
Su perfil sorprende: joven, perteneciente a las comunidades afroamericana y LGBT+, reconocido por la tradición kagyu tras el retiro de tres años, activista social. Habla de aquellos temas que nos incomodan, sin tapujos, sin vulgaridad pero sin intentar ser «correcto». Su web dice que trabaja por mostrarse tan vulnerable como le sea posible. Aquí tenéis, condensada pero con poquísima edición, la conversación de una hora que tuvimos por Zoom.
Bernat: Vives en Boston, pero ahora estás en Nueva York ¿verdad?
Lama Rod: Sí, he venido a dar un taller titulado «Deshaciendo el patriarcado» con practicantes que se identifican como hombres. La idea es empezar a comprender el concepto de privilegio. Es decir, que mis interacciones suceden en una dinámica de poder y esta dinámica se sitúa en identidades, creadas alrededor del género o la raza, y también en sistemas que proporcionan el contexto de cómo este poder impacta a otros. Lo que es habitual para ti puede ser dañino para otra persona.
Interesante. ¿Cómo se empieza a ver esto? Porque yo puedo tener muy buenas intenciones pero, al intentar comprender puntos de vista de colectivos a los que no pertenezco, he observado que me surgen reacciones defensivas.
Tienes que poner ahí tu atención: ¿Por qué me pongo tan a la defensiva? ¿Qué estoy protegiendo? ¿Por qué no puedo relajarme y escuchar, crear espacio para lo que otros me están contando sobre mis propios patrones de conducta? Es normal estar defensivo, pero hay que comprender por qué nos protegemos. Debe importarnos lo suficiente la persona con quien entablamos un diálogo como para tomarnos en serio su postura y así empezar a desafiar nuestras creencias. Tienes que estar dispuesta a despojarte de estas identidades de poder; pero esto es difícil porque, por ejemplo, yo estoy muy cómodo siendo un hombre cisgénero, y siendo grande de tamaño, porque puedo ir por la calle y por lo general no me acosan. Debo darme cuenta de que disfruto de los privilegios que saco de mi cuerpo.
¿Que no te acosen es un poder? Me parece una norma básica de convivencia civilizada…
Bueno, si eres débil, te hacen daño. El poder también sucede de forma indirecta, e independientemente de que te des cuenta de ello. Nos han condicionado para pensar que no somos miembros válidos de la sociedad si no acumulamos poder, ya sea a través de estatus, roles, riqueza, propiedades… Otras veces entregamos poder a otros sin darnos cuenta. La belleza, por ejemplo, es un poder: tendemos a acceder y seguir a gente atractiva, o a gente que muestra un cierto éxito. ¿Cómo recupero ese poder?
¿Qué se abre cuando soltamos esa necesidad de protegernos?
Empiezas a ver quién eres realmente, porque la actitud defensiva nos impide conectar con mucho malestar. Cuando te dicen que algo que haces es dañino, la defensa surge porque no queremos responsabilizarnos de nuestra incomodidad y porque no sabemos cómo interrogar a esa identidad en la que invertimos tanto, en especial la identidad de ser una buena persona. Si soy bueno, ¿cómo puede ser que haga nada malo? Esta idea me impide vivir realmente de formas éticas. Seré amable, compasivo… pero no sé qué es ser «bueno». A pesar de mi amor, mi compasión y mi amabilidad, hago cosas que quizás dañen a otros, y verlo cuestionará mi comprensión de la bondad social. Pero sí hay una bondad fundamental con la que intento conectar, y es ésta la que me permite despojarme de identidades o posiciones de poder.
Esta perspectiva permite una mejora continua, en lugar de la sensación de que hago lo correcto porque me agarro a un código moral rígido y así no tengo que cuestionar nada.
Hay que ser fluído, y muchos somos muy estáticos, estamos estancados en identidades. No sabemos cómo soltar esa persona que creemos ser y permitir este proceso que, como dices, es continuo.
Hablando de fluidez, o de identidad relacional, estos días estoy viajando con gente con quien hacía años que no me asociaba y no sólo reconozco dinámicas del pasado, sino que a veces me descubro regresando yo mismo a esas dinámicas. ¿Qué hago cuando me veo siendo alguien que preferiría dejar atrás?
Mira a tus prioridades. Parece que dependes de ser validado por tus amistades, quieres pertenecer a un grupo y que no te marginen, así que te comportas de una cierta manera. Si rompes con esa prioridad verás cómo quieres ser y estarás dispuesto a aceptar las consecuencias que eso pueda tener en tu sensación de pertenencia a ese grupo. Por eso en el budismo se da tanta importancia a las compañías, porque somos mamíferos y hacemos de todo por pertenecer. Y, a lo largo de la historia, muchas de las cosas más estúpidas y violentas se han hecho por la presión del grupo. Si no te gusta cómo eres alrededor de cierta gente deberás crear fronteras para no hacer cosas que no son tú y de las que luego te puedas arrepentir.
Has dicho «consecuencias»: ahí es donde aparecen los miedos. Tú dices que al otro lado del miedo está la liberación.
Pregúntate: ¿De qué tengo miedo? ¿Es un miedo legítimo? ¿Realmente esto es algo que temer? Éstas son las elecciones que se nos presentan en nuestra práctica: ¿sigo haciendo la misma mierda de siempre o tomo una decisión distinta? ¿Cuáles son las consecuencias? Hay gente de la que yo he tenido que distanciarme, a pesar de que son buenos amigos, porque a su alrededor no sé como ser yo mismo, y me interesa más ser libre.

Pero ¿no aspiramos a poder ser nosotros y estar con los demás, por ejemplo con vecinos que no podemos elegir?
Ahí también entra el privilegio: hay gente que no puede estar con sus vecinos porque sus vecinos le quieren muerto. Por esto hablo de poner fronteras: sin ellas me pongo en peligro a mí o a los demás. Yo no tengo problema con estar con quien discrepo, incluso puedo estar en entornos totalmente contrarios a lo que yo represento, pero sé dónde están los límites: sé que hay conversaciones que no voy a tener, lugares a los que no voy a ir… Para coexistir debemos darnos cuenta que el objetivo no es que te guste todo el mundo, aunque aspires a amar a todo el mundo.
Cuando hay división y agitación política, las conversaciones son fantásticas pero los límites aún más. Una forma interesante de hablar es decir: esto es lo que yo creo y aquello es lo que tú crees, pero ¿podemos aclarar que tus creencias generan violencia para mí? O bien preguntar: ¿qué conjunto de creencias mata a gente?
Justo tenemos esa división ahora en Cataluña. Cenando con una buena amiga de una opinión política contraria a la mía, me di cuenta de que podíamos explorar nuestras discrepancias sólo hasta cierto punto, porque valoro nuestra amistad. Me gustaría ser más capaz de oír ciertas opiniones opuestas; pero si por ahora no lo soy, no lo soy.
Es muy buen ejemplo. Hay que tener claro dónde están los límites porque si los pasas se vuelve violento. Y esto es una expresión de amabilidad y compasión en una relación, porque es promover tu mejor yo en lugar de querer ir a ese territorio en el que sabes que estás sensible o herido. Tampoco creo que el objetivo sea estar de acuerdo con todo el mundo. Así como hay ideas mías sobre justicia social que no van a cambiar, entiendo que gente con ideas diferentes se sienta de la misma forma.
Estar de acuerdo se convierte fácilmente en convencer a los demás, y eso ya es violento.
Justamente. Además, las relaciones no cambian necesariamente con argumentos. Yo prefiero mostrar cómo vivo y cómo me afectan las cosas. Pero para generar cambio se necesita un coraje que para mí tiene más que ver con la vulnerabilidad y con ser auténtico.
¿Cómo se manifiesta esta vulnerabilidad?
Pregúntate: ¿Cómo me siento? ¿Dónde está mi dolor o mi malestar? No puedes mostrarte vulnerable si siempre evitas ahí donde está el malestar. Estar en sintonía con ese malestar empieza a guiarte, de hecho, y te ayuda a comprender que las demás personas experimentan el mismo malestar. Esto suaviza nuestra actitud y nuestras interacciones. Quizás necesite poner límites, pero al mismo tiempo comprendo que tú también sufres. Esto genera otro tipo de comunicación.
Si no puedo contactar con mi dolor, no puedo contactar con el tuyo.
Exacto. Y mucho de mi trabajo es identificar que soy tanto una víctima como un perpetrador, tengo múltiples posiciones. Si estoy cabreado o enfadado sé que debajo de estas experiencias hay una herida, un dolor fundamental, y es ahí donde podemos conectar. Conectar a través de la ira puede ser destructivo, pero a través del dolor es mucho más transformador. Las personas son ellas mismas cuando están solas con su dolor, no hay esfuerzo de pretender ni hay máscaras. Si eres capaz de sentarte con tu dolor, de forma abierta, para que los demás lo vean, les das a las demás personas el permiso de hacer lo mismo.
Es curiosa tu forma de enseñar partiendo de la vulnerabilidad, ya que provienes del vajrayana, una tradición cuya idea central es que el maestro es perfecto.
Lo cual es una ilusión. Pero yo venía del activismo, el servir a la sociedad y vivir en comunidad. Llegué al budismo porque sufría y me resultaba natural estar en contacto con ese sufrimiento, nunca me adoctrinaron con esa idea de que soy perfecto. Sin embargo sí aprendí que tengo esta bondad básica, esta naturaleza de buda, o de que ya soy un buda, o instrínsicamente puro… como lo quieras llamar. Y creía que tenía capas de ignorancia que debía disolver para experimentar esa naturaleza fundamental. También me ayudó ser negro y queer porque me proporcionó una comprensión del poder, así que nunca tuve interés en acumular poder de la manera como se enfatiza en el vajrayana.
Pero así como tengo el potencial de la bondad también tengo el de la agresión… Siempre he tenido conflictos con eso de considerar a uno de esos potenciales como ontológicamente privilegiado, más ‘verdadero’. ¿Es eso porque necesitamos convencernos de que realmente podemos avanzar?
Necesitamos saber que no somos la violencia que cometemos, sino que hay más. A pesar de lo que haga en el mundo, tengo ese potencial de conectar con algo que no es violento. Esta conexión toma tiempo pero es perfectamente posible. Si no tenemos ese algo, ¿cómo vamos a comprometernos a reducir nuestra violencia? ¿Qué sentido tendría? Necesitas ver reflejada tu propia bondad. Eso sucede en todos los ámbitos, no sólo en la meditación: gravitamos hacia mentores o héroes porque reflejan algo interesante que entonces buscamos en nosotros.
Pero me interesa más esa gente que nunca ha experimentado ese reflejo, que todo lo que ven reflejado de sí mismas es su violencia hacia los demás, cosa que engendra más violencia. Para comunicar qué es la naturaleza de buda le digo a la gente que se imaginen lo mejor que han comido nunca y la sensación de intentar recuperar ese plato perfecto. Es tener un destello de algo que no olvidas jamás y que te pasas la vida intentado recuperar. Pero si nunca lo has experimentado, ¿cómo vas a reconocerlo si nadie te lo señala?

¿Qué le dirías a alguien en una posición de poder o privilego que no lo ve y que dice que le da igual, que no ve la necesidad de cambiar nada ni de hacer ningún trabajo personal? ¿Cómo hacerle ver que ciertas cosas le causan sufrimiento a sí mismo y a otras personas?
Por un lado, es como si dijeran que hay una parte de si mismas que no están dispuestas a ver. Por el otro, comunicaría cómo lo que hacen me afecta a mí. Pero también llego a un punto en que ya no me importa, que reconozco que hago tanto como puedo pero esa persona no va a cambiar, y vale, ningún problema. Tiene que haber alguna chispa de voluntad para que empiece el cambio.
Y no es cosa tuya, ni mía, hacer que esa persona quiera cambiar.
Es que entonces se vuelve violencia. Puedo relacionarme con alguien de una forma amable y abierta que permita hablar y compartir; pero de la misma forma que no me gusta que crucen ciertas líneas conmigo, no quiero cruzarlas yo con otras personas. De hecho, a veces se cierran más en banda. Pero la vulnerabilidad desarma a la gente, eres sincera y no hablas de política, de ideas o conceptos, sólo expones cómo es tu vida y cuál es tu experiencia. Esto fuerza a las demás a abrirse a esta forma de pensar sobre sus vidas.
Como budista secular, estoy acostumbrado a discursos reformistas de orientación vipassana, de retorno al canon pali pre-theravada, etc. pero tú tienes un discurso parecido desde el vajrayana que me sorprendió. En otra entrevista dijiste que el budismo tibetano tiene un punto de actitud colonial, que yo creo que es extensible a otras tradiciones.
Los tibetanos son ellos mismos un pueblo colonizado, aunque en el pasado también fueron colonizadores (la historia sino-tibetana ha sido muy compleja). Lo que ha sucedido al llegar a occidente es que, puesto que el poder y la jerarquía son tan importantes en esa tradición, han atraído a mucha gente blanca porque la comunidad blanca no está tan resentida con el poder y la jerarquía, o no lo disciernen así. Así que se han creado estas comunidades de practicantes en las que hay muy poca diversidad, y que están estructuradas de manera que los tibetanos mantienen gran parte del poder y de la capacidad de autorización, y tú eres el guardián y te dicen que debes aprender las cosas exactamente tal como te las enseñan. Pero mucho de lo que se enseña es tibetanismo cultural que, claro, es como se ha canalizado el tantra en esa tradición. Esto no es muy sostenible en occidente, pero es más sostenible para gente blanca porque la cultura blanca tiene una gran trayectoria de asimilación y apropiación. Yo tengo amigos blancos que se han cambiado el nombre y visten en plan tibetano, y me parece maravilloso; pero como alguien perteneciente a la comunidad negra, que ya ha sido muy colonizada, a mí esto ni se me pasó por la cabeza, lo rechacé. Creo que es importante pensar qué aspecto tendría un tantra americano u occidental. Quiero hacer prácticas tántricas que reflejen la cultura en la que me crié, y tengo la autorización para hacerlo. Además, el tantra tiene tanta base indígena que encuentras prácticas similares en culturas de todo el mundo, como en África.
También es cierto que el budismo es todo lo que tienen los tibetanos ahora, es lo que les hace importantes en el mundo, y si empiezan a soltarlo y a decir a las occidentales que pueden hacer lo que les apetezca perderían algo muy importante de su cultura. Y no lo juzgo, de hecho lo comprendo perfectamente. Pero creo que podemos trabajar juntos en lugar de a través de esas jerarquías. Otra cuestión es que los maestros tibetanos no tienen un lenguaje para el poder, el patriarcado o la misoginia, y por eso hay tantos casos de abuso.
Ahora que entramos en el tema de los abusos, estadísticamente éstos suceden más cuanto menos énfasis se pone en los votos monásticos, como es el caso de ciertas tradiciones tibetanas o japonesas (aunque no es un problema exclusivamente suyo). Y en occidente el budismo es y será un movimiento mayoritariamente laico: ahí hay un peligro potencial.
Cierto. Bueno, tenemos que empezar a hablar de estas cuestiones en las comunidades espirituales. Hay temas de debate que no se incentivan en las sanghas y tenemos que empujar en la otra dirección. No podemos exponer estos comportamientos inadecuados si no tenemos un lenguaje para ello. Hay que proporcionar más apoyo para maestros, ético en particular, y necesitamos más mujeres y gente de color en posiciones de poder y como maestros y maestras. Pero sobretodo necesitamos cultivar espacios comuntarios en los que se puedan tener estas conversaciones.
Comparando con otras tradiciones budistas, asocio el tantra con la idea de transformar las energías negativas. ¿Qué podrías decir del poder positivo de la ira?
Debemos comprender que la ira es una experiencia que nos señala el dolor y las heridas. Cuando es egocéntrica se vuelve destructiva y violenta; volvemos a la idea de proteger el ego. La perspectiva tántrica es que podemos decentrar el ego de la energía de la ira, y entonces esa energía puede canalizarse fácilmente hacia beneficiar a otras personas, no solo a tí mismo. Se vuelve un acto de compasión.
En Barcelona ofrecerás un taller de fin de semana titulado «Dharma radical«, que también es el título del libro que escribiste junto a Angel Kyodo Williams y Jasmine Syedullah (amazon). ¿Por qué «radical»?
El dharma siempre ha sido radical, va sobre romper sistemas de violencia. Eso se hace cultivando sabiduría y compasión, que dan lugar a una libertad increíble: es intrínsicamente radical. Lo que no es radical es cómo restringimos el dharma impidiendo que penetre en cada recoveco de nuestras vidas. Se compartimenta mucho: el dharma está bien en tal espacio, pero no puedo ser dhármica cuando practico sexo, me coloco, me emborracho… Tenemos que esforzarnos en llevar nuestra práctica a las cosas de las que nos avergonzamos, y esto es radical.
Pero ¿eso no quita el rol que pueda tener el dharma en desafiar nuestro comportamiento? No se trata tampoco de hacer todo lo que ya hacemos pero sólo siendo un poquito más mindful: el dharma cambia lo que haces.
Sí, puede que cambie tu conducta pero puede que no. Quiero decir que hay cosas que quizás no sean socialmente aceptables pero sí sean buenas para estimular tu sabiduría y tu libertad.
¿Crees que existe el concepto de lo «espiritualmente correcto»?
Totalmente. Nos han dicho que el practicante de dharma tiene que actuar de una cierta manera. Y en Estados Unidos esto está dominado por esta estética blanca y de clase media que sugiere que todo viene con facilidad: no tienes que enfadarte, o luchar, o ser creativa, porque todo te será proporcionado. Mis amigos activistas, especialmente los de color, me dicen «ah, los budistas son blancos, callados, apáticos…» y les respondo que el budismo no es así, aunque sea la imagen imperante. El dharma radical rompe con eso. Y hay otras tradiciones budistas que están empezando a hacer lo mismo.
Pues esperaremos a tenerte por aquí en marzo para indagar en todas estas ideas.
Sí, será la primera vez que voy a Europa a enseñar: pasaré por Inglaterra, Finlandia, España y Holanda. ¡Tengo muchas ganas!
Introducción original (enero 2018):
En marzo, el lama Rod Owens pasará por Barcelona para impartir un taller de fin de semana (info aquí) y quizás algún otro evento aún por confirmar. Daniel, un compañero británico del programa Community Dharma Leadership, me dijo que estaba intentando organizar una gira europea para Lama Rod y que si me interesaría hacerle pasar por Barcelona. Yo ni había oído su nombre. Le googleé y tardé muy poco en decir «¡¡Sí!!»
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Gracias Bernat. Muy interesante todo ésto, tu entrevista y post, las posiciones y trabajo de lama Rod Owens, su gira.
«Los tibetanos son ellos mismos un pueblo colonizado»
Es un eufemismo lo que dice. Los tibetanos son un pueblo invadido, sometido por la fuerza militar y reprimidos en sus derechos humanos hasta el dia de hoy.
«mucho de lo que se enseña es tibetanismo cultural que, claro, es como se ha canalizado el tantra en esa tradición. Esto no es muy sostenible en occidente, pero es más sostenible para gente blanca» Ademas de contradecirse asi mismo -ya que la mayoria de los occidentales somos blancos – el tantra se ha canalizado perfectamente en la cultura tibetana y ahora tambien lo hace desde hace 40 años en occidente.
«Pero creo que podemos trabajar juntos en lugar de a través de esas jerarquías. » El Vajrayana -y en general el Budismo- funciona jerarquicamente desde que aparecio con los Mahasiddhas de la India, no es un invento tibetano.
En el presente los sostenedores de los linajes tantricos , los Bodhisattvas desde hace muchas vidas son los tibetanos, son ellos los seres de sabiduria que preservan las enseñanzas y la tradicion, por eso naturalmente, los practicantes aprenden a respetar esa jerarquia. Hay gente que se adapta y hay gente que no. La gente no puede empezar a practicar lo que se le antoje, es absurdo lo que dice.
«los maestros tibetanos no tienen un lenguaje para el poder, el patriarcado o la misoginia, y por eso hay tantos casos de abuso.»
– Esto es una calumnia al barrer y una falacia. Ni hay tantos casos ni ese razonamiento es real. Las causas de la violencia siempre estan en la ignorancia y en las circunstancias karmicas y psicologicas entre el victimario y sus victimas. Siguiendo su razonamiento las personas analfabetas deberian ser tambien abusadoras y violentas por ser incultas.
Ademas el «Lama» parece no entender que «misoginia» ,»patriarcado» «poder» (corrupto?) son ideas y juicios desarrollada por los occidentales, no tienen nada que ver con la mentalidad de los tibetanos. Los Maestros se enfocan en el Dharma no en las complicaciones sociales o politicas del Samsara.
«Nos han dicho que el practicante de dharma tiene que actuar de una cierta manera. »
Esto es asi; parece que el «Lama» tiene pendiente estudiar el Bodhicharyavattara de Shantideva.
“ah, los budistas son blancos, callados, apáticos…”
No sera que es porque estas personas practican meditacion a diario y buscan cambiar su interior y no el exterior. Tal vez sea solo una etapa de su entrenamiento espiritual; quien sabe…
No sera que estos activistas son negros resentidos, y parlanchines compulsivos??? Quien sabe….
Aunque coincido totalmente en su definicion de «Dharma radical» No todos los que se aparecen con un titulo de Lama son verdaderos Maestros realizados, y quien tenga rechazos a la jerarquia de la tradicion tibetana es posible que en realidad no forme parte de ningun linaje – (ademas de tener conflictos personales y raciales no resueltos). Lo cual lo desempodera en gran medida.
Excelente!!!!!