
Seguramente el futuro recordará el siglo XXI como la era de las redes sociales. Pero ¿qué dirán los libros de ese futuro sobre cómo se han adaptado e interactuado con ellas el budismo, el mindfulness, en definitiva, los caminos espirituales y de transformación personal? Lo que sigue es una reflexión en curso sobre qué aspectos de facebook (y compañía) no contribuyen a una vida más despierta y consciente, sino que la boicotean. No hace falta decir que nada de eso niega los aspectos no-problemáticos del social media y sus posibles usos positivos.
Resumamos: el objetivo del budismo es encontrar la solución al problema del sufrimiento e insatisfacción humanos. Esto conducirá a una nueva forma de estar en el mundo y, para quienes creen en el ciclo de renacimientos, a escapar de él. Ambas cosas se logran reduciendo, y finalmente erradicando, la tríada de codicia, aversión y engaño —o la versión de esos términos que prefiráis. Estos tres impulsos básicos nos mantienen atrapados en ciclos repetitivos y agotadores. El budismo los llama ‘fuegos’ y declara que hay algo más en la vida que perseguir ávidamente lo que nos gusta, intentar apartar lo que nos desagrada y aburrirnos frente a lo que nos es indiferente. Esto no sería un problema si no fuera porque se trata de una empresa irrealizable, y porque muchos de nuestros deseos obsesivos, miedos y odios son bastante estúpidos. El budismo y la meditación aspiran a superar esas limitaciones, en especial la ignorancia, y a poder ver las cosas tal y como son. En principio, todos los métodos de práctica de las distintas tradiciones budistas responden ampliamente a esa meta.
Pero ¿y facebook? ¿Cuál es el objetivo de facebook? ¿Contribuye a avivar o a sosegar esos fuegos? Esto me gusta, eso no me gusta, de aquello paso. Facebook me muestra anuncios de productos que he googleado pero aún no he comprado. Si tengo espíritu de troll o de hater, twitter o youtube me proporcionan una ventana de anonimidad para descargar mi rabia sin que tenga que afrontar consecuencias. El otro día me di cuenta que hacía semanas que la gran mayoría de lo que me encontraba al abrir facebook eran vídeos o bien de aquél secreto que él solito me va a solucionar la vida, mágicamente, o bien de cualquier noticia de actualidad que debería indignarme mucho; y vi que más allá de generarme esa reacción inicial de interés o de ira no estaban ni ayudándome a solucionar mi vida ni motivándome para cambiar el mundo.
El problema no son el deseo y la aversión en sí: el me-gusta y no-me-gusta son sensaciones naturales y distinguirlas está bien. El objetivo no es volverme indiferente a todo, sino aprender a distinguir en nosotros mismos los impulsos que son hábiles o fructíferos de los que son inhábiles o infructíferos —quizás hoy los llamaríamos productivos e improductivos. Y aunque facebook tiene el potencial de generarme el tipo de me-gusta y no-me-gusta productivos, tengo que aceptarlo: me genera muchísimos más de los improductivos, aquellos que no conducen a la mejora, al bienestar, a la acción sabia, sino sólo a la descarga impulsiva, al refuerzo de patrones reactivos e incendiarios, al comportamiento repetitivo, adictivo… Toma versión contemporánea del samsara. En el Discurso sobre los dos tipos de pensamientos, el Buda relataba:
Cuando practicaba, diligente y decidido, un pensamiento de deseo sensorial, de mala voluntad o de crueldad surgía en mí. Comprendía: ‘Este pensamiento de deseo sensorial, mala voluntad o crueldad ha surgido en mí. Esto es perjudicial para mí, para los demás, para ambos; obstruye la sabiduría, causa dificultades y no conduce al nirvana.’ Cuando lo consideraba así, el pensamiento se sosegaba. … Aquello en que alguien piensa o reflexiona frecuentemente se vuelve la inclinación de su mente.
Dvedhavitakka Sutta – MN 19 (abreviado)
La última frase es clave. Parte de vivir más despiertas es despertar de la ingenuidad de que las cosas no tienen consecuencias, de que puedo transformar mi vida sin alterar demasiado su contenido, de que pasar dos horas frente a la tele o el facebook, en definitiva, no me condiciona. Porque claro, yo soy el conductor de mi vida, yo mando. A ésto es a lo que Buda se refería con la visión correcta y la idea del no-yo: respectivamente, que las cosas tienen consecuencias, aceptémoslo, y que no estoy al control de los elementos que me componen tanto como me pienso. Ésta es la epifanía del meditador nuevo: se sienta con los ojos cerrados, con toda la determinación de centrarse en la respiración, y descubre que su propia mente no le hace caso, ¡sigue sus propias reglas! Visto así parece muy obvio ¿verdad? Quizás pensemos: ‘todo esto ya lo sé.’ Pero ¿somos capaces de ver cuándo nos contamos lo contrario, en qué situaciones y respecto a qué comportamientos?
Entonces, ¿concretamente cómo contribuyen las redes sociales a esas emociones improductivas? Lo que creo que es nuevo y específico es, por un lado, la tendencia a convertir la vida en un espectáculo con el cual no interactúo, sólo miro: aquello que veo básicamente me entretiene. Y cuando me mueve a la acción, a menudo esa acción es comprar. (Encima, comprar es cada día más fácil y nos malcría, porque luego no hay ‘un sólo click‘ para otras cosas que quizás valoramos más profundamente.) Por otro lado, el exceso de esos estímulos, los que sólo me exigen que mire, puede que me anestesie o me agote. Hoy, si veo la cara de Donald Trump en un enlace en facebook… ya me da pereza. Y a pesar de que no visito el enlace, noto una leve molestia a la que no sé por qué sigo exponiéndome.
Facebook me refuerza en aquello con lo me identifico, tanto si es algo que me gusta como si es aquello a lo que me opongo. Y éste es mi segundo argumento: junto con su amigo google, facebook no sólo tiende a alimentar los fuegos de la codicia y la aversión, sino que directamente contribuye a mi ignorancia obstaculizándome ver la realidad tal y como es. Es lo que se conoce como la ‘burbuja de filtros’ (filter bubble): ciertas plataformas recogen información sobre tus búsquedas y preferencias y filtran todo lo que hay en internet para mostrarte sólo una parte. Tú no ves la realidad, ves lo que esos filtros te dejan, y no sabes qué han eliminado ni qué criterio siguen para decidir qué te muestran. Es, como comentaba el maestro zen y activista David Loy en una entrevista a este blog, un sistema instaurado de engaño o ignorancia, el tercer fuego del budismo.
El recientemente fallecido Zygmunt Bauman, padre del concepto de ‘modernidad líquida’, habló de una ‘cámara de eco’: la burbuja que acabamos habitando tiene la peculiaridad de que nos muestra básicamente las cosas que confirman nuestras opiniones y coinciden con nuestros gustos. «Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes,» decía en una entrevista a El País, «sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara.»

Pero facebook no es el único que filtra: nosotros también filtramos lo que enseñamos, no ponemos cualquier cosa en nuestro muro. ¿Compartes lo que te sale mal? ¿Compartes tus flaquezas y fracasos igual que tus éxitos? Si estás pasando por una época difícil, si no estás bien, ¿lo pones en tu estado de facebook? Volvernos conscientes del uso no-neutral que hacemos de las redes sociales nos obliga a plantearnos qué significa para nosotros, cómo y para qué lo utilizamos y qué implicaciones escondidas hay en esa lógica. No es tan simple como que seamos deshonestos y queramos aparentar; pero a lo mejor, sin darnos cuenta, nos acostumbramos a negar o reprimir ciertos aspectos de nuestra vida. ¿Cómo se relaciona esto con la primera tarea que recomendó el Buda, la de conocer tu sufrimiento? Me aventuro a imaginar que si Buda estuviera por aquí y se abriera una cuenta de facebook, lo primero que compartiría sería «Esto es insatisfactorio.»
En ningún momento estoy argumentando que facebook sea malo. Sólo señalo que en el caso de que aspires a vivir de una forma más despierta, más sana ética y psicológicamente, reduciendo codicia y aversión y ganando sabiduría, entonces debes plantearte si tu uso de las redes sociales realmente sustenta o boicotea ese proyecto. Y si concluyes que no (y a veces hace falta valentía para admitir eso), considera hacer algo al respecto como parte de tu respuesta a ‘cómo quiero vivir’.
Una opción es cerrar tus cuentas. Hace bastante traduje en este blog un artículo que hablaba de esto: «Por qué dejé facebook». Es una lectura interesante incluso si no os estais planteando hacerlo. Una opción menos drástica es empezar a hacer un uso más consciente de las redes sociales y cambiar nuestra relación con ellas, aunque a primera vista pueda parecer demasiado cotidiano como para tener nada que ver con la meditación o la espiritualidad. A medio escribir esto me llegó un artículo del maestro de meditación Jay Michaelson en la revista Tricycle, en el que dice:
No podemos evitarlo. Las noticias son tóxicas, las conversaciones sobre el tema son a menudo amargas … pero déjame mirar otra vez a ver qué hay de nuevo.
…
las redes sociales están diseñadas para maximizar la conducta adictiva. Se ha demostrado que las notificaciones, los ‘likes’ y otros ciclos de retroalimentación positiva activan el sistema de dopamina del cerebro. Con cada ‘like’, tu cerebro recibe la misma sacudida que con las drogas, el sexo, el juego y otros estímulos potencialmente adictivos.Gracias a la evolución, estamos programados para permanecer alerta a peligros y recompensas, y para disfrutar esa recompensa cuando llega. Gracias a las redes sociales, eso ocurre cada vez que suena tu móvil.
Michaelson enumera problemas como la llamada ‘depresión facebook’, las personas que sufren síndrome de abstinencia tras un día de desconexión, y un estudio según el cual el centro de recompensa del cerebro de los jóvenes se activa más por la cantidad de ‘likes’ de una foto que por su contenido. Admite que, en parte, nada de esto es nuevo, y que los periodistas (y hoy día los blogueros) siempre han buscado captar la atención de los lectores con una buena foto, un titular efectivo, etc. Sin embargo, «Nunca antes una industria tan grande como las redes sociales ha tenido tantas herramientas para maximizar su impacto en la mente humana. Y esas herramientos sólo harán que mejorar (o empeorar)«
Michaelson sugiere que las redes sociales se incluyan en el quinto «precepto» laico del budismo, ya que para nuestro cerebro funcionan igual que ciertas drogas y comportamientos adictivos como el juego. Ésas son sustancias o actividades que en general intentamos evitar o, como mínimo, consumir de forma responsable. ¿Y si tratáramos a facebook, twitter o instagram literalmente de la misma manera? El quinto precepto desaconseja los intoxicantes porque causan descuido, negligencia, pérdida de atención plena. Del mismo modo que eso puede practicarse en términos de moderación (ej.: una copa de vino con la comida), ¿podemos aprender a distinguir ese instante sutil en el que una visita a facebook pasa de lo sano a lo insano, de distraernos a amargarnos, de informarnos (supuestamente) a perder el tiempo? Esto es en sí una práctica de mindfulness o atención plena.
A parte de la frecuencia con que decidamos usarlo, facebook tiene muchas más opciones de configuración de lo que uno podría pensar: se puede indicar qué tipo de contenido ver más o menos a menudo, puedes mantener amistad con esa persona de la universidad sin ver los siete videos de gatos que cuelga a diario, etc. Es cuestión de explorar. Hace una semana yo y mi pareja sufrimos una agresión verbal por la calle: decidí compartirlo porque me pareció importante que la gente progresista de mi entorno supiera que estas cosas siguen pasando, porque pensé que contribuía a mantenernos despiertos acerca de la realidad en la que vivimos, contectando honestamente, sin preocupaciones de qué imagen vendo y abriendo la posibilidad de un diálogo valioso. En la misma línea de ayudarnos a ver las cosas tal y como son, existen formas de borrar historiales de google o instalar extensiones en tu navegador que petan la burbuja de filtros.
Al final, el mundo online es tan parte de nuestra realidad como el mundo offline, no es menos real. Los obstáculos son igual de reales, condiciona nuestro cerebro igual que cualquier actividad a la que dedicamos tiempo, y podemos tomar medidas igual de palpables. Así que podemos —y debemos— aplicar la misma pregunta que inicia y sostiene cualquier camino de pasos conscientes: ¿cómo quiero vivir?
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En el Sutra de los cuarenta factores se dice que el merito corrompe el recto camino y fructifica el apego. Facebook tiene muchas posibilidades de convertise en alimento del ego. Cuando participamos en busca de mérito y reconocimiento alimentamos el ego. Pero también podemos utilizar facebook como una Sangha virtual, una herramienta de motivación y apendizaje. Debemos practicar la recta atención y el recto esfuerzo para evitar la búsqueda insana de reconocimiento y para propiciar una participación llena de entendimiento y compasión.
Hay muchos Rinpoches dando enseñanzas porvlive en facebook. Ellos usan súper positivamente s facebook
En principio, todos los métodos de práctica de las distintas tradiciones budistas responden ampliamente a esa meta.
Por eso quinientos millones de humanos no sufren, como es claro y ampliamente evidenciado.
cada uno elige y selecciona lo que desea usar o no.
Lo siento, pero hoy descubri a «Project Black Pantera,» y aunque es en portugues, la cancion «Redes Social» me dejo pensando de esta entrada: