Contradicciones de un bloguero budista

“Short, visual posts created for the right audience are more successful.”
— consejo de ‘facebook pages’

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Vivimos en una cultura de la fragmentación. La atención está fracturada, nuestra capacidad para centrarnos y profundizar sufre un esguince y las herramientas más destacadas y ubicuas de nuestro tiempo contribuyen en gran medida a la dispersión. Claro, son simples herramientas y como tales no son ni buenas ni malas sino que dependen del uso que les demos. Pero ¿somos libres en nuestro uso?

Si algo nos enseña el budismo es que estamos condicionados: no podemos evitar vivir en un mundo de la red social permanente, del compartir, del volver a mirar el facebook el mail el instagram el whatsapp o el twitter para ver si hay novedades que se nos hayan escapado. Mientras escribo estas líneas me acuerdo de que tenía que mandar un email de trabajo, cuando lo termino reviso la página de facebook, y el whatsapp va llamando mi atención con una vibración y un sonidito imposibles de ignorar: estamos biológicamente diseñados para responder a estímulos súbitos.

Seguramente, cuanto más temprano en la vida uno haya conocido estas herramientas, más difícil es. Soy joven, tuve móvil a los 14 o 15. No era un zapatófono (¿recordáis los ‘teléfonos del coche’ de las películas americanas?) pero no tenía ni color. El móvil polifónico no tardó en llegar y parecía un avance estratosférico, y las videollamadas aún eran sueños de ciencia ficción. Parece como si en temas de tecnología la impermanencia hubiera pisado el acelerador… Con todo esto, me pregunto cómo será la relación con las redes sociales, y el esguince de atención, de aquellos que tuvieron un smartphone a los 9.

Pero volviendo a las redes sociales, en plural, porque hay legiones: todas ellas promueven la producción y el consumo de unidades de información pequeñas, breves, pasajeras, ligeras de digerir y no necesariamente relevantes. (“Estoy cenando con la familia. He pedido farfalle al pesto.” parece hoy tan digno de ser pregonado como cualquier otra cosa.) No se puede culpar enteramente a las nuevas plataformas. Quizás ya tenemos una predisposición a lo rápido y fácil, a la McRealidad; pero darle voz no hace sino inyectarle más inercia aún.

En ocasiones he compartido un artículo en la página de facebok y alguien ha puesto un comentario en el que se nota que no ha leído el artículo; o han hecho una pregunta que quedaba contestada con tan sólo clicar en el enlace. Es simplemente humano: incluso al tratar con contenidos que nos hablan de parar, de ralentizar nuestro ritmo y prestar atención, a veces no podemos evitar dejarnos llevar por los ‘hábitos rápidos’.

Sí, tenemos parte de responsabilidad en este comportamiento, como individuos y como sociedad; pero también está la condicionalidad. Y es que las redes sociales no son simples transportes neutros de nuestras predisposiciones, no: promueven activamente estas actitudes, como si las hubieran encarnado y ahora tuvieran vida propia. Facebook, WordPress o Mailchimp me aconsejan sobre cómo aumentar visitas a mi página y a mi web, qué tipo de posts tienen mayor repercusión, qué título es mejor para un boletín que llame la atención y que todos los suscriptores abran. Y me facilitan lo que necesito saber: puedo consultar qué días de la semana y a qué horas tengo más comentarios y más likes, así como el país, la edad y el sexo de la gente que sigue ‘budismo secular’. Con todo esto, sé que en facebook una imagen capta la atención de más gente, por no hablar de un vídeo, y que la palabra ‘meditación’ en el título de un artículo duplica su impacto.

Por un lado, esto es sencillamente información sobre qué interesa a la gente que me lee, y estoy feliz de servir a esos intereses y publicar más sobre meditación, por ejemplo, que sobre filosofía abstracta o curiosidades de las estatuas de Buda, si esto beneficia e interesa a la gente. Es útil ver que los lectores no siempre tienen el ánimo (o sencillamente el tiempo) de leer un post largo, y que puedo intercalar algunos artículos más breves para que haya más actividad en el blog sin que tenga que renunciar a mis horas de sueño, como hice compartiendo charlas de David Loy o Jon Kabat-Zinn. No hace falta que todos los artículos sean mini-ensayos, sólo compartir cosas valiosas, sencillas y directas. Escuchar a la gente que lee el blog es crucial para establecer una conexión y seguir investigando aquello del dharma que es relevante para nosotros hoy.

Pero por otro lado, también debo preguntarme qué estoy escuchando: una cosa es la voz de los intereses y preocupaciones de la gente y otra cosa es la voz de la velocidad frenética actual, esa voz que pide y promueve la comida rápida para la mente. Tengo la elección de qué contenido proporcionar y por lo tanto qué voz alimentar. No voy a dejar de hablar de ciertas cosas sólo porque requieren más elaboración y no vaya a ser que a la gente le dé pereza leer. Ni voy a ponerme a publicar vídeos en facebook únicamente porque aumentan la implicación de la audiencia.

¿Cuál es el objetivo de esta web? ¿Amasar lectores? No. Pero bien que quiero que estas ideas lleguen a la gente, y a más mejor que a menos… ¿Y por qué motivo? Bien, pues porque estoy convencido del beneficio y el interés de estas ideas, y no hay nada de malo en utilizar las herramientas que conducirán a este objetivo —y nada de inteligente en ignorarlas. Pero ¿puedo perder de vista este objetivo en la simple persecución de más visitas, más comentarios, más lectores? Debería ser consciente de este riesgo: no me gustaría servir comida menos nutritiva por la simple ansia de conseguir más comensales en la mesa. Por supuesto, siempre puedo equivocarme sobre cuán nutritivo es algo, eso es otra cuestión.

Y ¿qué hay del riesgo de, sin darme cuenta, acabar por contribuir también a esta dispersión generalizada, aunque sea en el terreno de lo espiritual? Si me dedico a generar más actividad en el blog, más frecuente y más breve y ligera, podría empeorar el esguince de la atención del que hablaba. Yo mismo, como lector de revistas budistas y seguidor de páginas diversas, sé que puede haber sobredosis y dispersión también en el dharma. Y codicia. Tanto por la parte del lector como del editor.

Supongo que, resumiendo, el dilema aquí es entre los deseos (1) de difundir ciertas ideas, por creer profundamente en ellas, y (2) de no comprometerlas en el camino. Es una cuestión de no olvidar las motivaciones y objetivos iniciales, ni perder de vista la línea que separa usar métodos para difundir ciertas ideas y modificar estas ideas en pro de dichos métodos. No sé si tengo respuestas, sólo preguntas. Supongo que hablo conmigo mismo. Supongo que son, comprensiblemente, contradicciones de un bloguero budista.

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6 comentarios en “Contradicciones de un bloguero budista

  1. Usted escriba, amigo mío, lo que quiera y pueda; si es sobre buddhismo, se agradece. Y escriba bien, tratando de tener algo que decir. Hasta ahora lo viene consiguiendo. Una vez que pulsa sobre el botón de publicar, de alguna manera deja de pertenecerle, aunque siga siendo el responsable. ¿Acaso cree que el resto leemos todo lo que aparece en este blog? Hágase un favor: olvide las estadísticas y solo escriba si eso le gusta o considera necesario. Se le sigue, pero no incondicionalmente ni, por supuesto, hasta el fin… Afortunadamente.

  2. Personalmente, agradezco aquellas entradas en las que al lector se le supone una capacidad infinita de atención. Y te doy las gracias por darme la oportunidad de decirlo aquí.

  3. Son muy buenos tus cuestionamientos Bernard. Por lo pronto agradezco el tiempo que te tomas de hacer estos artículos (más largos) que me dejan pensando. Es verdad, hace días por medio del facebook me di cuenta que habías hecho una nueva publicación. me ha tomado una semana darme el tiempo para sentarme a leer tus introspecciones. porque como tú tengo varias pestañas de lecturas interesantes, artículos, videos e ideas abiertas y en espera; a demás del facebook. Pero como practicante de meditación (budista, secular, mindfulness o como quieras) hago un esfuerzo consciente de mantenerme hasta cierto margen, practicar la capacidad de darme cuenta de cómo estamos condicionados. (como señalas «enseña el budismo») Pero por otro lado, como bien dices, vivimos inmersos en esta sociedad de redes sociales aceleradas y demandantes de nuestra atención. nos hipnotizan con sus coloridos y breves deslumbres, y claro, también los utilizamos a nuestro favor. para jalar e influenciar en aquello que pensamos les puede ser valioso. Y claro que buscamos darle al clavo y como el pergolero pardo, hacer la entrada a mi nido (de pensamiento, ideas y corazón) algo atractivo, así que, inevitablemente caemos en el juego. jugamos el juego. y ya entrados en el, se vuelve más difícil y requiere de mayor esfuerzo seguir manteniendo el margen, la distancia y la capacidad de darse cuenta. El trabajo como meditador continúa.
    Ejemplo concreto: Doy talleres y clases de meditación (secularizada) y utilizo entre otros el facebook para dar a conocer las fechas de los talleres. sin embargo el mantenerme «al margen» me pone en desventaja para hacer que la campanita de la atención toque a quienes me interesa llegar. tendría quizá que utilizar mejor y más las redes en la que todos están metidos para ser más efectiva. tengo que cuestionarme qué tanto «le entro más» al juego hipnotizador o seguir siendo fiel a mi propia práctica de sobriedad secular. así que como tu, me quedo con las preguntas más que con las respuestas. Sin duda, leer éste artículo tuyo (como siempre) hace evidente que si bien estamos condicionados, también estamos interconectados. Del otro lado del océano encuentro resonancia. eso es agradable.

  4. Sigue adelante con tus «contradicciones». Por estos lados ya somos varios quienes disfrutamos de ellas. Un abrazo.

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