Meditar reduce la productividad (o debería)

Le tengo algo de tirria al discurso del no hay nada que hacer: No hay nada que arreglar, no hay problema, no hay meta, no hay que cambiar nada, hay que ser y no hacer, todo está bien como está… Viene con su ración de verdades, pero se pasa con la salsa.

Si alguien vende en serio este discurso, ¿cómo justifica la venta? ¿Cómo justificas cobrar a gente para un curso cuyo mensaje es que no hay nada que cambiar? Se me ocurre la respuesta «pero es que la gente se piensa que sí.» Pues incluso en ese caso no habría necesidad de cambiarles la idea, porque ya todo está bien ¿no? —incluido que la gente piense que está todo muy mal.

Quizá esté siendo un poco absurdo: un recurso dialéctico es un recurso dialéctico. Pero entonces tengamos claro que es eso. Imagino que esta dialéctica proviene del budismo mahayana, donde tiene una base filosófica que le da un sentido; pero si se exporta sólo el mensaje, cojea.

Como problema añadido, resulta mucho más fácil apropiarse de un mensaje aparentemente sin mensaje, como éste, para justificar la situación social, laboral o personal que sea. Y ahí es donde creo que el no hacer tiene unos tejemanejes peculiares con el discurso imperante de la productividad.

Por un lado, el eslogan que ha permitido vender la meditación a las empresas es que mejora la productividad (¿Caballo de Troya o treinta monedas de plata? Hagan sus apuestas). Por el otro, el estrés que necesitan reducir los trabajadores ¿no tendrá algo que ver con la obsesión productiva?

En cualquier caso, la exigencia del hacer constante nos asfixia, al tiempo que nos aterra el vacío vegetativo de la improductividad. Entiendo que el mensaje del no hay nada que hacer sosiege a muchos. Pero rebotarse cargándose el hacer en el campo meditativo no sólo es demasiado drástico, sino contraproducente.

En nuestro campo base, lejos de las elevadas cumbres espirituales, el no hacer no es realista. Con lo cual acaba sucediendo que el trabajo interior queda reblandecido —no es trabajo alguno, porque trabajo es opresivo— mientras que, en los entornos que nos asfixiaban, ahí sí seguimos trabajando y midiendo metas de productividad. O sea, ¿trabajo exterior sí, interior no?

Nos chamusca la autoexigencia, el imperativo, las órdenes dadas con poca empatía, incluso con aversión hacia uno mismo. Pues habrá que reestablecer una relación sana con ese hacer, no tirarlo por la borda. Vale, de entrada quitémoslo, perfecto. ¡Pero no acabemos aquí! Luego habrá que hacer terapia de exposición gradual, no sé, reintroducir al animal a su hábitat.

A lo mejor hay que imitar al Buda, que se apropiaba de los términos de su época y los redefinía. Un sistema es mantener el rebranding de la meditación como herramienta de productividad, pero llamar a producir calma, generosidad, suficiencia, una actitud amable y más despierta. Mejor, bonito … pero no me convence del todo. El otro sistema es cuestionar la productividad.

Aunque pensemos que no tenemos creencias, según el dharma somos creyentes fervorosos en las estrategias del anhelo, la aversión y la negación. Pero ¿realmente son eficaces? (Vaya por delante que existe el deseo sano.) ¿Es productiva la táctica de la codicia, del querer y querer y querer? ¿Qué produce?

El mundo está ardiendo por la codicia, dijo Buda; y esto empieza a ser literal. El bug de su estrategia dopamínica es demasiado obvio: si funcionara generaría saciedad, pero produce más deseo. Además, agota nuestros recursos energéticos, tanto planetarios como individuales.

He tomado la codicia como podría haber tomado los otros dos fuegos con que arde el mundo, ignorancia y aversión, y que lo llenan de basura. Curiosamente, los textos antiguos contienen un lenguaje metafórico para la reactividad que hoy es imposible no leer en clave ecológica: polvo, contaminación, mancha, suciedad (raja, paṃsu, kilesa). Son el chapapote de nuestras mentes.

Otro modelo de reactividad es el de cuatro «āsavas«: avidez sensorial, devenir (¿la obsesión por el crecimiento?), ignorancia y opiniones. Āsava es lo que fluye de nosotros, lo que supuramos: son nuestros efluvios, nuestras aguas residuales, emisiones de gases emocionales mal gestionados que generan un efecto invernadero y caldean el ambiente.

Los textos antiguos hablan de fabricación: nos instan a dejar de fabricar tanto encima del radicalmente simple terreno de nuestra experiencia. Este proceso de descomplicación, de decrecimiento, es el nirvana, la no-fabricación.

Nosotros lo podemos articular en términos de productividad: visto lo que producimos inconsciente y compulsivamente, quizás que aprendamos a no producir tanto. Si el discurso del no hacer lo acotamos a esta visión de la productividad —aquello producido por la reactividad— soy fan. El nirvana, entonces, es la no-producción.

Para mí, el nirvana está aquí y ahora, pero si os suena lejos pensad en qué consiste la meditación: parar, relajar, y dejar de producir pensamientos, ambiciones, rechazos, opiniones sobre quién soy, etc. y con ello, ciertos residuos de toda esa productividad habitual. Descubrimos otra forma de hacer basada en la satisfacción y la suficiencia, en el dejar ir, en acoger la dificultad con amabilidad, estar presentes, en pleno contacto con nuestra experiencia, y dejar aflorar la comprensión.

Claro que hay algo que hacer: hay que cultivar patrones sanos que descansen en valores no compulsivos, y cesar con gusto la producción de reactividad.


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13 comentarios en “Meditar reduce la productividad (o debería)

  1. Hola Bernat , que tal Veras quizas por llegar tarde no pude leer el articulo de los 5 libros recomendados . Hoy me he puesto a buscar y el de aliento tras aliento de larry no lo encuentro o esta descatalogado via on-line , sabras indicarme una libreria que todavia queden ejemplares Muchas gracias , un saludo , ivan

    1. Hola Ivan, pues no tengo ni idea, además yo lo leí en inglés. Sería una lástima si de verdad está descatalogado. ¿Buscas algo sobre la respiración en español?

  2. Hola, Bernat. Interesante, el tema que tratas. I los subtemas apuntados. Para mí que en el discurso de «no hacer» le falta el contexto del «no hacedor», que cambia completamente la interpretación. Pero claro, a la sociedad productiva no le interesa en absoluto, si no es para interpretarlo como una sumisión total al sistema, no como una humilde rendición a la inteligencia de la vida.

  3. A mi también me cansa el rollito de «todo es gracia y no hay nada que hacer». En fin, creo que si miramos la porquería de sistema que hemos creado, cómo está el Planeta, la Humanidad y los demás seres, pensar que como seres humanos no hemos de cambiar nada es el colmo de los colmos .La sociedad es un reflejo de lo que somos, y si queremos que cambie de verdad, hemos de cambiar nosotros. Porque si no es así, los cambios serán siempre superficiales. El trabajo interior meditativo tiene que servir para hacernos evolucionar como seres humanos, porque la Vida es evolución y el poder ser Conscientes de esa «Gracia y Consciencia» que somos, es el privilegio que nos es dado por esa vida para evolucionar conscientemente.Y para eso, para evolucionar conscientemente como personas, es para lo que sirve observar los estados y desarrollar valores positivos como amor, ecuanimidad y Compasión…(Por algo nos endilgan los lamas la motivación compasiva de sacar a todos del sufrimiento). Pues sacar a todos del sufrimiento pasa por sacarnos a nosotros, cuando menos, del egocéntrico, egoista y codicioso yoyoyoyo y para eso hemos de hacer un trabajo de ampliar la consciencia para salir del engaño mental en el que todos estamos inmersos. Y hay que hacerlo porque no se hace solo.
    A no ser que los iluminados de ahora pretendan dar sopa con ondas a los yoguis tibetanos, que mira tú, oye, encima de que nos transmiten su milenaria enseñanza, hemos de mostrarles nosotros, listísimos occidentales a los que toda enseñanza nos sobra, que han hecho el primo toda su vida de arduo trabajo espiritual porque en realidad no hay nada que hacer. (Deberíamos tener al menos un poco de respeto, creo yo).

    Además si no hubiera que hacer nada, si todo fuera perfecto tal cual, la vida se estancaría en su inmóvil perfección. Pero cambia, fluye y sobre todo, evoluciona constantemente. Osea que parece que la vida si es en cierto modo partidaria de un hacer.
    Un Maestro de la No-Dualidad, como Nisargadatta, desde la perspectiva absoluta y en una enseñanza en un determinado contexto puede expresarse así, para mostrar la realidad Absoluta, pero él puede ver las dos realidades del mundo y sabe a qué se refiere con el «no dejar al Ego hacer» y quedarse en un «no-hacer». Y además adapta su enseñanza al nivel del alumno en un momento dado. (De hecho, estos Maestros siempre han hecho una práctica y han tenido un Guru que les ha enseñado).
    Pero de repente, el mundillo pseudoespiritual se ha llenado de supuestos iluminados que van dando este mensaje de todo es perfecto y no hay nada que hacer, y que venden miles de libros que siempre dicen lo mismo. Y claro, en un mundo en el que queremos todo ya, el mensaje de que no hay nada que hacer porque todo está bien, cuela estupendamente, aunque se lleve por delante una tradición maravillosa y milenaria. Lamento los errores de ortografía y redacción, pero escribo desde un movil canijo y también lamento el enfado, Bernat, pero me entristece ver una enseñanza tan sublime manoseada de ese modo. 😦 Muchas gracias por tu artículo.

  4. El tema de no-hacer tiene que ver con que no haya un actor. Se trata de espontaneidad que surge del autorreconocimiento no-dual que-todo-lo-incluye en cada momento atemporal. Donde no es la mente relativa y samsárica la que domina. Y se puede vivir así. Y entonces no hay sufrimiento pero se puede estar en el mundo normal, porque no hay diferencia entre samsara y nirvana excepto esa. Y es toda la diferencia, que no es poca.

  5. Yo vivo en la praxis Dzogchen y justo tiene que ver con no-hacer. La cuestión que traes a cuento acá en tu artículo me parece honesto y muy natural. Es un asunto que surge desde el intelecto. Hay respuestas para ello. Pero lo que siempre te encontrarás es que la respuesta no está en el lenguaje ni en el pensamiento lógico o intelectual, sino en la experiencia. En la experiencia que mencioné en el comentario anterior.
    Si quieres material sobre este asunto puedo compartirte enseñanzas Dzgochen que hablan de ello.
    También en el Zen hay claridad sobre las enseñanzas del no-dualismo y apuntan a lo mismo. No-hacer, no-meta, no-actor, etcétera. También puedo compartirte algunas cosas en ese sentido.

    1. El problema que yo apuntaba en el artícula era cuestión de mezclar esas dos perspectivas, si nos ponemos a usar el lenguaje de realidad convencional y última, y no recomocer con sensibilidad cuándo es apropiada cada una. Es cosa de contexto. Estirar la membrana de lo absoluto por encima de todo no es hábil, se confunden cosas. Intentar, por ejemplo, saltar al no-yo sin gestionar antes el yo, la dimensión narrativa de cada cual, más que en iluminación suele resultar en evitación y lo que John Wellwood llamó bypass espiritual.
      Una cosa es el contexto dzogchen que mencionas, y sacar ese lenguaje de no-hacer de contexto y traspasarlo a otro entorno es lo que apuntaba que es problemático.

      1. La visión Dzogchen no es un contexto o una perspectiva. Es el autorreconocimiento espontáneo no-dual que-todo-lo-incluye.

      2. ¿También incluye el reconocimiento de una actitud dogmática y polémica? Puedes estar todo lo convencido del Dzogchen que se pueda estar; el Dzogchen, como otros caminos, tiene una opinión de sí mismo; y nada de eso (ni siquiera si aceptamos que tenga razón y los otros sean visiones erróneas) quita que sea una perspectiva, lo siento. Se puede hablar de contextos. La misma “no-dualidad” que mencionas es algo que significa cosas diferentes en el Dzogchen, el Vedanta, etc. O, como yo apuntaba, no significa lo mismo para alguien que no haya estudiado ni practicado nada de eso, escuche “no-dual” en una clase introductoria y tenga sus asociaciones sacadas de quién sabe dónde. No veo que reconocer eso sea ninguna debilidad ni ninguna traición a la profundidad que encuentres en tu práctica.

      3. Se puede hablar de lo que sea. Intelectual y discursivamente se generan argumentos, perspectivas y contextos. Sin problema. Constructos. Y uno se puede entretener con ellos.

      4. Ahí estamos de acuerdo. Espero que te hayas entretenido —al fin y al cabo, elegiste libremente escribir un comentario y entrar en lo argumental y discursivo…

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