada en un solo objeto, se manifestarán estados mentales desagradables o molestos, perturbadores. Quizás sea alguna forma de inquietud o agitación; o un anhelo de gratificación sutil o intenso; o molestia a un sonido, un pensamiento recurrente, o un incómodo dolor físico. Estas aflicciones pueden ser incidentes menores a explorar con interés y luego abandonar. O pueden exacerbarse, agarrar la mente y propagarse fuera de control causando verdadero sufrimiento o daño mental.
Mente de atención plena
Otras veces, cuando la mente está enfocada, surge una actitud emocional de ecuanimidad atenta. En estos casos la atención se percibe suave, tranquila, confiada, y al mismo tiempo ligera, ágil, alerta, competente y clara. «Posada en el medio» (una traducción del fantástico término tatramajjhattata) de forma equilibrada entre la atracción y la aversión, es capaz de contemplar toda la vista con profunda ecuanimidad, sin preferir ni oponerse lo que está sucediendo en ese momento. Con la atención plena establecida así, la mente es capaz de adquirir entendimiento y puede empezar a ver las cosas tal cual son.
Reconociendo que una mente dispersa puede fácilmente enmarañarse con el sufrimiento y causar daño a otros y a nosotros mismos, empezamos el entrenamiento de una mente enfocada. Lo que vemos al mirar hacia adentro con una estabilidad y claridad crecientes es una mente afligida, asediada por todo tipo de estados mentales inútiles. La estrategia apropiada aquí es percibirlos, comprender que son dañinos y abandonarlos (¡no reprimirlos!). Al principio accedemos a una mente de atención plena sólo de forma ocasional y fugitiva; pero con el tiempo las aflicciones disminuyen en intensidad y frecuencia y la atención plena se establece.
Cuando en este proceso nos perdemos en la jungla de las emociones aflictivas, encontremos sin falta remedios para sacarnos de la dificultad y volver a nuestro camino. Pero comprendamos también que la flor de la atención plena nunca es la causa de esas dificultades sino su mejor solución.
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