Uno de los debates internos del budismo mahayana es si el despertar es gradual o súbito. Esto quedó inmortalizado en el icónico debate de Samye, en el que el Tíbet terminó decidiéndose en favor del modelo gradual, propio del budismo indio, en lugar del modelo súbito del budismo chino.
El relato que conocemos de ese debate es de historicidad dudosa, y es simplista creer que podemos separar estos dos enfoques con limpieza quirúrgica: influencias del budismo chino se pueden apreciar en la escuela tibetana nyingma, y el zen también ha combinado ambas perspectivas en figuras como Chinul.

Pero esta cuestión también toma otra forma: ¿Hay un despertar al que llegar? ¿O sólo hay que darse cuenta de que siempre hemos estado despiertos pero no lo sabíamos? ¿Hay que sentarse con un objetivo o sin él? Las varias escuelas de budismo se sitúan en distintos puntos de un espectro entre estos dos enfoques.
Ambos tienen su virtud y sus inconvenientes. Psicológicamente, el ‘no hay lugar al que llegar’ quizás no estimula mi capacidad de esfuerzo e implicación, me quedo vago y sin desarrollar ciertos recursos. Por otro lado, la idea de una meta elevada y alejada puede intensificar percepciones de lo pequeño que soy y desembocar en tensión y autoexigencia. Creo que estas dos visiones no representan realidades diferenciadas sino que son métodos que buscan un efecto, y que depende del temperamento de cada cual. Es como quien necesita estructura (y se pierde en el caos sin ella) o quien necesita más espacio y autogestión (y la estructura se le hace opresiva).
Otro problema relacionado es que hay gente que enseguida cae en la tendencia de hablar desde la verdad absoluta —siempre a conveniencia, claro. A este ser flotante se le identifica porque te ayuda con tus conflictos mostrándote lo dualista que eres y que el yo no existe y él está muy bien, o porque resuelve las desigualdades sociales diciendo a quienes se quejan que están muy apegados a los conceptos y etiquetas y que todo eso es ilusorio.
Aún me acuerdo de Ani Tenzin Palmo en Dharamsala diciéndonos a un grupo de occidentales que vigiláramos con esa forma de bypass espiritual: «No pretendáis que estáis ahí. Vivís en la verdad relativa, así que hablad desde ella y trabajad con y a través de ella. No la circunvaléis, uno no puede saltarse pasos.» En el otro extremo, el theravada tiró la toalla durante siglos: buf, ya no es posible iluminarse, para qué intentarlo…
La cuestión práctica, al final, es con qué motivación me siento y cómo llego a un equilibrio entre la receptividad que no alimenta expectativas y la honestidad de admitir que estoy aquí por algo. En el curso de «dharma 2.0» tratamos este equilibrio en una de las sesiones. Leemos un texto muy breve, que es de los primeros que traduje del pali y que descubrí por casualidad. Es tan breve que lo pongo entero:
Mendicantes, un agricultor tiene tres tareas urgentes. ¿Cuáles? Arar el campo enseguida, plantar las semillas enseguida, y regar y drenar el agua enseguida. Éstas son sus tres tareas urgentes. Ahora bien, este agricultor no tiene la facultad o el poder de ordenar: “¡Que el grano salga hoy, que crezca mañana, que madure pasado mañana!” Sino que con el cambio de las estaciones, cuando es el momento, su grano sale, crece y madura.
De la misma forma, un mendicante tiene tres tareas urgentes. ¿Cuáles? Practicar para mejorar la virtud, practicar para mejorar la mente y practicar para mejorar la comprensión. Éstas son sus tres tareas urgentes. Ahora bien, un mendicante no tiene la facultad o el poder de ordenar: “¡Que mi mente, debido a no aferrarse, se libere de contaminantes hoy, o mañana, o pasado mañana!” Sino que, al practicar para mejorar la virtud, la mente y la comprensión, cuando es el momento, su mente se libera de contaminantes debido a no aferrarse.
Por lo tanto, mendicantes, debéis practicar así: “nuestro deseo de mejorar la virtud, de mejorar la mente y de mejorar la comprensión será intenso.” Así es como debéis practicar.
– Accāyika Sutta (AN 3.92)
Meditar es como la agricultura: hay que proporcionar las condiciones adecuadas, pero no puedes tirar de las verduras para que crezcan más deprisa. Por muchas ganas que tengas, las ganas no hacen que suceda el resultado. ¡Pero luego el Buda termina recomendando tener un deseo intenso! Implicación a tope combinada con abandono al resultado… Hay que resolver este pequeño koan —en carne propia, no con la cabeza.
«Siempre vuelvo a la pregunta de por qué meditamos,» dijo alguien de nuestro grupo en Barcelona. Hay que ser honestas y claras con esto, teniendo en cuenta que la respuesta a esta pregunta puede ir mutando con el tiempo. Yo me lo respondí hace un tiempo dejando de practicar hasta que me sonó la alarma: mi vida era tan claramente peor. Si eres inconstante, fantástico: ¡compara las épocas en las que meditas a diario con periodos de vagancia!
Hoy día mucha gente hace mindfulness para resolver problemas de estrés y depresión. El budismo suele ser más amplio y ambicioso. Lo que motivó al Buda fue, en lenguaje moderno, el dilema existencial del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. La vida incluye esperas largas y tediosas, insomnios, enfermedades.
Hoy un intensísimo dolor de garganta me ha desvelado a las 6 de la mañana. Me he puesto en modo práctica al instante. Nunca olvidaré cuando con 24 años, que no te duele nada, le pregunté a Sayadaw U Tejaniya que por qué esa insistencia en observar el dolor y estar presente con él. Me miró con ojos de obviedad y me soltó «Oh, porque sólo va en aumento.»
Pero la práctica, a pesar de beneficios y de metas, no es fundamentalmente una técnica a aplicar aquí y allí, sino una manera de vivir. Es un fin en sí mismo y puede ser gozoso. Uno de los factores del despertar es la alegría, y son varios los textos que dibujan una relación de causalidad entre la alegría y la concentración. Si una actividad se hace puramente por un telos, por un fin, se consigue ese fin y ala, a lo siguiente. Un proyecto sucede a otro, sin término.
Podemos ser honestos con nuestras aspiraciones y con los beneficios palpables de la práctica; pero podemos dejarlos de fondo, en un segundo plano, y cuando nos sentamos sentarnos por el mero hecho de sentarnos. Los dos enfoques se unen: la recompensa es gradual, en el camino, y también ahora mismo en el sentarse. Estar en el momento no nos roba la dirección que tenemos. Que esta dirección no nos robe el momento presente.

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Estimado Bernat
Como definirías la virtud.
Serían las. 6 paramitas.?
¿Te refieres a ‘virtud’ como aparece en el sutta? Ahí virtud es sīla, una de las tres áreas en que suele dividirse el camino, y en general se refiere, para los laicos, a los cinco preceptos (o su versión extendida de 10 acciones virtuosas) y, para los monjes, sus votos.
Las paramis o paramitas son modelos algo posteriores; hay 10 en el theravada y 6 en el mahayana. En ambas tradiciones las dos primeras son dāna (generosidad) y sīla (virtud) pero luego incluyen otras cualidades que corresponden a la meditación y a la sabiduría.
Gracias por hacerme recordar porque me siento…
_/\_
muchas gracias
El hombre no es el que despierta, es su espíritu el que despierta.
Es súbito y no depende del hombre, depende de si recibe la gracia.
Esa es mi experiencia.