¿Murió el Buda en Vesak?

En la primera planta del Museo Nacional de Kioto se alza una estatua de madera, majestuosa a la par que humilde. Es el monje chino Baozhi, quien alcanzó bastante fama tanto en China como en Japón—podéis ver su ficha aquí …un curioso personaje.

Según recuerdo de la audioguía del museo, alguien fue enviado a retratar a Baozhi. Entonces, Baozhi anunció que iba a mostrar su verdadero rostro, se rajó la piel con la uña y reveló, debajo, la imagen dorada de un bodhisattva.

Baozhi

Hace unos dos mil quinientos años (hay debate sobre las fechas), el Buda murió en Kusinārā—al menos el histórico, si es que existió; pero para las tradiciones budistas nunca fue solo un humano. Sus famosas últimas palabras fueron:

attadīpā viharatha attasaraṇā anaññasaraṇā, dhammadīpā dhammasaraṇā anaññasaraṇā – Mahāparinibbāna Sutta, DN 16

[ Párrafo saltable, sólo para frikis -> dīpa en pali puede corresponder tanto al sánscrito dīpa (lámpara) como a dvīpa (isla). Como las versiones sánscritas del texto dicen dīpa, parece que el significado pretendido era “lámpara”. Sin embargo, la tradición pali siempre lo ha interpretado como “isla”. ]

Las últimas palabras del Buda se suelen leer como una llamada a la autosuficiencia o independencia. Ante las inundaciones—una metáfora de la pasión sensorial, el devenir, las creencias y la ignorancia; o, en otros textos, los cinco obstáculos—hay que aprender a flotar, quedar por encima, libre de su influencia.

Más recientemente, esto también se interpreta como lo opuesto a ser un seguidor, a depender de personas o estructuras externas. Nadie va a salvarte excepto tú mismo. Hay mucha virtud en esta lectura—aunque no sin cierto tufo a individualismo moderno.

Stephen Batchelor suele señalar que este pasaje encierra una paradoja, ya que habla de dos “únicos” refugios: uno mismo y el dharma. ¿Cómo se entiende eso? Su solución es interpretar que la exhortación del Buda nos sugiere integrar el dharma hasta hacerlo propio, de forma que el dharma sea indistinguible de una misma.

La vida es un lugar doloroso, incierto e incluso aterrador. Vivimos “en la intemperie”, escribe el filósofo catalán Josep Maria Esquirol: “la situación más fundamental del ser humano es estar al descubierto, estar sin protección”.

Ante las inclemencias de la vida, buscamos refugio—algo comprensible. Pero a menudo lo buscamos en lugares poco saludables: mecanismos de defensa bienintencionados pero torpes, que pueden funcionar a corto plazo pero no a largo; creencias rígidas y desadaptativas; estrategias de afrontamiento que dañan a los demás y a nosotros mismos. Como lo resume mi cantautor favorito, Quimi Portet (otro catalán, ¿estaré patriótico hoy?): “La vida es un asunto complicado, hacemos lo que podemos”.

Para mí, la mejor lectura del consejo pre-mortem del Buda es tomar la inundación como metáfora de las inclemencias de la vida, y no de la reactividad que sigue—esa torpe tentativa de protegernos. En su lugar, debemos hallar otro refugio, buscar cobijo en valores hermosos, en elecciones conscientemente trabajadas, en el dharma, en esa buena imagen que tenemos de nosotras mismas.

Ese es nuestro único refugio, la isla en medio del clima salvaje y confuso de la vida: sostener esa visión de y para nosotros mismos; nuestro verdadero rostro, oculto tras esos patrones reactivos que tenemos tan incorporados pero no dejan de ser performados. Es una parte clave de la práctica.

El Buda comparó los cinco obstáculos con agua que está teñida, hirviendo, fangosa, etc., de modo que si intentas mirar al reflejo de tu rostro, te ves distorsionada. Los obstáculos son, en palabras de Christina Feldman, saboteadores de la intención. Aspiro a ser amable y sabio, pero pasan cosas, aparece la reactividad, y pierdo esa visión de mí mismo. No se trata solo de quién quiero ser, sino de quién considero que soy. Quién no ha tenido un momento de claridad moral, de dar un paso atrás y decir: “un momento, este no soy yo”…

Una vez le conté una experiencia meditativa a Sayadaw U Tejaniya en la que, en medio de una tormenta de reactividad, una voz dentro de mí dijo la frase: “Te conozco, Māra”. Sayadaw respondió: “¡Bien! Has ocupado el lugar del Buda”. Sí tenía esa capacidad.

Racionalmente, el salto de “quien puedo ser” a “quien verdaderamente soy” no está justificado, lo sé. En el fondo, es un acto de fe, quizás necesario. A veces nos hacen falta creencias lo bastante fuertes como para contrapesar la arraigada convicción de que somos intrínsecamente defectuosos. Así que me da igual que no sobreviva al análisis lógico, puedo decidir sostener de todos modos esa idea. Es lo que el metamodernismo llama ingenuidad informada.

El Buda murió en Vesak, pero al mismo tiempo no murió: puedes rajar tu piel y dejar al descubierto ese rostro verdadero.

Rāhula, hijo del Buda y uno de los 18 arhats. Museo Nacional de Kioto.

Feliz Vesak.

Contra el autocuidado

No es por ser controvertido, que algunos sabéis que me gusta, pero realmente tengo mis dudas sobre la noción tan de moda del autocuidado. Esto no es una queja budista basada en la enseñanza sobre el no-yo (anattā), ni una cruzada contra tratarse bien a una misma, ni una opinión de que sea egoísta.

Mi recelo está en torno a cómo esta idea inunda las redes sociales, creando una cultura, y al hecho de que llamar a algo «autocuidado» parece darle legitimidad automáticamente. Pero, me pregunto: cuando «autocuidado» suena demasiado a baños de burbujas y velas perfumadas, ¿es mucho más que una estrategia de ventas?

El autocuidado no equivale necesariamente a la autocompasión, a veces es autoindulgencia. Pero no me molestaría con eso en mi blog, ¿desde cuándo soy un budista particularmente ascético? Por mí, adelante con tu baño a la luz de las velas.

Lo que me preocupa es cuando, bajo de un acto o hábito de autocuidado, yace la noción de «no puedo». Si te digo que pares al menor síntoma de cansancio, te estoy comunicando que no creo que puedas seguir un poco más. No estoy tildando a nadie de ‘snowflake’, de delicado y sin aguante. Al revés, esto es lo que hace la industria del autocuidado.

Sin confianza en el potencial, la compasión es sólo pena, compadecencia o lástima. En cambio, cuando se basa en la realidad y no en ilusiones, el «creo que puedes» es el pensamiento más amable y compasivo que se puede tener. Para decirlo en budista: todos los seres tienen naturaleza de Buda.

Se sabe que actuar sobre el impulso de llamar al trabajo para decir que estás enfermo, o cancelar planes, y tomarse un día libre «por salud mental» puede empeorar las cosas, aunque suene bondadoso. Hacerlo ofrece alivio inmediato, sí, pero refuerza ese impulso (porque ha «funcionado») y envía al cerebro el mensaje de que no podrías haber afrontado el día, así que «buena decisión, me has salvado». Es contraproducente y contribuye a las famosas profecías autocumplidas.

A pesar del título polémico (lo siento por el ‘clickbait’), no estoy condenando nada. No hace falta decir que muchos actos de autocuidado están perfectamente bien. Sólo desconfío cuando el autocuidado se alinea demasiado convenientemente con la cultura individualista y el consumismo, o cuando suena como otro mensaje más de «no eres suficiente», y sorpresa: ¡siempre hay algo externo que lo arreglará por 19,99! «No puedes con todo» es otra versión de la insuficiencia: no tienes todos los recursos.

El radical acto de fe es decir que sí tienes los recursos. Es refugiarse en el Buda interior y en el dharma, la práctica. Y sí, a veces las cosas se ponen terriblemente difíciles y realmente no puedes. Es entonces cuando necesitas la ayuda de otros, de amigos, seres queridos, guías, maestras, terapeutas… Paradójicamente, pedir ayuda requiere mucha confianza en uno mismo. Elegir confiar en los demás: esto es refugiarse en la sangha y en las amistades bonitas (kalyāṇamitta).

Siempre que elijas cuidar de ti mismo de alguna manera, comprueba si eso convive con algo de confianza o creencia en ti misma. Entonces, procede.


En septiembre inicio un grupo online mensual los domingos por la tarde que hemos llamado Samyutta, que en pali significa conectados! Y aprovecho este artículo para recordaros, en general, que desde hace un tiempo ya no anuncio mis actividades en esta página. Las que son en castellano o catalán las podéis encontrar en la web o newsletter de la Associació Espai Sati, y las internacionales están en mi web dharma.cat. Un abrazo!

Cómo meditar sin emociones

Seamos sinceros: esto de las emociones es un poco molesto. Y si quieres librarte de ellas, puedes hacerlo, porque son opcionales. Buda no tenía emociones, ni ninguno de sus contemporáneos, y ni siquiera «nosotros» teníamos emociones hace unos siglos.

No me refiero a que Buda no sintiera nada. Hasta los textos budistas más antiguos dejan claro que el Buda sentía compasión, alegría, écstasis y, más polémicamente, cierto enojo o molestia —si no ¿por qué se quejaba de los monjes que hacían demasiado ruido? A pesar del énfasis en la ecuanimidad, la tradición budista nunca ha concebido a la persona despierta como alguien plano y emocionalmente vacío. Entonces ¿qué estoy intentando decir?

De lo que realmente estoy hablando es del concepto de «emoción». Hoy nadamos tanto en él que olvidamos lo joven que es. En occidente, hace apenas unos 200 años se hablaba de pasiones, sentimientos, afectos… pero no de emociones; y ninguna lengua budista clásica tiene una palabra que corresponda a «emoción». Es un concepto moderno. La vida interior no tiene nada de nuevo, pero cada cultura y época histórica ha organizado esta vida interior de distintas maneras, con sus categorías propias. (Para nerds como yo, aquí tenéis un artículo académico sobre todo esto).

Piensa en lo siguiente: ¿la tristeza y el enfado se parecen lo suficiente como para considerarlos el mismo tipo de cosa y, por tanto, abordarlos de la misma manera? Creo que los budistas primigenios responderían con un rotundo «no». (¿Tú cómo lo ves?) Y si lo consideraban cosas distintas, se practicaría de forma diferente con una cosa y con otra. Esta forma de pensar está ya presente en las categorías que enmarcan la práctica, como los cuatro fundamentos de la atención (los satipaṭṭhānas) o los cinco fajos del apego (los khandhas): ninguna de esas cosas corresponde exactamente con el concepto moderno de ‘emoción’.

Sin embargo, hoy meditamos de manera inevitable con este concepto en el trasfondo de la mente. La práctica se articula explícitamente en términos de gestión emocional, durante la meditación hablamos de sentir emociones en el cuerpo, de practicar con emociones de esta o aquella manera… ¿No os genera curiosidad —si no asombro— que el Buda y sus discípulas no pensaran en estos términos ni diseñaran la práctica entorno a este concepto?

La forma en que estructuramos nuestra vida interior marca la diferencia. A veces me ha resultado útil dejar a un lado el hábito de agrupar la mayor parte de lo que siento bajo el amplio término de «emoción» y adoptar las antiguas categorías budistas. Esa una forma alternativa de pensar (¡y de experimentar!) que puede ser muy valiosa y liberadora. Es cierto que no podemos olvidar nuestro condicionamiento cultural así como así, pero aprender una perspectiva adicional y complementaria puede darnos más herramientas para desenmarañar el lío que a menudo se nos produce «aquí dentro».

Una clave de las categorías que informaban la tradición budista temprana es la idea del karma. En ella, algunas de las cosas que hoy llamamos emociones se concebían como el resultado de lo que hacemos o pensamos, mientras que otras cosas que también llamamos emociones se consideraban impulsos que moldean la experiencia. Obviamente, se gestiona una cosa y la otra de manera muy distinta, y poder hacer la distinción para luego observar conexiones entre ambas es precisamente una fuente de descubrimientos —algo que es más difícil si ponemos a todos esos fenómenos en un mismo saco.

Todo esto fue una gran parte del primer capítulo de mi tesis doctoral, y de un artículo académico que estoy preparando a partir de ese capítulo. Porque, como dije hacia el principio, las emociones no son una categoría universal, ni en el sentido geográfico ni el temporal, y la mayoría de investigación sobre el budismo y las emociones, el famoso diálogo del budismo con la psicología occidental, suele pasar esto por alto. Como máximo se comenta que no hay una equivalencia exacta de conceptos, pero no se le da más importancia; y si bien para según qué propósitos no será muy relevante, para otros es una diferencia fundamental que no puede ignorarse.

Uno sigue preguntándose: ¿en qué satipaṭṭhāna caben las emociones? ¿Dónde están en los doce vínculos del surgir dependiente? Pero sólo porque nosotros hoy hayamos agrupado ciertas cosas bajo un único concepto no significa que otras épocas y culturas hayan hecho lo mismo, así que quizás algunas emociones están en este satipaṭṭhāna, otras en otro, etc.

De todo esto hablaré en una de las sesiones de un curso online de seis domingos que daré esta primavera para Espai Sati (y también en inglés los martes para Bodhi College). Si queréis, hice un pequeño video de presentación que está en el instagram de Espai Sati.

¿Qué pienso hoy del budismo secular?

A quien lleve tiempo siguiendo este blog quizás le sorprenda que, a día de hoy, creo que la mejor forma de entender el budismo secular no es en contraste con el concepto de religioso. La gente asocia la religión al ritual, la ceremonia, la institución, y para mí la ausencia de estos elementos es lo menos importante del budismo secular.

Sé que decir esto es mala publicidad, ya que muchas personas (en su día, yo incluído) se acercan a esta forma de budismo precisamente porque buscan un dharma sin postraciones y sin recitar cosas en tibetano, pali o japonés. Pero también hay quien, aun albergando esta aversión a las formalidades, no tienen problema con hacer una reverencia en su clase de artes marciales o decir «namaste» en yoga.

A día de hoy, considero que un dharma laico y contemporáneo puede contener rituales o inventarse unos nuevos. Al fin y al cabo, la ceremonia va de formas, e incluso una clase de mindfulness las tiene: el sentarse en círculo, empezar con silencio, resumir en dos o tres palabras cómo se siente cada participante… Así que veo los rituales como una variable que puede o bien estar o bien no estar, según las predilecciones de cada persona y grupo. Para mí, no es lo que define que un budismo sea secular.

Según Martin Hägglund, lo más distintivo de la fe religiosa es el hecho de privilegiar algo que no es de este mundo, y por consiguiente rebajar de alguna forma la preocupación con este mundo. Es la confianza útlima en algo que, a diferencia de este mundo, no sea perecedero, no sea incierto, no sea imperfecto. Vamos: que no pueda fallarnos.

Hägglund contrasta esto con el concepto de fe secular, que es una «fe» en esta vida, un compromiso profundo con este mundo transitorio, frágil, imperfecto, que puede y va a fallarnos. Otro ejemplo de fe secular es la creencia de que esta vida merece ser vivida. Es una creencia. No es algo que pueda demostrarse ni científica ni lógicamente. Es, por así decirlo, un acto de fe. Esta «fe» motiva, anima y dirige nuestra existencia, nuestra conducta, nuestros valores, nuestras prioridades.

Alguien podría decir que no estoy siendo coherente: he empezado diciendo que la mejor forma de entender el budismo secular no es en contraste con lo religioso y, acto seguido, he dibujado un gran contraste entre la fe religiosa y la secular. Cierto. La cuestión es que, poniendo a un lado los nombres de estas fes, no es tan sencillo atribuirlas sólo a la religión y a lo no-religioso.

Por un lado, la mayoría de religiones combinan la fe religiosa y la fe secular. Aunque ciertas enseñanzas y textos devalúen esta vida en pro de una posterior, o en pro de una realidad trascendente, superior, no obstante sus seguidores pueden sentirse movidos, debido a esa fe, a acciones humanitarias, a mejorar el mundo que tenemos aquí y ahora.

Por otro lado, hace un tiempo leí un ‘paper‘ que argumentaba que la aspiración de subir nuestra consciencia a un ordenador, a la nube, no es más que otro ejemplo de querer dejar atrás nuestros cuerpos frágiles y temporales, es decir, de renegar de nuestra existencia terrenal. En muchos sentidos es una pulsión religiosa, y sin embargo pertenece al campo de la ciencia y la tecnología.

Las categorías simplifican demasiado. En realidad, encontramos flores religiosas en campos seculares y flores seculares en el campo de la religión. Seguramente todas nos encontramos en un punto distinto en esos espectros entre lo mundano y lo trascendente, u oscilemos según el área de nuestra vida.

Me ha salido compartir estas reflexiones porque este domingo 28 a las 17h de España voy a ofrecer un taller online para Espai Sati, precisamente sobre este tema de ¿Qué es el budismo secular? Y estaba pensando que aparte de ofrecer una respuesta concisa a esta pregunta, sería más interesante investigar a nivel personal la complejidad de dónde se encuentra cada participante.

Las personas contenemos contradicciones, por lo menos aparentes: por ejemplo, ganas de innovar y respeto por la tradición. Mi perspectiva en este tema también ha cambiado. Mi querido mentor Stephen Batchelor, en su insistencia de volver a los orígenes (insistencia heredada del «modernismo budista«), está reproduciendo algo muy típico de la religión: necesitar validar sus ideas proyectándolas a una figura fundadora, valorar algo antiguo (aunque sea reimaginado) por encima de la innovación. Pero ¿por qué no concebir que pertenecemos a una larga tradición de pensamiento y práctica que evoluciona y es distinta de sus orígenes, en lugar de presentar las cosas en plan «esto es lo que Buda realmente enseñó en su día»?

No sé lo mucho que hablaré de estas cosas en el taller del día 28, si las elaboraré o tocaré otros puntos, pero me apeteció pensar un poco en voz alta en este blog, que para eso está —aunque lo tenga tan olvidado. Hay mucho más que «pienso sobre el budismo secular», para remitir al título de este post. Sentíos libres de comentar y preguntar cosas y quizás haga otro artículo.

Mi intención en el taller es, por encima de todo, hacer reflexionar a las participantes sobre sus propias actitudes y su relación con la práctica, con la tradición budista, con los textos, con la figura del Buda, ya sea histórica o casi ‘literaria’, etc. No para llegar a una conclusión en el breve periodo de dos horas, sino para enriquecer nuestro autoconocimiento.

Retiro con Andrea Castillo

Tengo el blog muy olvidado, lo sé. En parte, he estado terminando mi tesis doctoral en estudios budistas, que entregué hace cosa de un mes—yay! Por otro lado, todo son épocas, y a pesar de haber terminado mi doctorado no creo que este blog vuelva al volumen de actividad de antes. Pero nunca se sabe: de hecho, tengo bastantes artículos a medio hacer y quizás un día me animo a irlos terminando y publicando. También he tenido la idea de escribir cosas más breves para facilitar que vuelva a haber movimiento en este blog. Veremos.

En esos cambios de la vida, he ido empezando otros proyectos y voy a empezar otros pronto. Uno de estos, que os anuncié a principios de año, es Espai Sati. Sin prisas pero sin pausa, con esta asociación vamos a ir organizando actividades presenciales y online, tanto en castellano como en catalán, con un enfoque afín a este blog pero también plural. Podéis ver algunas en el calendario.

Aunque no quiero hacer publicidad aquí de cada cosa que hagamos en Espai Sati (para eso, os recomiendo que os suscribáis a nuestra newsletter en substack!), sí hay una actividad muy pronto que me gustaría destacar. Andrea Castillo, pionera del dharma en español en EEUU y latinoamérica, va a venir desde California para ofrecer un retiro de fin de semana.

No quedan muchas plazas, pero como aún quedan algunas y quiero que realmente se aproveche esta ocasión, aquí lo dejo 😉 Andrea es una gran maestra de dharma, con mucha experiencia a la espalda, formada con Gil Fronsdal, Andrea Fella, Joseph Goldstein y Bhikkhu Anālayo, entre otros. Hace poco publicó en Tricycle un poema sobre la ira con unos breves comentarios—lo podéis leer aquí.

Las fechas son del 13 al 15 de octubre y será en Hostalets de Balenyà, cerca de Barcelona y muy accesible desde ahí. Toda la información y la forma de inscribirse la encontraréis en el evento en la web de Espai Sati.

Espero que estéis pasando un buen mes de agosto.

Nace un nuevo proyecto: ¡Espai Sati!

Estoy muy contento de poder compartir por fin un proyecto en el que estoy involucrado muy directamente, y que ha llevado mucho tiempo y dedicación poner a punto. Es algo que nace tan humilde como ambicioso. Humilde porque empezamos poco a poco, gradualmente viendo qué funciona y cómo responde la gente. Ambicioso porque miramos al futuro llenos de ideas.

Se trata de la Asociación Espai Sati (‘espai’ es espacio en catalán, ‘sati’ es plena consciencia o mindfulness en pali). Nace para llenar un hueco en nuestro panorama dhármico. Organizará actividades de dharma, basadas en la tradición pali y con el enfoque laico de este blog, principalmente en la zona de Barcelona. Sin embargo ya tenemos algunos planes para Madrid, queremos hacer cosas online e híbridas, y estamos en contacto con el Bodhi College para colaborar en un futuro cercano.

Buscamos diversidad en tres sentidos. En primer lugar, de formato: retiros de varias duraciones, talleres de un día, grupos de práctica o ‘sanghas’… En segundo lugar, de idioma: con eventos tanto en castellano como en catalán. Y por último, de maestros: la intención no es crear el chiringuito de una sola persona sino ofrecer una variedad de maestras tanto de casa como de fuera.

Puedes leer más sobre la asociación y su enfoque aquí.

Como inauguración, el domingo 19 de febrero a las 17h de España (11h en México, mediodía en Colombia, 13h en Chile, Argentina y Uruguay) haremos una sesión online con Andrea Castillo, que junto a Martine y Stephen Batchelor, son socios honoríficos de Espai Sati.

Aunque sirva para presentar el proyecto y celebrar, la actividad será una sesión normal de meditación y dharma. Andrea nos hablará de La práctica de no dañar. Una vez, le preguntaron al Buda: si todos los seres humanos desean vivir en paz, ¿por qué viven con odio, dañándose los unos a los otros, hostilmente y como enemigos? Esta es una cuestión básica que nos mueve en nuestro camino, tanto individual como colectivo. Pone de relieve que la práctica del dharma es un aprendizaje en no dañar o causar sufrimiento.

La actividad también es un ‘fundraiser’ para la asociación. Somos pocos socios fundadores, y poner algo así en marcha acarrea bastantos gastos si lo quieres hacer bien. Así que nos sirve para juntar a sanghas hermanas y muy abiertamente pedir su apoyo y generosidad. El nacimiento de una iniciativa de dharma siempre es motivo de celebración, más aún en la escena catalana e hispanohablante. Y nunca podemos hacer nada solos, nos debemos siempre a los demás. Cada asistente podrá contribuir según sus posibilidades y deseos, y si alguien no quiere o no puede aportar, también es bienvenido.

Para estar al corriente de las actividades de Espai Sati, suscribíos a la newsletter bilingüe budisme.substack.com. Y os invito a curiosear por nuestra web espaisati.org y nuestro instagram. Veréis que por ahora no hay muchas actividades, pero pronto iremos llenando el calendario y estaremos encantadas de escuchar vuestro feedback y peticiones. Hemos abierto la asociación para poder ayudar y cuidar la práctica de todos.

¡Gracias!

¡Entrevistado por Dharmatic!

Estoy de vacaciones. Pero entre baño y baño (porque los budistas también vamos a la playa, y hasta se puede meditar!) me llegó la invitación de Juan para entrevistarme en su canal de youtube y tiktok, Dharma Tic.

Partiendo de las preguntas que recibe de sus seguidores, Juan me dio la oportunidad de presentar el budismo secular, resolver dudas y destapar mitos; pero también de abordar cuestiones más contenciosas como el papel del ritual, el colonialismo del budismo moderno, o las respuestas que recibo/recibimos por parte de budistas tradicionales.

Cuando terminamos nos quedamos charlando casi una hora más, ¡y deberíamos haberlo grabado! Quizás para una segunda parte. De momento, espero que disfrutéis esta conversación con Juan, si puede ser con un ventilador al lado y una bebida fresquita en la mano.

Ah, y os recomiendo que sigáis a Dharma Tic, es un canal muy ameno. ¡Que paséis buen verano!

¿Está el budismo en declive? ¿Es demasiado boomer?

Mi amiga Lis me mandó esto el otro día.

El budismo está a la baja en Asia, donde las nuevas generaciones ya no conectan con las viejas tradiciones o lo hacen en ocasiones contadas, como quien sólo va a la iglesia por navidad o cuando el abuelo muere. (En Asia, lo que está subiendo es el mindfulness contemporáneo!) Pero mucha gente occidental que practica el dharma, o algo parecido, no se etiqueta como ‘budista’. Así que me pregunto: si les añadiéramos al recuento budista, ¿qué pinta tendrían los datos?

A mediados del siglo pasado, la tesis de la secularización vaticinó que la religión iría perdiendo relevancia, que el declive era inevitable. Pues no: está al alza, en parte debido a las distintas tasas de natalidad de los varios continentes. Entonces ¿qué pasa con el budismo?

Según el tweet, la media de edad de los budistas es más elevada que la de otras tradiciones. Si por un lado esto refleja cambios generacionales en Asia, por el otro soy consciente que el budismo occidental es muy, muy boomer. Y creo que esto juega en su contra. Como maestro nuevo y millennial, me pone en una situación extraña. Me siento un poco como Bo Burnham, entre boomers y zoomers.

Aunque llevo un tiempo ofreciendo el dharma, no lo he hecho de manera regular y sistemática más allá de mi sangha local, y jamás he intentado construirme un ‘público’; pero pronto tendré que hacerlo. Hasta ahora he estado formándome, aceptando invitaciones esporádicas, estudiando, etc., pero todo esto acabará bastante pronto. De momento, he estado enseñando al lado de mis propios maestros Stephen y Martine Batchelor u otros, o en Gaia House o entornos parecidos donde la media de edad es elevada. De hecho, con 32, no es raro que sea la persona más joven de la sala—incluso a veces la siguiente persona más joven me quita entre 5 y 10 años.

No suelo dirigirme a mi generación. ¿Conectaría si lo hiciera? A punto de terminar mi teacher training, soy consciente que se ha abordado y formado desde un budismo boomer. El final de ese training será el inicio de encontrar una voz distinta.

Si un budismo secular es aquél que responde a la época (saeculum) en que se encuentra, un budismo boomer no tardará demasiado en dejar de ser secular, en este sentido.

Las veces que estoy en entornos más jóvenes, sin embargo, noto algo distinto. No sólo hay una energía y entusiasmo más palpables, y que son simples características de ser joven, sino que parece haber otras diferencias concretamente generacionales y que, de carambola, ponen de relieve algunos rasgos del budismo boomer.

Este budismo ha sido llamado ‘the upper-middle way’ (la vía media-alta), en referencia a la demografía que atrae: gente acomodada. Tienen una vida ya construída, han encontrado su postura en el mundo, y buscan cómo mitigar los dolores que ésta ocasiona. Inevitablemente, el foco de este budismo es cómo me siento (yo).

La gente más joven también quiere sentirse bien, por supuesto—no hay nada de malo en ello. Pero lo que buscan son precisamente unos valores y unos marcos sobre los cuales construir su vida y encontrar un lugar. La perspectiva es muy distinta; ven la casa desde el timbre y no desde el segundo piso.

Necesitamos escuchar a esta generación, entre la que aún me incluyo, y buscar acogerla en nuestros espacios, porque nuestras sociedades tan carentes de comunidad han perdido las relaciones intergeneracionales. Y son éstas las que tienen mayor potencial para el enriquecimiento mutuo.

El comprensible apoltronamiento de la mediana edad necesita que le sacudan. Y al llamarlo apoltronamiento no lo menosprecio: soy consciente que uno acude al dharma porque la vida no es cómoda. No obstante, a partir de cierto momento vital se empieza a olvidar la idea básica del karma: que tu destino cambia con tus actos y tus decisiones. Y también se tapa la versión retroactiva de esta enseñanza—el surgir condicionado: que los dolores de esta vida construída son fruto de causas y condiciones y que si bien hay que tratar síntomas luego hay que abordar las causas.

Para decirlo de otra forma: si duele no sólo pongas cojines, cambia de postura. Al crecer uno se da cuenta de que cada elección abre una puerta mientras cierra muchas más. Hay sabiduría en esto. Pero uno puede empezar a percibir su vida como un árbol inverso, donde las ramas y bifurcaciones quedan a la espalda, y eso es una exageración. Se pueden cambiar cosas y se puede cambiar de vida. Siempre.

Con todo, la mirada de quienes tienen más experiencia puede nutrir las ganas de las más jóvenes de encontrar un camino, comunicando que las decisiones tienen consecuencias reales y que la juventud es el mejor momento para tomárselo en serio. Sin embargo, para mí la voz madura sabia es la que añade: ‘pero no te preocupes, cuando la cagues podrás reparar y rectificar’. Las decisiones no son cadenas perpetuas.

Las personas de más edad tienen otra perspectiva a compartir: la muerte se va volviendo una realidad palpable—en los últimos cinco años he ido a más entierros que en toda mi vida hasta entonces. Y sin ir tan lejos (aunque reflexionar en la muerte es un ingrediente indispensable del dharma), me acuerdo de cuando le pregunté a mi maestro U Tejaniya que por qué tanta insistencia en observar el dolor. ‘Ah’, me respondió, ‘¡porque sólo aumenta!’. El cuerpo de veintimuypocos que hizo la pregunta difícilmente habría llegado a esa idea por sí mismo.

Más allá de cosas de la edad bastante universales, se dice que los boomers son la primera hornada en mucho tiempo que vivirán mejor que sus hijos. Mis padres crecieron en la España franquista y vieron la dictadura terminar más o menos cuando cumplían 20 años. Su vida ha ido en paralelo al progreso de su país, la mejora en calidad de vida, la expansión de la economía, etc. Cuando se casaron en los 80′, alquilaron un piso de tamaño medio cerca de la Plaça Lesseps (una zona más que decente de Barcelona) con el primer sueldo de mi padre y con mi madre haciendo sustituciones en ambulatorios, aún sin trabajo fijo. Intenta esto hoy……

(Para añadir al mix, son una generación que no vivirá la debacle climática.)

Es natural que todo esto dé lugar a un discurso dhármico que eleva la individualidad, quizás percibida como una liberación de tiranías externas, y que se puede permitir enfocarse en paliar estrés—lo cual es muy noble y necesario. Pero este foco tiene un problema: cuando concebimos la práctica del budismo o el mindfulness principalmente como una inmersión en nuestra interioridad, una toma de conciencia del paisaje mental privado, contribuimos al ensimismamiento que, según el dharma, es origen del problema.

En el modelo tradicional, la práctica del dharma empieza con acciones. Las acompaña la atención constante, pero el foco está en cambiar cómo se vive. Así, cuando una se sienta a meditar, encuentra una mente más calmada, en paz; experimenta los resultados de vivir de otra manera, ve directamente la enseñanza de la condicionalidad. Si por contra mantienes tu vida intacta, con todos los elementos que te generan estrés y reactividad, la meditación aún ayudará algo, por supuesto, pero básicamente tendrás encuentros con una mente turbulenta y reactiva.

(Piensa si esto es cierto en tu caso. Sé honesto. Mira qué tipo de mente te sueles encontrar al sentarte, pregúntate de dónde proviene y haz algo al respecto.)

La idea de volverse impermeable a las vicisitudes de la vida tal y como es, de flotar en bienestar enmedio de la vida que ya llevabas, intacta, es distintivamente ‘budista boomer’. Dije que juega en contra del budismo porque creo que a la larga esto no motiva lo suficiente, como cualquier cosa demasiado acomodante. Y además, como meta, no sé, quizás es naïve.


Gracias a los mecenas Yolanda Blanch, Virupa, Miquel, Àngel y Glo por su apoyo continuado.

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Curso: Cuando Grecia encontró al Buda

El Instituto de Estudios Buddhistas Hispano ha organizado un curso online para este julio y agosto. Durante 8 sesiones semanales, se leerá el texto conocido como «Las preguntas del Rey Milinda» (o Menandro), el Milindapañha, un diálogo entre un rey grecoindio y el monje budista Nāgasena. La obra data de aproximadamente doscientos años tras la muerte del Buda.

Esta obra es interesante porque, siendo un diálogo intercultural, y además con una cultura bañada en filosofía y lógica, presenta las doctrinas del budismo temprano de forma clara y sistemática. Es un buen ejemplo de cómo el budismo de los orígenes empezó a conformarse como sistema coherente y estructurado.

Podéis leer sobre el rey Menandro en la wikipedia (aunque hay más información en la versión inglesa) o sobre el Milindapañha, en español o en inglés. Y si os pica la curiosidad, este parece un curso interesante y ameno. Lo da Aleix Ruiz-Falqués, profesor de la Shan State Buddhist University de Myanmar y que está traduciendo esta obra del pali al español.

Hecha mi recomendación para éstas vuestras curiosidades intelectuales veraniegas, sólo me queda dirigiros a la página del IEBH donde se anuncia este curso y se da la información para inscribirse:

Una tarde con Stephen Batchelor

El próximo 19 de enero por la tarde, Stephen Batchelor nos ofrecerá una charla online. ¿Y cuál es la ocasión?

Nuestra pequeña Sangha Secular en Barcelona (y ahora también Madrid) se ha constituido legalmente como asociación, así que ¡queremos celebrarlo! Para ello, Stephen ha accedido a ‘visitarnos’ y ofrecernos reflexiones sobre un tema aún sorpresa, seguido de una sesión de preguntas/debate. Será un día muy especial para todos los miembros y amigos de nuestra comunidad de meditación.

Llevamos años organizando eventos y retiros a nivel local para facilitar el acceso a ciertos enfoques del dharma, ya que casi todo lo existente es en inglés. Y como aún nadamos en estas aguas del mundo virtual, hemos querido aprovechar la oportunidad para abrir nuestra celebración a cualquier persona interesada, esté donde esté. El evento contará con traducción simultánea al español, de forma que cada cual puede elegir en qué idioma escuchar a Stephen. La entrada es gratuita (aunque con plazas limitadas) y habrá la opción de ayudar a cubrir los costes de traducción, para quien lo desee, así como de ofrecer un donativo para Stephen.

Será el martes 19 de enero a las 7:15 pm (CET).

Te puedes registrar para asistir en este enlace. Nos hace mucha ilusión poder abrir el evento a quien quiera.

No te quedes sin tu entrada!